Con el El pensamiento es productor de materia, la galería Cosmocosa se transformó en un gabinete con joyas preciadas que Oscar Bony hizo en paralelo a sus series de disparos y cielos. Son obras realizadas entre 1993 hasta sus últimas piezas, que llevan el ADN del artista y que fueron expuestas hace décadas o, en algunos casos, no hay registro de que alguna vez se hayan exhibido. Se incluye una de las piezas que el artista hizo antes de su muerte en 2002. “Estas piezas exploran la materia y coquetean tal vez con una recuperación del informalismo matérico y del arte destructivo como imágenes de representación, con Lucio Fontana y Alberto Greco como referentes, ofreciendo una mirada única y reveladora del proceso creativo de Bony”, señalan desde la galería. La exhibición, que permite acercarse a las distintas aristas de este excepcional creador que una y mil veces conjuró la muerte, incluye obras de las series Cielos, Suicidios, El triunfo de la muerte y De amor y violencia, en diálogo con obras únicas producidas en paralelo.

“El pensamiento es productor de materia” es el nombre de una pieza compuesta por una pequeña caja con terciopelo que lleva una gran mariposa disecada extendida, oscura, y sostenida con un alfiler, y una placa grabada en bronce con la frase que da título a esta muestra. Hay también dos piezas ovaladas, baleadas, hechas con placas de metal corroído por ácidos y orina, que el artista hizo en homenaje a Lucio Fontana. Los unía un fuerte vínculo: Bony consideraba que Fontana abrió con su tajo un horizonte, una dimensión metafísica, como el de sus retratos baleados. No se trataba sólo de una ligazón formal o estética como la perforación de la bala o el tajo de la tela: Bony siempre se sintió muy identificado con su obra y, además, estaba convencido en que la horizontalidad de la pampa definió aquel tajo de Fontana. “Yo tengo una gran admiración y como una deuda con Fontana porque me interesa esa posibilidad de entrar a un espacio metafísico”, afirmó.

Amor pasional, 1993

Cuando Bony se fue del Di Tella, tras presentar “La familia obrera” en Experiencias visuales 1968, abandonó el arte por siete años. Aquella obra marcó el conceptualismo político: un cartel al borde de la tarima, donde permanecían sentados durante horas los miembros de una familia tipo, indicaba que el artista pagaba a sus modelos el doble de la suma que el padre ganaba por tiempo equivalente en su trabajo habitual. Luego, cuando Bony retomó el arte, se dedicó a la pintura y a la fotografía. A mediados de los setenta realizó su serie de pinturas hiperrealistas conocida como Los cielos. Luego, tras el asedio policial que sufrió a causa de su serie de fotografías eróticas, decidió exiliarse en Italia, entre 1977 y 1989. Algunos de sus trabajos eróticos se exhibieron en 2021 en la galería Walden. “De las 18 series de Eróticas la mayoría corresponden a desnudos explícitos, marcados, fragmentados, alucinantes, amplificados, deformados, representaciones rotas y márgenes suculentos en sus mezclas y visiones. Son claros casos, en parte, de pornografía. Arte erótico y pornografía no son opuestos”, escribió Marcelo Pacheco en el texto del libro que reúne unas 370 fotografías.

Bony fue el fotógrafo de rock de la época, hizo la portada de discos y afiches para grupos como Almendra, Manal, Arco Iris, Los Gatos y La Joven Guardia. Creía que “el artista asume una responsabilidad: la de redefinir cada vez la naturaleza del arte teniendo en cuenta su tiempo”. Hay en la muestra obras de sus series con disparos. En su casa taller, con los oídos tapados para evitar el sonido de los balazos, Bony empuñaba el arma con guantes para no dañarse y disparaba sobre una columna en la que colocaba maderas para amortiguar el impacto del proyectil. “No me tiembla el pulso cuando empuño una 9mm. Negra, huele a grasa animal. Máquina de precisión, el mayor calibre de arma de guerra maniobrable con las manos”, señaló. “La mano me suda pero, aún así, no me tiembla”.

Puso en escena su propia muerte. Consideraba que el suicidio no era un acto de cobardía, sino una forma de hacer frente a las contradicciones de la realidad, a la escasa vida espiritual que les tocaba a algunos. Disparando contra su propia imagen hasta astillar una o varias veces su figura bajo el cristal, Bony logró tensar el dispositivo estético convirtiéndose en suicida y verdugo. Imposible olvidar estas piezas que quedan clavadas en la retina. “Estoy haciendo cosas para que queden después de mi muerte”, dijo. “Para eso hago suicidios. La posibilidad de desaparecer me aterra. Tengo la impresión de que todos los que de algún modo estamos vinculados con el arte, artistas, teóricos, o el público, hemos pensado alguna vez en el suicidio. No creo que una persona sensible frente a la realidad no lo pueda haber imaginado para sí misma”. En 1994, en su exposición individual en Filo, Bony presentó por primera vez algunas obras baleadas. De aquel grupo se exhibe en la muestra uno de sus primeros objetos baleados nunca antes expuesto: una ventana en miniatura, baleada y quemada.

También se exhibe una obra típica de la serie De amor y violencia: la palabra “Utopía” detrás de un vidrio baleado, en marco dorado y “Seis disparos de revolver”, junto con “Plomo sobre plomo”, de la misma serie. En “El mundo y mi destino me llevan a Dios” y en “Cordero místico”, el disparo, señala Amparo Díscoli, codirectora de la galería Cosmocosa junto con Teo Díscoli, aspira a la trascendencia: son dos crucifixiones contemporáneas. En “Cordero místico” se evidencia la transfiguración del hombre en espíritu. Esta es una de las dos piezas de toda la producción del artista en que la figura del hombre está representada por una sombra, en el resto de las obras la figura baleada es el propio artista. “El mundo y mi destino me llevan a Dios” es un torso masculino hecho con resina y atravesado por una serie de flechas. La imagen puede aludir tanto a la crucifixión de Cristo como a la representación de San Sebastián. “Bony era muy religioso pero nunca quiso sonar clerical, por eso sus obras se ven tan contemporáneas”, indica Díscoli. Al lado de “El pensamiento es productor de materia” se exhibe una gran pieza hecha con cuero tensado sobre la que se ve una huella dactilar hecha con plomo. Una imagen que alude a nuestra identidad nacional: violencia marcada en la propia carne.

El pensamiento es productor de materia, 1997

El pensamiento es productor de materia se puede ver en Cosmocosa, Montevideo 1430, PB. De lunes a viernes, de 14 a 19. Hasta el 31 de julio. Gratis.