“¡Eso, eso, eso, eso, eso!”.
El Chavo del Ocho.

“Esso es servicio extra”.
Eslogan publicitario de la petrolera Exxon en los 60-70.

Comentaba la semana pasada mi sorpresa cuando me enfrento a profesionales coetáneos que la están pasando muy mal y –con una resignación más digna de México en la Copa América que de un país que glorifica los laureles que supimos conseguir– dicen: “Bueno, pero qué querés, había que salir de ahí, había que terminar con eso”.

Mi perplejidad, ya sospechará usted, querido lector, iba en aumento, ya que la respuesta no le daba una nominalidad representativa y unívoca a “aquello de lo que había que salir” y ni siquiera era adverbialmente precisa, ya que “allí” viene a ser un lugar, sea el que fuera, mientras que “eso” es la esencia misma del objeto (si lo sabrá Stephen King, que titula justamente Eso [It] a una de sus novelas más escalofriantes).

Para evitar, justamente, terrores nocturnos que me remitieran a fantasías “stefenkinguianas”, atiné a interlocutarlos acerca de la consistencia real, simbólica o imaginaria de ESO, y, ya que estaba y al solo efecto de quedarme más tranquilo, la referencia geográfica de AHÍ (donde debía estar ESO) para al menos indicarle a mi GPS mental las coordenadas correspondientes de manera de poder eludirlo siempre que estuviera cerca y no caer AHÍ, en las garras de ESO, que debía ser una verdadera monstruosidad si mis referentes preferían al mismísimo pubertario.

Se miraron entre ellos. No terminé de discernir si la sola idea de tener que hablar del tema los aterrorizaba; si pensaban que yo mismo era un ser de ingenuidad absoluta y por lo tanto proclive a caer AHÍ, en las garras de ESO; o si, todo lo contrario, yo era –si no un pseudópodo– una evaginación del mismísimo ESO y me había deslizado, desde AHÍ (quedara donde quedara) hasta donde ellos estaban, a fin de capturarlos y llevarlos AHÍ, donde estaba ESO de lo que creían haber logrado huir.

Me costó recordar que se trataba de viejos conocidos, personas con las que a lo largo de los años habíamos coincidido en penas propias, vaquitas ajenas y bueyes perdidos; que su imagen corporal era la de unos ciudadanes comunes y corrientes, a decir verdad más corrientes que comunes en estos tiempos velocirráptors en los que estamos discurriendo. Ellos, a su vez, no entendían que para mí no fueran obvios el ESO y el AHÍ. Pero tampoco contaban con las palabras adecuadas para incluirme en la multitud que, como ellos, la está pasando horrible, pero no quiere volver AHÍ.

De todos modos, intentaron algún tipo de balbuceo: "Bueno, viste, la cosa no daba para más, había que cambiar, no llegábamos a fin de mes [y eso que “fin de mes” era el 30 de cada mes, no como ahora que es el 10]; no teníamos futuro [no como ahora, que no tenemos presente y estamos discutiendo a ver si nos dejan un poco de pasado, aunque sea el pluscuamperfecto de subjuntivo]; los chicos se querían ir [no como ahora, que se quieren encerrar en su habitación, su celular, sus auriculares o su cerveza]; había mucha corrupción [no como ahora, que no está quedando nada ni para afanar]; y uno temía que en cualquier momento la cosa se pusiera violenta [no como ahora, que “ya se puso”].

Siguieron enumerando una serie de hechos, temores, terrores e incertidumbres que, cuanto más lejanas las mostraban ellos, más reales, concretas y cotidianas las veía yo. Tuve ganas de decirles: "Muchachi, querides, se equivocaron de bondi, o en todo caso, tomaron el bondi correcto, pero de la mano equivocada. Yo no sé lo que es ESO, pero mucho me temo que, lejos de alejarse, casi casi que se están metiendo en la boca del león; ¡plis, porfi, bájense ya del bondi pubertario, y tómense uno Nac and Pop!".

Tenía ganas de decirlo, pero no lo dije. Primero, porque el bondi está carísimo y no sé si podían pagarlo entre los cuatro que eran; segundo, porque si les decía que ESTO es ESO, me iba a tener que hacer cargo de sus terapias, antidepresivos o lo que fuera; tercero, y lo más lamentable, porque no estoy para nada convencido de que el bondi que se anuncia “Nac and Pop” lo sea realmente, si no fue comprado por una empresa que le cambió el recorrido. Así que pedimos un café para los cinco y terminamos la fiesta en paz.

La noche está en pañales, querido lector, y hay que mirarlos a cada rato, porque huelen feo.

INVITACIÓN ESPECIAL A LECTORES, LECTORAS Y AL LECTORCITO NOVEL. Para que entre todos y todos, cooperativamente, podamos entender qué era ESO, les pido que recuerden frases comunes y expresiones antiguas o nuevas que incluyan la palabra "eso". Por ejemplo: “Tú tienes, eso, eso, eso / que me tiene preso, preso, preso” (Eso, los TNT, los 60). Apelo a vuestra memoria. Para que nadie se sienta afuera, valen también expresiones con “ESA” y con “ESE”. Espero vuestros comentarios (al pie de esta nota o, si no están suscriptos, por mail a [email protected] (At: Rudy). Gracias.

Sugiero acompañar esta columna con el video de Rudy Sanz “Mr Jones, pequeña semblanza de una familia argentina actual”, parodia de aquel legendario tema de Sui Generis: