Uruguay se clasificó para las semifinales de la Copa América al eliminar por penales a Brasil en un caliente clásico disputado en Las Vegas. El 0-0 en los 90 minutos fue un reflejo de lo ocurrido en el campo, aunque la clasificación uruguaya resultó un premio para su mayor ambición y su capacidad para minimizar los 20 minutos que jugó con diez por la expulsión de Nández.
El encuentro expuso de entrada los momentos de ambos equipos: Uruguay, confiado y con identidad, salió imponer condiciones. Enfrente, Brasil, con dudas y escaso de talento como pocas veces, optó por cuidarse y respetar demasiado a su rival. En esa pulseada de estilos, el desarrollo se decantó para lo que pretendía el conjunto brasileño.
Entonces, el juego se hizo trabado, con mucha lucha en la mitad de la cancha y pocas ocasiones de riesgo, aunque la iniciativa era uruguaya. Incluso, por arriba, el equipo de Bielsa generó peligro a través de Olivera y dos veces Núñez, que en la segunda falló de manera increíble al pifiar el cabezazo y golpear con el hombro desde una posición inmejorable. Lo mejor de Brasil fue una corrida de Raphinha que tapó Rochet, en una acción que nació de un pelotazo largo de Alisson, una prueba de lo poco que pudo generar el conjunto de Dorival.
Poco cambió en el arranque de la segunda mitad, con Uruguay buscando la iniciativa y un Brasil replegado a la espera de alguna corrida de Raphinha. Pero con tanta presión y celo por los hombres creativos, el desarrollo siguió cerrado y sin emociones, más allá de algunos disparos desde lejos del conjunto celeste.
La expulsión de Nández por una fuerte infracción sobre Rodrygo cambió las intenciones para el último cuarto de hora. Pero todas las limitaciones de Brasil quedaron expuestas y Uruguay llegó a los penales sin mayores sobresaltos. Allí, entre Rochet, la efectividad de sus pateadores y el palo sepultaron las ilusiones de un Brasil muy pobre.