Miles de debates contemporáneos intentan delimitar y conceptualizar la especificidad propia de las ultraderechas actuales. Obviamente son múltiples y heterogéneas y se definen por estar alejadas, al menos en muchos aspectos, de los nazismos y fascismos históricos.

Sin embargo hay un aspecto donde sí habría que hacer un alto y observar este fenómeno desde un cierto lugar donde convergen aquellos fenómenos históricos con la escalada ultraderechista mundial de matriz neoliberal, o en un sentido más preciso, con una época como la que se presenta, donde el capitalismo ha logrado subsumir integralmente a la vida de los seres humanos con los dispositivos que producen  incesantemente distintos cambios antropológicos. El principal de todos esos cambios es el siguiente: tal como lo afirmaron Giorgio Agamben y José Luis Villacañas, el capitalismo actual ya no está en condiciones de producir sujetos pertenecientes a las lógicas de los derechos humanos. Han sido borrados del Estado de Derecho.

De ahora en más y de forma cada vez más acelerada habrá distintas modalidades de producción de "nuda vida", a saber, vidas sin amparo, sin duelo, radicalmente precarias, reducidas a una pura subsistencia biológica y sin derecho alguno a encontrar un lugar en el deseo. El erotismo va quedando solo para los que no tienen que luchar por sobrevivir. Mujeres paupérrimas, migrantes de a miles muriendo en las fronteras, niños repartidos por instituciones en pleno caos organizativo, minorías apaleadas. 

Es evidente que el capitalismo, y ya lo está poniendo en práctica, elige un destino de tipo concentracional en nuevos tipos, con otras modalidades que los del Lager del Tercer Reich. Pero sin duda se marcha hacia ese mundo donde entre el Capitalismo y la Democracia se van rompiendo las últimas costuras.

Es la voluntad de Poder realizada por la fusión del Capital y la Técnica la que exige la reducción de las vidas sujetas aún al Derecho a que sean expulsadas a la vida de las necesidades fisiológicas. La ultraderecha, en sus distintas versiones, es la vanguardia de este proceso que está reinventado un nuevo modo de exterminio a partir de un simulacro de una soberanía "democrática".

Las ultraderechas no son, como suelen afirmar algunos, ni antiglobalistas, ni nacionalistas, en su esencia o bien quieren exterminar a los pobres y migrantes o reconducirlos a un régimen de explotación preindustrial que los inhabilite para la experiencia de lo político. Por otro lado, hay miles de habitantes de este mundo y sus representantes políticos que ya perciben, o simulan percibir, a la presión fiscal como una dictadura comunista.

Salvo que se emplee como un arma más contra los pobres. ¿Puede la constitución de lo nacional y popular servir de freno de mano de esta nueva extensión de la catástrofe?