Como nunca desde diciembre último, el clima político se asentó en que el Gobierno ya no tiene respuestas convincentes. Va mucho más allá de que el Pacto de Mayo pasó a un 9 de Julio desvencijado, de que el Presidente ratifica apoyarse en sus bufones de X y de los/sus medios tradicionales y de que el respaldo de “los mercados”, tras aprobarse la ley Bases, no fue lo que el oficialismo aguardaba.

Es fútil detenerse en si la horrorosa conferencia de Caputo Toto y Santiago Bausili fue, acaso, un factor determinante. Aparecieron para transmitir tranquilidad y produjeron exactamente lo inverso. Para “la gente del común” hablaron en sánscrito. Y para los grandes jugadores quedó claro que, por fuera de inventar que el Banco Central y el Tesoro son cajas distintas -en todo caso serían diferentes- carecen de instrumentos confiables.

En el último trabajo del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (CESO), que dirige Andrés Asiain, resaltan ocho ítems sencilla y contundentemente descriptos:

  • El plan económico de Caputo va llegando a su fin, sin el ingreso de nuevos dólares que hagan sostenible el ancla cambiaria.

  • La alternativa que se baraja es un programa económico más ligado al perfil de Federico Sturzenegger, coincidente con lo recomendado por el FMI.

  • La “transición” del programa económico se da en un escenario en donde las variables de la economía real caen significativamente.

  • A la caída del salario, en el primer semestre del año, se le suman un significativo aumento en el nivel de desempleo y simultánea caída de la actividad.

  • En su último documento técnico, el FMI sugirió eliminar el “cepo” y modificar la política cambiaria hacia un esquema de libre flotación. Es la política que en Argentina suena a devaluación.

  • Bajo el argumento de que la disciplina fiscal es suficiente para sostener el dólar sin una disparada, incurrir en este camino puede terminar disparando las tasas de inflación, hiriendo de muerte al proyecto político libertario.

  • La decisión de otorgar o no un nuevo financiamiento a la Argentina, y condicionalidades exigidas, serán elementos que darán al FMI el rol de juez en esta disputa por el mando económico.

  • En cualquier caso, no vemos lugar para una pronta recuperación de la economía.

Los primeros siete puntos son una descripción objetiva del escenario. Quizás corresponda exceptuar al inicial, porque tiene la salvedad de que el ministro de Economía -o, en rigor, la expectativa que pueda suscitar Milei, mientras continúa insultando y enemistándose con medio mundo local e internacional- finalmente sí consiga los dólares necesarios para seguir tirando ¿hacia dónde?

Dependerá, casi en forma exclusiva, de si el Fondo Monetario resuelve soltarle la mano. O bien, si persistirá en agarrársela por un tiempo o tiempito debido a las razones, incluso “burocráticas”, que hasta ahora lo llevan a sostenerlo.

El Fondo, después de todo, también está engrampado con las consecuencias del crédito delirante que le otorgó a Argentina durante Macri, violando su propio estatuto. Pero, a la par, cabe otra reiteración: este culo del mundo dispone de recursos naturales demasiado atractivos, pero en el actual tablero geopolítico mundial no figura ni a placé.

Acerca de esto, se sugiere tomar nota de que, en los seis meses de Milei, casi una decena de empresas extranjeras ya dejó el país (ver la nota de Raúl Dellatorre, este viernes, en Página/12).

“Lo llamativo es que, pese a la tendencia marcada del Gobierno por favorecer al capital extranjero, incluso con prebendas exageradas y por encima de las demandas de esos potenciales inversores, en muchos casos prevalece la decisión de no quedarse ante la inestabilidad que entienden prevalecerá en la economía argentina. Perciben, además, el debilitamiento en la capacidad de consumo del mercado interno, que le hace perder atractivo a los negocios en Argentina”.

El paradigma más renombrado de estos días, entre los sectores más o menos informados, es el de la multinacional estadounidense Procter & Gamble. Transfirió sus operaciones a un fabricante local, Newsan, de la familia Cherñajovsky que, su vez, maneja Tierra del Fuego a través de las exenciones impositivas junto con Caputo Nicky, que es pariente de Caputo Santiago y primo de Caputo Toto.

Ese conglomerado familiar, al que podría sumarse el propio Macri en tanto Caputo Nicky como “su amigo del alma”, se queda entonces con la operatoria de primeras marcas como Gillette, Pampers, Pantene, Always, Oral-B y Ariel.

Pero no es lo único porque asimismo hubo la cesión de los activos del HSBC a favor del Banco de Galicia, así como los negocios de Xerox pasaron a otro grupo local, Datco, en marzo. Otra que arma las valijas es la canadiense Nutrien, que produce fertilizantes para el campo.

Se agregan dos petroleras que operan aquí y que ya manifestaron su intención de irse de Argentina: la chilena Enap y nada menos que la norteamericana Exon Mobil, mientras la brasileña Camargo Correa puso en venta el paquete de control de la cementera Loma Negra.

Es cierto que este proceso no arrancó ahora, sino que se viene dando durante los cuatro años del gobierno de Alberto Fernández. O de los Fernández, si se prefiere. Y que forma parte del fenómeno global de relocalización inversora de las grandes corporaciones, que se van donde les conviene.

Pero, como asimismo señala Dellatorre, lo notable es que la política prebendaria de Milei hacia el capital extranjero no parece haber cambiado el sentido de la ola.

Se trata más bien de todo lo contrario porque, sobre mojado llovido, el modelo estrafalario de Milei no presenta una sola perspectiva de reactivación en el mercado interno, como para que las corpos siquiera duden en su decisión de irse yendo del país.

Aquí volvemos al último aditamento del informe del CESO, en torno a que no hay manera de ver lugar para una pronta recuperación de la economía.

Si fuera así y el derrumbe de prácticamente todos los indicadores económicos no tiene forma de parar, incluyendo que no sólo no ingresan dólares sino que los previstos tampoco alcanzan porque “el campo” está sentado sobre sus silobolsas esperando una devaluación, en efecto la única carta que le quedaría al Gobierno es su nuevo Ministro de Destrucción del Estado y que el FMI se dé por parcialmente satisfecho.

La parábola es espectacular como símbolo de las (in)capacidades de una clase dominante que vuelve a no llegar, ni por asomo, a la estatura de dirigente.

En el macrismo echaron a Sturzenegger para consolidar a Caputo, y hoy reducen a Caputo al mero rol de secretario de Finanzas para volver a ubicar a Sturzenegger en rol principal.

Atención los olvidadizos: es el mismo Sturzenegger que en 2001 fue secretario de Política Económica del gobierno de Fernando de la Rúa y, como tal, arquitecto del blindaje del FMI y el Megacanje; luego, de la creación de las Lebac que después fueron “la bola de las Leliq”, y creador de los créditos hipotecarios UVA indexados por inflación (ver también la crónica de este diario, el viernes, sobre el prontuario de “El Coloso”, como lo denomina el profeta de las Fuerzas del Cielo).

Justamente, el ya indescriptible Milei fue quien adujo que uno de sus objetivos primordiales sería desarmar la bomba que Sturzenegger había dejado con sus irresponsables manejos en el Banco Central durante el macrismo. El mismo Central que prometió hacer pedazos, lo cual pasó tan a mejor vida como la dolarización.

Vale anticiparse a la segura y legítima advertencia de que, frente a semejante marco, ya no tiene mayor sentido práctico insistir sobre a dónde conduce el modelo de los hermanos presidenciales.

El tema nodal es cómo estará preparándose la oposición para afrontar el descalabro. No hablamos, naturalmente, del estallido en la interna del PRO, que de todos modos tiene sus componentes interesantes porque involucra a una sección cada vez más amplia del Círculo Rojo (la capaz de interpretar, sin contrapartida propositiva, que esto puede concluir en una crisis cambiaria e institucional).

Tampoco hablamos de las ya más jocosas que patéticas andanzas de los radicales, quienes ni siquiera aciertan en qué tipo de furgón de cola quieren ser.

El problema siguen siendo el peronismo y el progresismo. ¿Se tolera juntar esos conceptos o es un sacrilegio ideológico?

Cualquiera sea la respuesta, la pregunta no varía.

¿Están preparándose para rechazar lo que separa y juntar lo que unifica?