En una nota de este mismo número de Las12, la columnista Marina Bruzzese analizó una tendencia que está emergiendo de los rincones más recónditos (y mormones) de las redes sociales: las "trad-wifes". Es decir: jóvenes blancas y estadounidenses que acumulan millones de seguidores con sus videos, donde registran su vida como amas de casa estilo Familia Ingalls, pero 2.0. Cristianas, votantes de Donald Trump y espléndidas. Consideran que su propósito en la vida es someterse a sus maridos como mandato divino, tener la mayor cantidad de hijos posibles y aprender a hacer queso rallado desde cero.

En un contexto donde los feminismos están reorganizándose tras el recrudecimiento de las ultraderechas, y luego de lo que fue el pináculo del movimiento #MeToo, las Trad Wifes vienen a proponer una disrupción. Si antes lo "cool" y disruptivo era ser una business woman empoderada feminista (neoliberal) y llevarse el techo de cristal por delante, ahora las disruptivas son ellas: amas de casa sub 25 que romantizan el regreso a una vida bucólica, "austera", ultra conservadora, menos consumista y 100 por ciento patria, familia y religión. Todo eso, aceitadísimo para enganchar a la tiranía del algoritmo.

Se despiertan a las 6am, se ponen sus delantales con volados, se hacen unas oraciones cristianas, se amasan unos buenos escones y le preparan la lonchera a sus esposos. Las gallinas de sus corrales de huevos orgánicos tienen mejor calidad de vida que esta cronista. Para ellas, es "liberador" no tener que cumplir con "las imposiciones feministas" de ser mujeres independientes, emprendedoras y empoderadas. Al fin y al cabo, tampoco es que el postcapitalismo tenga nada muy interesante para ofrecer (nos).

El ethos de las mamás de los trailers

Pero como en internet siempre hay lugar para todo, también está la otra cara de la misma moneda. Un fenómeno ultra viral que esta columnista ha denominado: "las mamás de los trailers". Las mamás de los trailers son mujeres jóvenes, blancas, que también son cuidadoras. Generalmente son madres solteras de menos de 25 años, con varios hijos y que viven en parques de casas rodantes o en contextos precarios. Las mamás de los trailers generalmente son muy lindas, muy cute, tienen un aura frágil y angelada, pero al mismo tiempo, son mamás luchonas, todopoderosas. Cumplen. Resuelven. No se quejan. Sacan adelante al país trabajando. 

Las Trad-wife que, aunque romantizan la austeridad, ostentan un estilo de vida soñado, aesthetic, perfecto y campestre. Las mamás de los trailers son todo lo contrario. Si las Trad-wifes son Barbies estilo Laura Ingalls, las mamás de los trailers andan en joggin, calzas y usan tops de morley. Se muestran con el pelo grasoso; suelto o atado en un rodete. En sus videos, donde posicionan la cámara frente a su cara mientras cocinan, se escuchan de fondo a niños llorando, reclamándoles mamá, mamá, mamá. Ellas, imperturbables, continúan con su principal labor: la cocina. 

En sus videos, son ellas y sus tappers y espátulas de plástico contra el mundo. Sin señales de unx compañerx que las ayude, una amiga, vecina ni nadie, las mamás de los trailers se muestran haciendo recetas "realistas", "verdaderas", "sinceras". No tienen tiempo ni dinero para hacer un pan de masamadre con mermelada orgánica de frutos rojos, cultivados por una monja a los pies de una pradera. 

Son "sinceras" porque les dan a sus hijos lo que pueden en el momento: comida rápida, ulra-procesada, llena de azucar, aceites hidrogenados, colorante, grasas trans, agentes cancerígenos y microplásticos. La verdadera antítesis de la huerta orgánica de Juliana Awada. Los niños desayunan, almuerzan y cenan oreos, panchos , panceta, huevos fritos, pancakes, hamburguesas, chocolate, crema batida, verduras enlatadas, fideos con queso y cheddar; todo frito. 

Son provocadoras. Saben que sus alimentos generan controversia y conversación en las comunidades online; ya sea impulsadas por sus fieles seguidores o sus antagonistas. Sus comidas, cuanto menos nutritivas son, más engagment y polémica generan. Como bien dice Emily Bentley: no le importa lo que los usuarios de TikTok tengan para opinar sobre su menú; ella no hace esos videos para agradarles, sino por el paycheck (la factura). 

Las malas madres virales

Frente a las influencers militantes del wellness y la comida naturista, que muestran cómo a sus nenes les preparan una lechuga orgánica condimentada con sal del himalaya, las mamás de los trailers se documentan abriendo sus compras del supermercado. Kilos y kilos de latas de Coca Cola, botellitas de Gatorade, queso cheddar, carne procesada, fiambres, pizza congelada, helado, facturas industriales y cereales llenan sus alacenas y heladeras (que supuestamente son de lower-inncome). 

Son el estereotipo romantizado para las redes sociales de las estadounidenses "white trash", y funcionan. Son jóvenes, lindas y luchonas. Se las arreglan solas. Son un reflejo que valida a muchas otras mamás, que tampoco tienen tiempo ni presupuesto para hacerles a sus niños comidas súper elaboradas y fancy, dignas de compartir en IG. Aunque muchxs seguidores se escandalizan con sus menús grasosos infantiles, otrxs celebran que visibilicen y normalicen la realidad que viven millones de cuidadoras solteras y precarizadas, en una economía de mercado cada vez más desgraciada y desigual, con un Estado ausente.

Ojo: que sean blancas, bien american, lindas y jóvenes no es un detalle menor. Son "malas madres", pero de forma cool. Generan empatía y admiración. Seguramente, si fueses negras, con cuerpos gordos y "mayores", los comentarios no serían tan halagadores. Serían malas madres, pero de forma convencional. Negras, migrantes y embarazadas; promiscuas, libidinosas, irresponsables y seguramente drogadictas. 

Mi trailer mom favorita es Jesi Rae Aviles, una mamá de cinco hijos que invita a sus seguidores a ver cómo le prepara a su marido una lunchera "con un sueldo de clase media baja". (Ella no vive en un trailer, pero tiene esa ethos). Es interesante (y disruptivo), que en un paisaje virtual donde el foco está puesto en las apariencias y la ostentación, Jesi y las otras mamás de trailers construyeron su legitimidad, base de fans y punto de empatía con millones en internet, a través de mostrar que son todo lo contrario a una Kim Kardashian. Quizás su popularidad es síntoma de que las celebridades de Hollywood y sus vidas aspiracionales del 1 por ciento ya no interpelan, emocionan ni convocan tanto como antes.

Las Trad wifes y las mamás de los trailers tienen un punto de contacto, además de sus tareas de cuidado: la falta de comunidad que las rodea. Sus interlocutores son sus hijos, sus eventuales maridos o novios y sus seguidores. Pero no hay nadie más. Y, a pesar de que ambas transitan por caminos diferentes, comparten un espíritu similar: ser figuras que antagonizan con los preceptos del feminismo neoliberal empoderante, aspiracional y capitalista, con los que ya nadie quiere (ni puede) comulgar.