Corrían los años 70 y Humahuaca resultaba un paraje bastante pequeño del norte argentino, donde sus habitantes aún no convivían con la gran explotación turística. Los foráneos que se atrevían a la aventura más bien eran aquellos que buscaban una forma de vida alejada del sistema.

Es en este contexto que, junto a su familia, arribará Raúl Prchal, un personaje nacido el 29 de marzo de 1942 en Munro, Provincia de Buenos Aires, y que con el correr de los años comenzó una búsqueda personal que lo llevó en los años 60 hasta la provincia de Córdoba, donde conoció a un discípulo de Gandhi llamado Lanza del Vasto.

Sumergido en una experiencia de búsqueda constante, será que por esos años conocerá por primera vez la Quebrada de Huamahuaca, y si bien no se afincará, aquella imagen le quedará grabada para toda su vida. Luego emprenderá viaje hacia Uruguay buscando comunidades de vida alternativa, y más tarde llegará a Francia, donde se instalará por dos años en la Comunidad el Arca.

Allí las prácticas le resultarán un tanto opresivas y dirigidas, por lo que abandona la Comunidad y enprende viaje a España, donde descubre y abraza las ideas del anarquismo. Con este convencimiento, y gracias a la lectura de los clásicos de aquella vertiente política (Tolstoi, Bakunin, Thoreau, entre otros), regresa a la Argentina.

La Huayra Huasi en sus primeros tiempos. Año 1976, aproximadamente (Imagen: gentileza Facundo Rivarola).

Con aquel recuerdo de los años 60 vuelve a Humahuaca el 1 de enero de 1975, consigue un terreno en un barrio aún desolado donde comienza una aventura que fue mutando con el tiempo en sus formas y maneras, viviendo y conviviendo en una casa-espacio por la que transitaron muchas personas con experiencias distintas. Sin embargo, todos recuerdan ese paso como algo singular en sus biografías de vida.

Una de las tantas personas que transitó por aquella casa-comunidad denominada Huayra Huasi por el mismo Prchal, es Facundo Rivarola, quien sin proponérselo fue director de un documental que retrata la vida de este personaje en una pieza fílmica titulada “La realidad no existe”, una de las frases de cabecera del soñador de Humahuaca.

“Cuando tenía 19 años pasé por lo de Raúl como otras tantas personas y eso me hizo un click en la vida, tanto en cosas prácticas como en capas más subterráneas de mi ser. Evidentemente, fue una persona que siempre tuve en cuenta y fue muy inspiradora. De hecho en muchos de mis viajes, de los pocos objetos que llevaba conmigo una era una foto con Raúl que tenía entre mis cosas”.

Así comienza el relato el director del documental, quien logró compilar gran cantidad de material, de archivo y testimonios, de la vida de Prchal y su casa llamada Huayra Huasi. “Cuando Raúl llega al terreno de Alto Independencia en Humahuaca, en ese momento estaba pelado, no era un barrio como es hoy en día, fue una de las primeras casas que se hicieron. Ahí llega con su familia, y otras familias más, para armar una comunidad”. Sin embargo, los planes de Prchal cambiarán lentamente cuando al poco tiempo las familias que lo acompañaban abandonan el proyecto y, tiempo después, se separará de su mujer quedando solo, “Es un momento muy duro donde queda muy desganado”, comenta Rivarola.

Facundo Rivarola, director del documental. 

En la película surgen testimonios de aquel tiempo en los que se remarca como fue sucediendo la transformación de Prchal, desde la idea de comunidad con amigos y familia, para luego virar a una vida solitaria. “Era una casa hermosa pero la destruyó por completo, sacó todos los servicios y la convirtió en otra cosa, él estaba muy deprimido”, afirma uno de los tantos testimonios del documental.

“Al poco tiempo llegan unos viajeros buscando un lugar para quedarse y alguien les dice que hay un tipo que tiene una casa con habitaciones y que vivía solo”, cuenta Rivarola, y agrega: “con el tiempo empiezan a llegar más personas y él ve que quizás con un flujo de gente y sin tantas reglas, podía armar una comunidad como alguna vez soñó. Con el tiempo la terminará llamando ‘comunidad anarquista transitoria’”.

Aquella comunidad que se fue organizando tenía más que ver con el anarquismo trashumante que bordea lo “linyera” como forma o método de vida fuera del sistema, un transcurrir despojado de los servicios básicos como luz, gas, telefonía celular y tecnología en general. Era así como se vivía en la lúgubre Huayra Huasi.

Prchal en la puerta de la Huayra Huasi (Imagen: fotograma del documental, gentileza Facundo Rivarola).

Había un Raúl de noche y otro de día”, coinciden varios testimonios del documental. Por las noches Prchal se transformaba en un actor-bufón-cantante-poeta regado de alcohol, pero en cuanto el día comenzaba a surgir, se lo podía ver revisando y corrigiendo escritos, instalado en su máquina de escribir en franco proceso creativo.

“Él decía que vivía de una forma real sin conectarse con un montón de cosas que no necesitaba, sin necesidades ficticias, algo que resulta muy interesante. Era un lugar donde caía todo tipo de gente, era un importador de locos”, comenta entre risas Rivarola. “Generaba un flujo de locos gigante, pero hay que decir que también nucleaba mucha gente del lugar”, algo que aparece como una constante en los relatos del documental, mixtura de nativos humahuaqueños y jóvenes mochileros de las grandes urbes.

(Imagen: fotograma del documental, gentileza Facundo Rivarola). 

Por la puerta de la Huayra Huasi podían entrar tanto músicos consagrados como Ricardo Vilca, como adolescentes porteños en búsqueda de experiencias lisérgicas. Chamanes, escritores, borrachos varios, escritores, o cualquier otro tipo de persona que llegaba para curiosear la vida en el Castillo de Adobe, como llamaba también Prchal a su hogar comunitario.

“Él detestaba que su pueblo se vaya transformando en una cosa turística que la gente va a visitar una tarde y se va. De hecho, era muy respetuoso de la cultura del lugar, algo que se ve en varias escenas del documental”, afirma Rivarola. “Raúl trata todo el tiempo de compartir la cultura del lugar con los 'pendejos' que venían todo el tiempo. En agosto celebraba la Pachamama, abría su apacheta, hacía sus rituales como forma de transmitir”.

Este sincretismo o manera de querer ser puente entre “los aterrizados” que llegaban a su casa y la cultura quebradeña, es una tensión que llevará durante toda su vida. “Vivía en la contradicción entre ser distinto y ser parte de la comunidad, de hecho, se jactaba de ser padrino de niños de Humahuaca, algo que repetía siempre”, cuenta otro testimonio de la pieza fílmica que retrata su vida.

En esa misma línea se puede ver y escuchar en el documental otra cuestión que realmente lo movilizaba y ponía contento, y era cuando estudiantes del pueblo lo venían a consultar por dudas escolares, “andá a verlo al viejo loco que vive allá arriba (por el barrio Alto Independencia) que sabe mucho. Eso a él le hacía feliz, y no tanto los aduladores de la ciudad”, remarcan testimonios de aquellos que lo conocieron.

La película de Facundo Rivarola es totalmente vivencial, y a través de ello permite al espectador sumergirse en la vida de Prchal y la Huayra Huasi. El vaso de alcohol en la mano como una constante, la suciedad de un ambiente enturbiado y los pasajeros temporarios durmiendo en cualquier rincón de la casa, convierten el contexto en una predica del despojo de un hombre al margen de la sociedad y que al mismo tiempo, caminaba sobre los bordes.

También aparece el lado creativo de un Prchal gran productor de textos, con nueve libros escritos, y la vida como un juego teatral de expresión y prédica constante, “decía que la realidad es lo que a vos te cante, que podés moldearla y armarla, y que si querés salir del sistema, lo podés hacer”.

La historia de Prchal tiene infinitas aristas para abordar, tantas como la gente que pasaba, o las cosas que sucedían en la Huayra Huasi, ya que dentro de sus muros se vivía una especie de microclima o microcosmos, porque en definitiva, como coinciden muchos de los que pasaron por su casa, “la Huayra era una aventura”.

Una de las voces del documental deja una frase que surge como síntesis: "Si algo hay seguro es que lo que pasaba allí adentro, nada tenía que ver con el mundo de afuera. Las vivencias y hasta los problemas eran otros. Algo así como un mundo paralelo".