Fue una de las imágenes más conmovedoras del Mundial Qatar 2022. Se llevó todas las miradas, la atención de sus vecinos, amigos y conocidos. Y hasta inspiró una canción que ha recorrido el país entero, con el coro del "abuela la la la". Los medios de comunicación la entrevistaban e iban a visitarla. Pero esta semana, al calor de la Copa América y el furor por la Scaloneta que impregna el corazón de los fanáticos, Cristina era noticia nuevamente, aunque no por una razón agradable: ladrones ingresaron a su hogar y le robaron todas las joyas y el dinero que tenía guardado. 

Cristina, que se hizo popular por sus enfáticos festejos con los vecinos del barrio porteño de Villa Luro después de cada partido de la Selección y cada vez congregaba a más y más personas en ese caldo de cultivo de euforia, fue engañada por dos ladrones que se llevaron todas sus joyas y la plata que había guardado durante años para operarse de la vista.

“Me hicieron el cuento del tío”, contó sobre las dos personas que se presentaron ante ellas como médicos que tenían un paquete de dinero para darle a su sobrino. Distraída, Cristina les dio algunos datos a los supuestos médicos que, de un momento para el otro, la convencieron de entrar a la casa, donde le pegaron y robaron.

El tramo más doloroso para la “abuela la la la” tuvo que ver con la brutal golpiza que sufrió. Entrevistada por un canal de televisión, llegó a reconocer que incluso pensó que se iba a morir. Pero hay más: porque ahora tendrá qué ver cómo hace, con su sueldo de jubilada, para volver a conseguir la plata necesaria para operarse la vista.

La señora, de 77 años, contó en diálogo con Telenoche que la arrastraron y golpearon. "Me agarraron, me arrastraron y me pedían dólares. Me golpearon las costillas, la cabeza, la cara, me asfixiaron y por poco me matan. Hoy supe lo que es el mal”.

La “abuela la la la” fue una de las grandes cábalas y costumbres que tuvo el barrio de Liniers al ver el Mundial que coronó a Argentina con la tercera estrella. Después de cada triunfo, más y más personas le cantaban, al ritmo de Go west de los Pet Shop Boys su apodo que quedará para la eternidad futbolera. Fue tanto el furor que, para la final, la esquina de su casa se convirtió en uno de los puntos neurálgicos del festejo.