Zabriskie Point

Michelangelo Antonioni

1970

En el libro compilatorio La realidad obstinada: apuntes sobre el cine italiano, el autor Luigi Volta escribe que “más que en estos personajes o en sus historias, Antonioni se fija en un espacio que se llena de colores extraños, de edificios rojos y verdes, de cientos de carteles gigantes de Coca-Cola, de televisores y de falsos paisajes pintados sobre muros”. Se refiere a Zabriskie Point, el largometraje que el gran cineasta italiano realizó en los Estados Unidos, en el punto culminante del hipismo y el comienzo de una década signada por nuevas frustraciones. La historia del encuentro entre un joven que roba una avioneta y una chica que escapa, en parte sin saberlo, de su padre, deriva en una recordada secuencia en el desierto y un clímax que, nuevamente, tiene a un caserón de arquitectura modernista, construido en altura, como enemigo simbólico de toda una generación. “Pero antes de dirigirse a Zabriskie Point”, afirma Thom Andersen, desde la voz en off de su alter ego sonoro en Los Angeles Plays Itself, “Antonioni llevó a su protagonista a dar una vuelta turística por Los Ángeles, empezando por los ahora famosos murales de la planta de envasado de carne Farmer John’s de Vernon, que más tarde aparecieron en Carrie, de Brian de Palma, y en Angel City, de Jon Jost. Su gira por esa Los Ángeles industrial termina de forma abrupta e improbable en Sunset y Rodeo. Como la mayoría de los europeos en el sur de California, Antonioni estaba más interesado en el desierto que en la ciudad. Si alguna vez te encuentras en el Valle de la Muerte en agosto oirás hablar más alemán que inglés”.

Blade Runner

Ridley Scott

1982

El clásico de la ciencia ficción de Ridley Scott es, sin duda alguna, una de las películas visualmente más influyentes de las últimas cuatro décadas. Para Andersen, “el downtown de la ciudad de Los Ángeles del futuro reapareció con fuerza en una película ambientada en 2019. Para entonces los suburbios se han mudado fuera del mundo y el esmog se ha convertido en lluvia ácida. Blade Runner ha sido llamada la ‘pesadilla oficial’ de Los Ángeles; sin embargo, esta visión distópica es, en muchos sentidos, el sueño de un urbanista hecho realidad. Por fin una vibrante vida callejera, un centro abarrotado de caminantes nocturnos. Luces de neón más allá de nuestros sueños más salvajes. Sólo un unabomber podría encontrar eso como algo totalmente repelente. Las calles están llenas de parquímetros electrónicos, pero no hay autos estacionados junto a ellos. El VTO ha sustituido al 4x4, pero no hay tráfico en el cielo. El héroe, Deckard, maneja su automóvil a casa desde su trabajo en el centro, pero cuando entra en el recinto del edificio de departamentos de cien pisos donde vive encuentra un lugar para estacionar justo al lado de la puerta principal. Por lo visto, es el único inquilino con auto. Blade Runner es fácil de criticar. Pauline Kael señaló que carece de la más mínima curiosidad por saber cómo ha llegado el mundo a ese estado en sólo cuarenta años. Harrison Ford diagnosticó sus deficiencias narrativas en una queja: ‘interpreté a un detective que no hacía detecciones’. Nadie parece ponerse de acuerdo acerca del significado de la película, ni siquiera sus realizadores”.

Barrio chino

Roman Polanski

1974

“Los Ángeles no es una ciudad que se extiende hacia afuera desde un centro, sino una serie de pueblos que crecieron juntos, unidos al principio por ferrocarriles y luego por carreteras”. Thom Andersen reconstruye la historia de Los Ángeles en el siglo XX y recuerda que cuando las películas se mudaron al Oeste, el distrito de Edendale comenzó a dejar de existir, perdido hoy en día entre Echo Park y Silver Lake. “Las películas alegaban provenir de Hollywood, aunque había más estudios de cine en Culver City, uno de los pequeños municipios independientes del lado oeste de Los Ángeles. En la edad de oro de la comedia, cuando se requería un escenario urbano, normalmente era Culver City. Edendale es el lugar desde donde Jake Gittes espiaba a Hollis Mulwray en Barrio chino. Pero Barrio chino no es un docudrama, es una ficción. El proyecto hidráulico que describe no es la construcción del acueducto de Los Ángeles diseñado por William Mulholland antes de la Primera Guerra Mundial. La película está ambientada en 1938, no en 1905. La figura parecida a Mulholland, Hollis Mulwray, no es el arquitecto en jefe del proyecto, sino su más fuerte oponente, al que hay que desacreditar y asesinar. Todos esos ecos han llevado a muchos espectadores a considerar Barrio chino no sólo como un docudrama, sino como verdadera. La verdadera historia secreta de cómo Los Ángeles obtuvo su agua. Y se ha convertido en una metáfora rectora para las críticas no ficticias del desarrollo histórico de la ciudad”. Otro ejemplo del poder del cine para permear con potencia y perdurabilidad en las discusiones de la vida real.