“Este mundo injusto, te quiere aplastar. Todo es una mierda, querés abandonar. Es una la respuesta: desobedecer. Parate frente al mundo, ¡vos tomá el poder! Vas a gritar, pelear, saltar, tu furia vas a vomitar. Si tienen algo que decir, ya saben dónde pueden ir. Tumbalo al sistema de una vez y ¡tomá el poder!.” La canción es una bomba que resuena una y otra vez en todo el Gran Rex, ante un público de todas la edades que -ya de pie- canta el estribillo con entusiasmo. La letra que invita a la insurgencia no forma parte de un show de una banda de rock ni de punk ni de heavy metal: es la letra de uno de los temas musicales de School of Rock, la impresionante comedia musical que se acaba de estrenar en la Argentina y que reivindica a la música como un camino estimulante y único para traspasar barreras propias, y derribar paredes que el sistema impone. Un espectáculo que convoca a los más pequeños (y también a los más adultos) a cuestionarlo todo y a levantar su voz para ser escuchados.

School of Rock es un musical más que se sumó al circuito porteño, donde pese a la crisis económica conviven obras como Tootsie, Mamma Mia, Rent, Legalmente rubia, Come from Away y El principito, entre otros. En este caso, la propuesta basada en la exitosa película de 2003 dirigida por Richard Linklater y protagonizada por Jack Black, viene con el aval de haber sido un éxito en Londres y Broadway, donde se estrenó en 2015. Y la versión argentina está a la altura del proyecto: una producción enorme, con un estupendo trabajo escenográfico, coreográfico y lumínico, que le sube aún más la vara al género en el país.

El musical cuenta con tres elencos infantiles rotativos de un talento desbordante, con chicos y chicas de entre 9 y 14 años que cantan, bailan, actúan y hasta tocan instrumentos en vivo. Ellos interpretan a los alumnos de un almidonado colegio privado al que un músico -con sueños de rockstar- se hace pasar por profesor para poder pagar deudas y no quede en la calle. Sin otra cosa para ofrecer, Dewey Finn revoluciona a los chicos transmitiéndole su pasión por la música y ofreciéndoles la oportunidad de expresar todo aquello que la institucionalidad educativa y sus padres les inhibían. En esa trama, sobresale Agustín “Soy Rada” Aristarán, que en el papel de falso profesor realiza un manejo del escenario, los tiempos y la puesta digna de un consagrado. Aún cuando School of Rock es su primer protagónico en el género, donde ya había dado pruebas de su capacidad como la profesora Tronchatoro en Matilda.

“Pasó el estreno y solo sentimos alegría, agradecimiento, amor, emoción. Todos esos sentimientos juntos, porque había cierta tensión en la previa por lo que significaba esta mega producción, que estaba esperando hacía años porque se había pospuesto por la pandemia y la expectativa se había incrementado”, le cuenta a Página/12 Aristarán. A su lado, la cantante Angela Leiva (que interpreta Rosalie, la estricta directora del colegio) reconoce que no sintió la “tensión”, tal vez porque ella no se carga todo el peso de la obra como Rada. “Rada salta, corre, baila, canta, da vueltas carnero en el aire y está todo el tiempo en escena. Es el protagonista de una gran producción. El resto tuvimos la suerte de acompañar y disfrutar el proceso de ensayos, que fue maravilloso. Y el estreno fue de mucha felicidad, porque hay muchos empatía y hermandad en todo el elenco”, señala la cantante y actriz de música tropical.

-En tu caso, Rada, ¿cómo jugó en tu cabeza el hecho de ser protagonista? ¿Se siente una responsabilidad mayor por encabezar elenco?

Agustín "Soy Rada" Aristarán: -Viví con pánico ser protagonista de un musical como School of Rock. Pero fue un pánico piola: no fue necesaria acudir a ninguna medicación (risas). La responsabilidad está, pero también la tranquilidad de que todos somos un engranaje de una gran estructura, de una gran movida. Hacer School of Rock es un privilegio. Es imposible hacer esto individualmente. Es descomunal lo que pasa. La escenografía, la banda en vivo, los nenes, el ensamble... Laburan 250 personas en el espectáculo.

Angela Leiva: -Lo voy a salvar en esta: él está muy pendiente de todo, pero desde un lugar super sano. Por ejemplo: Rada está permanentemente interactuando con los niños. Ya es el “tío Rada” para ellos. Y eso es fundamental en un musical y con elenco infantil. Y les hace maldades, claro: les decía a los chicos que la obra no va a salir bien, que estaba preocupado…

A.A.: -Es para descontracturar un poco fue mucho tiempo de ensayos. A los nenes les digo todo el tiempo que hay cambios y esas cosas... El tema es que la mitad me cree y la otra ya no, porque me conocen de Matilda y ya hacía esas cosas. En estas obras tan descomunales y extensas es fundamental mantener la buena onda.

-En School of Rock la música es la protagonista. No solo desde la banda en vivo y lo que pasa en el escenario, sino como idea de superación, redescubrimiento y desarrollo emocional personal. ¿Qué significado tiene la música en sus vidas?

A.A.: -La música es oxígeno. Sin música, la vida es un embole. Me crié escuchando música y forma parte de mi vida diaria. Cuando alguien me dice que no escucha música, desconfío. No quiero ser su amigo y dejo de admirarlo como ser humano. ¿Cómo pueden existir personas que no escuchan música? No te digo que seas un melómano y que sepas sobre la historia de la música universal, pero sí que haya algún solista o grupo que te conmueva. La música es como una máquina del tiempo, que te lleva a lugares de todo tipo.

A.L.: -El poder que tiene la música es único. Me siento muy identificada con la situación que se plantea en School of Rock. Así como la música transforma a todos los personajes en la obra, a mí me pasó lo mismo en mi vida. Y me sigue sucediendo: la música me transforma. Es una máquina del tiempo en la que uno puede volar. No es que soy una melómana, pero hago música, tengo mi propia banda y siento que eso me hace mejor. Tengo la maravillosa virtud y privilegio de tener mi propia música. La vida musical es hermosa. La música es mi vida y es mi estilo de vida. Aprendés todo el tiempo, te sumergís en la música y podes llegar a estados muy profundos, bellos y oscuros. Hay algo liberador. Y en la obra tenemos una música maravillosa.

A.A.: -Mi hija, que tiene 18 años y es una gran consumidora del teatro musical, me dijo que lo interesante del género es que las canciones aparecen cuando ya las palabras no pueden decir más. Y la música es eso: te ilumina cuando las palabras no te pueden decir todo lo que te amo, cuando no te pueden decir todo lo desgarrado que tengo el alma, cuando no podés transmitir con simples palabras el estado e el que te encontrás… La música dice las cosas más bellas y más profundas de forma simple. Y eso pasa en School of Rock, que es un gran musical para entrar en el mundo de los musicales. Porque hay muchos que dicen que no les gusta el musical y creo se refieren a un musical más clásico, más infatuado, tal vez. School of Rock es otra cosa.

-Abre otra dimensión, además, que tiene que ver con las infancias y su relación con la música o con cualquier expresión artística.

A.A.: -Nosotros fuimos dos privilegiados en nuestras infancias, porque tuvimos la dicha de que nuestros padres nos dieron bola para estimular aquello que nos gustaba. No siempre sucede eso. La obra lo refleja. Angela canta desde muy chica, y ahora es una cantante y actriz sensacional. A mi siempre me interesó la música y la magia… Y tuvimos adultos que se dieron cuenta de eso, y nos acompañaron y estimularon. Este musical cuenta la necesidad de que los chicos puedan desarrollar sus intereses, su mundo emocional.

-Ahora muchos se emocionan con la criptomonedas, la cantidad de likes que reciben en las redes sociales o cuánto dinero ganan en la apuesta online… Cambiaron la infancias y las adolescencias.

A.A.: -Es verdad. Ahora estamos en un mundo de mucha basura, pero también de muchas cosas muy copadas. Hay mucho acceso a la información, a herramientas de aprendizaje que en nuestra época no existían. Estamos en un mundo de criptomonedas, de apuestas online, pero también en el mundo de YouTube, que te permite aprender a cambiar el aceite del cárter, componer una canción o pintar un cuadro. Porque si no, caemos en el viejochotismo del “ahora es todo una mierda, y antes era todo mejor y hermoso”.

-¿Tal vez ahora lo que hay es una cultura de la inmediatez y el utilitarismo muy extendida, que puede atenta contra los tiempos y las búsquedas del arte?

A.A.: -Ahora impera el resultadismo, la búsqueda de likes y las reproducciones, y todas esas cosas. Antes, nos juntábamos a cantar o a tocar en el garage de alguna casa, y éramos felices. No nos importaba el éxito. ¿Para qué lo hacíamos? Porque teníamos ganas de tocar con nuestros amigos, porque nos hacía bien.

A.L.: -Y ahora, encima, hay mucho contenido para comparar. Entonces, todos queremos lo que tiene el otro, queremos el resultado que tiene aquel o aquella. Y eso nunca está bueno. School of Rock moviliza la idea de que es imposible que hagamos aquello que tenemos ganas, más allá de las instituciones y las obligaciones.

A.A.: -En la obra, lo que sucede es que la música les cambia la vida a los niños. Había un objetivo, que era ganar una competencia, pero en el fondo pasó otra cosa. Incluso, el mundo adulto alrededor de los chicos cambia su forma de pensar. Los padres, pero también.  Pero sobre todo de todos los adultos que están alrededor de esos niños. Los papás cambian su forma de pensar. Rosalie vuelve a sacar su parte rockera que tenía silenciada y Dewey se da cuenta que sirve para algo.

-El teatro argentino parece gozar de buena salud, con una cartelera porteña repleta de obras del circuito off y comercial para todos los gustos. En la actualidad, el musical tiene una oferta como pocas veces. ¿A qué le atribuyen este fenómeno?

A.A.: -El teatro argentino batalla contra todo y se la banca como pocos lugares en el mundo.

A.L.: -La gente necesita salir de la realidad un poco. Y nutrirse de estas cosas lindas que pasan en la ficción, que tienen tanto que ver con la realidad también. Lo que pasa es que estamos con el vidrio sucio de tanta mierda. Es así. Creo que siempre la música, el arte, nos sanan, nos entretienen... En School of Rock hay una cantidad increíble de talentos arriba del escenario. No solamente los niños, también los adultos que estamos ahí arriba. Todos estamos a flor de piel dándolo todo. Y nos pasa algo con los nenes que... ellos nos proyectan al niño que nosotros fuimos. Y nos dejan a nosotros como a flor de piel. Creo que eso se traspasa y se ve. Y gracias a Dios la gente está acompañándonos. La gente necesita el arte para seguir viviendo.

A.A.: -Necesitamos disfrutar historias que terminen bien. Un recreo a la cabeza viene bien. Está bueno que los padres traigan a niños a ver este tipo de obras, también que vengan padres sin niños o gente grande por el simple hecho de tener ganas de ver un musical. En la Argentina tenemos uno de los mejores teatros del mundo. Acá hay más de 350 obras para poder ver de lunes a domingo, de todos los géneros, desde el off a estos tanques como School of Rock.

-Por algo el teatro fue la disciplina artística que más rápido se recuperó en la Argentina cuando se dejó atrás a la pandemia.

A.L.: -En la pandemia se intentó hacer streaming y no funcionó del todo. Acompañó ese momento, pero nada de eso quedó para el teatro y la música. La gente quiere ver a los artistas en vivo. No es lo mismo ver algo a través de una pantalla que hacerlo de manera presencial.

A.A.: -La inteligencia artificial nos da miedo a todos. Claro. Pero a esto no le va a poder ganar. No le va a poder ganar nunca al vivo. Hay algo en lo humano que es imposible de reemplazar, que es intransmisible a través de la tecnología.

"Despolítica"

El embate contra la cultura

El brutal embate del gobierno nacional contra la cultura, sus espacios y sus hacedores, es una de las grandes preocupaciones de la comunidad artística argentina. Agustín Aristarán no tiene duda sobre lo que sucede. “Lo que hay es una despolítica cultural de parte del gobierno”, afirma. “Y por supuesto que estoy en contra. El nuevo gobierno tomó el camino más incorrecto de todos, que es el de batallar a la cultura. No es solamente dejar de darle recursos sino ponerse en contra de la cultura. Tiene a la cultura como si fuera un enemigo. La cultura no es un enemigo, la cultura es parte fundamental de las sociedades, porque somos lo que fuimos culturalmente. La sociedad se construye desde la cultura y desde el arte. Esto no quiere decir que lo primero que tiene que hacer un gobierno es apoyar a la cultura. No, porque si no, entramos en ese discurso tan tonto que hay ahora de que si defendés la cultura te reprochan 'entonces, vos querés que se muevan los nenes de hambre'. No, estoy diciendo eso. Estoy diciendo que ponerse en contra de los hechos culturales y artísticos es una mala jugada. No somos enemigos. El Incaa hizo cosas increíbles. ¿Podía haber gente que estaba al pedo? Seguramente. Pero el Incaa es muy importante: el cine argentino es lo que es en el mundo gracias a que existe un ente que financió un montón de cosas copadas".