El número de un teléfono separaba a Alejandro Hartmann y Tatiana Mereñuk de Nahir Galarza. La persona que se los había dado también aportó una serie de indicaciones; en el penal de Paraná, en Entre Ríos, no hay celulares, no hay internet, no hay nada. Hay solamente un teléfono colgado en un pabellón. Puede atender la celadora, alguna presa o la propia Nahir. Desde un auto, los dos decidieron llamar para iniciar el largo periplo de ganarse la confianza y documentar una vida. Marcaron y esperaron. La respuesta tardó en llegar cuando apareció en el tubo una voz finita, apagada; la voz de Nahir. Conversaron un rato hasta que la chica que cumple cadena perpetua por el asesinato de Fernando Gabriel Pastorizzo dijo la frase clave que todo documentalista quiere escuchar: “Yo quiero hablar cosas”.

Alejandro Hartmann no estaba del todo seguro con la historia. Realizador de videoclips (“Abarajame” de los Illya Kuryaki tiene su sello), documentalista de películas importantes como AU3 (2010) y El nacional (2022), estrenó por Netflix durante la pandemia la serie Carmel (2020), sobre el asesinato de María Marta García Belsunce, ocurrido en 2002. La serie causó furor en los espectadores. Tejía con inteligencia y destreza distintas capas y líneas narrativas para restituir la ambigüedad de las pistas y las declaraciones. Supuso el destape de Hartmann como director de “true crime” argentinos (una categoría muy usada por las plataformas) al que sumó la película, también producida por Netflix, El fotógrafo y el cartero (2022) que narra el crimen de José Luis Cabezas.

“No es una idea original nuestra; nos llamaron” dice Hartmann en un zoom compartido junto a Tatiana Mereñuk, co-directora de Nahir: el secreto de un crimen, el documental estrenado en la plataforma Amazon. A Hartmann no terminaba de convencerle el caso. Tampoco le interesaba el mundo de los adolescentes en un pueblo, ni quería meterse con una historia que había tenido tanta repercusión en los medios. Hasta que surgió la idea de trabajar junto con Tatiana Mereñuk, guionista de varios de sus trabajos. Mereñuk, cuenta, que tampoco estuvo exenta de dudas. El caso Nahir despertaba en ella contradicciones. “Me encontré en un momento de la vida con algunas reflexiones para adentro del feminismo. y me parecía que la historia de Nahir era una manera de interpelar algunas ideas que yo venía sosteniendo desde la militancia”. La pregunta que se hizo fue: ¿Qué pasa si es verdad? ¿Si una mujer “también mata”? Una vez empezada la investigación, intuyó que detrás de la construcción mediática había una historia más personal, rota y dolorosa, plagada de aristas y de dudas.

Después del llamado a distancia, ambos viajaron a Paraná, al penal en donde Nahir Galarza cumple su condena. Para Hartmann el encuentro fue definitivo. “Cuando la conocimos, todo fue bien confuso. Todo fue más Twin Peaks. Y eso llamó mi atención.” No se encontraron con la esquizofrénica o autista de la que tanto se hablaba. Nahir era una persona normal. Las preguntas aparecieron: ¿Esa chica había podido apretar el gatillo de un arma policial? ¿Era una psicótica, una mentirosa compulsiva capaz de acusar a su propio padre? Durante el encuentro Mereñuk terminó tomada de la mano. “Me generó mucha empatía porque conecté con un ser humano”, dice. “No tocamos el tema del crimen; hablamos de ella. Cuando ves a una persona con intereses, inteligente, que dice, yo voy a estar encerrada hasta los 60 años, se te mueven cosas”.

Cuando el proyecto fue aprobado por la plataforma, viajaron a Gualeguaychú, en Entre Ríos. Filmaron a la madre en la sombra, al padre y a las amigas. Entrevistaron a abogados, periodistas y hasta un manager de imagen que apareció cuando el caso cobró protagonismo en la televisión abierta. Y fueron apenas dos días los que tuvieron para grabar dentro del penal con Nahir. Ella pidió que la dejaran elegir el maquillaje y la ropa. No quería que nadie la manipulara, como había hecho Mariana Fabbiani. El primer día, cuentan los directores, hizo mucho frío. La charla comenzó un poco trabada. Hablaron sobre generalidades; el carnaval, la dicotomía entre una Gualeguaychú conservadora y una ciudad abierta. Se metieron lentamente en su vínculo con la familia, su padre policía, el silencio de la madre, las salidas con Fernando y su relación compleja con episodios de violencia de género. Cuando aparecieron los temas densos, se dieron cuenta de que habían pasado cuatro horas.

Al siguiente día, los directores hicieron preguntas que Nahir no esperaba. Para su sorpresa ella se mostró más receptiva. Cuando entraron en la noche del crimen, “pasó algo espeluznante” cuenta Hartmann. “Nahir nos dijo, escuché una voz y me dijeron que suba a un remís. Eso nunca lo había dicho, ni siquiera en el juicio. Y lo dijo de una manera muy natural. Pensamos, acá no está mintiendo”. Desde ese momento, la entrevista entró en una zona de combate, de tire y de afloje, de presiones y de tensiones, que el espectador alcanza a vislumbrar. Porque ante cada pregunta concisa y certera (¿De quién era esa voz? ¿Quién manejaba el remis?) Nahir parece pelearse con las palabras y con las imágenes que evoca, y esas imágenes, siempre borrosas, no hacen más que abrir un sendero de dudas, ¿es verdad lo que dice? ¿Miente? ¿Crea una historia para cubrirse o encubre al verdadero culpable?.

“Nos encontramos con una persona atrapada en algo” dice Hartmann. “Y no solamente en una celda; es una prisión distinta”. A pocas semanas del lanzamiento de la serie (y de una ficción), y a pesar de sembrar dudas con respecto a la prisión perpetua que Nahir Galarza está cumpliendo en el Penal de Paraná, la Corte Suprema ratificó la sentencia, aunque nada asegura que en unos años el caso vuelva a tratarse cuando aparezcan nuevos testimonios, pruebas o una declaración más contundente de la acusada. “Nahir hizo un enorme proceso terapéutico en la cárcel” dice Mereñuk. ”Lo pudo hacer gracias a una psicóloga muy buena con quien conectó y desde hace años tiene un espacio, una terapia. Si Nahir pudo decir algunas pocas cosas en nuestro documental, creo que es gracias al psicoanálisis. Está empezando a hablar y eso es, creo, es lo único bueno que le está pasando, que no es poco”. 

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