La parte acuática del mundo
Los comienzos de algunas novelas son una declaración de intenciones. Por eso, la frase inicial de Moby Dick representa un desafío al momento de ser traducida. “Call me Ishmael”. “Llamadme Ismael”, a pesar del mayestático, es la traducción directa. Pero en inglés, cuando alguien da el nombre, no dice “call me”, sino “my name is” o “I am Ishmael”. Algunos traductores han propuesto frases como “Pongamos que me llamo Ismael” dando a entender que ese no es su verdadero nombre. César Aira también metió la cuchara y sugirió que la traducción correcta sería “Podéis tutearme”. Pero todas estas disquisiciones naufragan bajo la belleza de esa ballena blanca devenida arte gráfico. Porque Draw me Ishmael: The Book Arts of Moby Dick es el nombre de la primera exposición centrada en las artes del libro de los cientos de ediciones publicadas en torno a la novela. Organizada por The Peabody Essex Museum –que está ubicado en Salem, Massachusetts– incluye copias de más de 50 libros. También ilustraciones, diseños de encuadernación y tipografía e incluso, estructuras físicas desplegables. Extraída casi en su totalidad de la colección de la Biblioteca Phillips, una de las más grandes del mundo, el museo no está interesado en la grandilocuencia sino que, de una manera casi íntima, explora décadas de enfoques creativos para interpretar la novela visualmente en forma de libro. “La idea es arrojar algo de luz sobre la inspiración original de Melville e incluirá una actualización a través de libros de artista recientes, novelas gráficas y libros emergentes”, explicaron las autoridades. Incluso, hay una colección de “Emojis Dick” que son eso: emojis. La muestra tiene una primera edición de 1851 pero también una de las más suntuosas. Hecha por Chaim y Susan Ebanks, la cubierta de cuero blanco remeda el lomo de la ballena, con un ojo lateral confeccionado en vidrio, sobresaliente. Desde algún lugar, Moby Dick nos sigue mirando. Y esa mirada no necesita traducción.
Las uvas de la ira
Sobre el final del período cretácico, unos 66 millones de años atrás, un asteroide del tamaño de una ciudad estalló con la Tierra. Un nuevo estudio sugiere que eso fue una doble bendición para nuestra especie. No sólo determinó la extinción de los dinosaurios y en consencuencia, la posibilidad de expansión de nuestros ancestros mamíferos sino que además, nos regaló el vino. Sucede que en la zona donde actualmente se encuentran Colombia, Panamá y Perú, fueron encontradas uvas fosilizadas. La teoría considera que las uvas solo pudieron echar raíz una vez que los dinosaurios fueron borrados del mapa. “Estas uvas son las más antiguas halladas a este lado del planeta pero sin embargo, son un poquito más jóvenes que las halladas en India Central”, explica Fabiany Herrera, investigadora de Field Museum de Chicago. Herrera comentó que el frío que cubrió la Tierra no pudo ser resistido por los dinosaurios pero sí por los mamíferos. Las plantas, por su parte, cambiaron su composición y se regeneraron. “Los dinosaurios andaban por ahí y se llevaban puestos los árboles. Cuando se extinguieron, los bosques pudieron ser más frondosos y dieron lugar a plantas trepadoras como la vid”, agregó. Ahora que las personas andamos a puro desmonte y destrucción de ecosistemas, podríamos ponernos a pensar si la extinción de las uvas y en consecuencia, del vino, no sería una verdadera calamidad. Aunque quizás las plantas se las arreglen mejor cuando nosotros ya no estemos.
Rasguña las piedras
Si varias generaciones se encerraban en sus piezas para escuchar The Dark Side of The Moon y flashear con esos sintetizadores y esos retazos de sonidos que parecían llegados de un lugar imposible, no es raro que los chinos se hayan tomado el asunto al pie de la letra. Porque para esta gente, nada es imposible. Y para demostrar que ellos estuvieron, literalmente, en el lado oscuro de la luna, han vuelto a la Tierra trayendo algo que no dudaron en llamar “un preciado regalo”. Se trata de piedras, objetos de rotunda e inequívoca consistencia traídos de una zona tan remota como mítica. La sonda china Chang'e-6 aterrizó en suelo lunar el 2 de junio. El robot recogió alrededor de dos kilos de material tras descender en la cuenca Aitken del Polo Sur (APS), uno de los cráteres más grandes que se conocen en el Sistema Solar. Chang'e-6 pasó dos días juntando rocas y polvo, valiéndose de un brazo mecánico y un taladro, en una hazaña celebrada por la comunidad científica internacional. Finalmente, por esto días aterrizó en los desiertos de Mongolia Interior trayendo sus regalos. China es el único país que ha llegado a la cara oculta de la Luna. Lo logró por primera vez en 2019, en la cuarta de las seis misiones de exploración lunar. “La misión Chang'e-6 representa un hito y contribuirá a una comprensión más completa de la evolución lunar", afirmó Yang Wei, investigador del Instituto de Geología y Geofísica de la Academia China.
Muchacho punk
Bertolt Brecht era un muchacho punk. No solo por haber descripto su obra ideal como una que pudiera “cortarse en piezas individuales, que aún siguieran siendo plenamente capaces de vivir” sino porque fue capaz de llevar su ansia de protesta y cuestionamiento del status quo también a unos pequeños y flamígeros collages pegados entre sí, que se exhiben por primera vez. Y que no son otra cosa que auténticos fanzines que cuestionaban y parodiaban el régimen nazi. La exposición que se exhibe en Raven Row, en Londres, se llama brecht; fragments, (sí, todo con minúscula). Comisariada por el Archivo Bertolt Brecht de Berlín es la muestra más extensa hasta la fecha del material visual que el dramaturgo recopiló a lo largo de su carrera, desde fotografías de diarios y revistas hasta fotocopias de pinturas medievales e imágenes del teatro chino. La mayoría de las imágenes de Raven Row fueron encontradas y recopiladas durante los años de exilio de Brecht. Por temor a la persecución, abandonó Alemania el 28 de febrero de 1933, el día después del incendio del Reichstag. Cuando los nazis quemaron sus libros, Brecht y su familia ya estaban instalados en una isla danesa en el Mar del Norte, desde donde finalmente llegó a Estados Unidos. Parece que Brecht usaba estos fanzines, que parecen el arte de tapa de cualquier banda postpunk, como extensión de sus obras profundamente políticas. Por ejemplo, en The Resistible Rise of Arturo Ui, de 1941, el dramaturgo explora el camino hacia el poder tomado por un mafioso ficticio de Chicago parecido a Hitler. La exhibición de ahora incluye un texto mecanografiado de la obra ilustrado con 24 fotografías, incluido un fotomontaje que yuxtapone fotos y noticias de gánsteres y funerales de la mafia con tomas de Hitler y sus acólitos. Lo que queda claro de las fotografías que Brecht recopiló es que estaba fascinado por los gestos y por cómo se podían utilizar y abusar de ellos. Vemos gente pidiendo comida, soldados abrazando a sus seres queridos antes de partir hacia el frente. La tesis de los dictadores como gánsteres también está en todo el álbum BBA 1198. Una página establece paralelismos con la idealización que los medios hacen de Bonnie y Clyde (“Bonnie Good Girl Gone Wrong, Mother Says”, se lee en el titular recortado por Brecht). Otro, de una publicación nazi, retrata a Hitler y Goebbels como parias un poco chiflados, sorprendentemente parecidos a los gobernantes de hoy, en esta zona del mundo.