Berta y Pablo 6 puntos 

Argentina, 2024 

Dirección, fotografía y montaje: Matías Szulansky 

Guion: Jenni Merla y Matías Szulansky 

Duración: 61 minutos 

Intérpretes: Ana Skornik, Inés Urdinez, Camila Buch, Paulo Pécora, Valentina D'Emilio. 

Estreno: Todos los sábados a las 21 en Cine Arte Cacodelphia, Av. Roque Sáenz Peña 1150.

Cuando Berta y Pablo tuvo su premiere en el último Bafici en calidad de estreno mundial, este espacio destacó el carácter pródigo de la obra de Matías Szulansky, su director. Es que pocos cineastas locales pueden presumir de haber producido once largometrajes en apenas ocho años. Un logro que, cuatro meses más tarde, parece casi imposible de replicar en un futuro cercano, si se tiene en cuenta la completa paralisis en la que el gobierno de Javier Milei ha sumido al Instituto del Cine. También es cierto que Szulansky ha producido muchos de sus trabajos por fuera de dicha estructura.

La protagonista absoluta de Berta y Pablo es Caro, una joven introvertida radicada en Montevideo, quien regresa a Buenos Aires durante un verano tórrido con la excusa de grabar algunas canciones junto a una amiga, con la que comparte un proyecto musical, y también pasar por la casa de su abuela, recién fallecida. Pero aunque ambos motivos constituyen alicientes legítimos para realizar el viaje, la auténtica razón que lo motoriza es la necesidad de tomar distancia de su novio. Como un exponente vernáculo del llamado mumblecore, durante su primera mitad la película registra la deriva de Caro, que tanto incluye sus paseos por la ciudad, como las conversaciones siempre superfluas con su amiga.

El film se empeña en seguirla durante sus caminatas en plena ola de calor, como si supiera que detrás de ese andar sin rumbo se oculta una búsqueda aún en estado inconsciente. Como la canción de Sumo, se puede decir que Caro no sabe lo que quiere, pero lo quiere ya. A veces la cámara la registra a través de planos distantes que dan cuenta de su deambular inquieto. Otras, en cambio, se queda bien pegada a ella para capturarla en primerísimos planos que logran ir más allá de la coraza exterior de su aparente desinterés, revelando una tribulación genuina. Cuando parece que su destino será mantenerse sumida en ese estado letárgico, un hallazgo entre los libros de su bobe le regalan un nuevo sentido a su viaje.

Aun en su brevedad (solo 61 minutos), Berta y Pablo por momentos se percibe alargada de forma artificial a partir de secuencias algo reiterativas. Como si se tratara de un mediometraje cuyos límites hubieran sido forzados hasta volverlo largo. A pesar de ello, el cine de Szulansky muestra una gran evolución en el camino que va de Pendeja, payasa y gorda (2017), uno de sus primeros trabajos, hasta acá. Emotivo y sensible, su nuevo trabajo logra imponerse a su propia languidez, haciendo de la ternura un oportuno vehículo narrativo. Y tiene en la actriz Ana Skornik una medium estupenda que consigue capturar el espíritu cálido que habita en la película.