“Me compré una máquina de coser y empecé a fabricar conjuntos de ropa interior”, cuenta a Página 12 Maricel Vernaz, de 46 años. Vive en Magdalena, provincia de Buenos Aires, y fue una de las 352.385 destinatarias del Programa Acompañar, la política más importante en términos presupuestarios que llevó adelante el ex Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad, y que fue desfinanciada por el gobierno de Javier Milei, como viene informando este diario. Mujeres y diversidades de todo el país que atravesaban situaciones de violencia de género --generalmente en el ámbito doméstico-- recibían por seis meses un monto equivalente al salario mínimo, vital y móvil y el acompañamiento psicosocial de equipos especializados en áreas municipales. La ayuda económica les permitió --como a Maricel-- tener autonomía económica para salir de la relación de maltrato. El 45 por ciento se encontraba en “riesgo altísimo” de volver a vivir la misma situación“: en la mayoría de los casos sufrían violencia física y psicológica. “Fue una política de alcance federal que permitió a provincias y municipios dar una respuesta concreta ante la violencia”, destaca su exdirectora, Claudia Perugino.

El programa tuvo además un “impacto positivo” en 625.097 niñas y niños que dejaron de convivir con un padre o padrastro violento . Para muchas mujeres fue un renacer. Página 12 entrevistó a cuatro destinatarias de distintas provincias --San Luis, Chubut, Tucumán y Buenos Aires-- y diferentes sectores sociales, con y sin profesión: todas destacaron la importancia que tuvo en sus vidas cuando sentían que no podían seguir adelante, signadas por una relación de maltrato.

La desarticulación del Acompañar, como de la mayoría de los programas del ex Ministerio para abordar la problemática de la violencia machista, deja más vulnerables a quienes sufren violencias en el hogar. Como le pasó a María del Pilar Jiménez. El domingo 16 de junio, mientras se celebraba el Día del Padre, la mujer, de 43 años y madre de tres hijos, fue apuñalada por su pareja, Marcelo Cosme Sambran, un peón rural que luego se suicidó. El ataque ocurrió en un camino vecinal, en el paraje tucumano de Árboles Grandes, muy cerca del límite interprovincial con Santiago del Estero. María había llenado la solicitud para ingresar al Acompañar meses atrás pero nunca fue incorporada, según confiaron a este diario ex trabajadores del Ministerio.

Desde que asumió Milei, hubo apenas unas mil incorporaciones nuevas al Acompañar, según distintas fuentes. La mayoría de las mujeres que se habían inscripto a partir de agosto de 2023, como María del Pilar, quedaron en banda. Ella había llenado la solicitud a fines de ese mes. En general, el ingreso al programa se daba luego de 3 o 4 meses, dado que había que evaluar si la aspirante calificaba y a la vez dependía del dinero disponible. Eran fondos de la Nación que se giraban a las provincias y municipios.

Junto con la ayuda económica del Acompañar --creado por el decreto 734/2020, del 8 de agosto del 2020--, se constituyeron 859 unidades de acompañamientos en todo el país.

Un aspecto clave es que cuando empezó a funcionar el MMGyD solo el 30 por ciento de las jurisdicciones tenían áreas de género. “Para poder ofrecer el Acompañar, el municipio tenía que tener área de género. Esto llevó a la mayoría de los intendentes a crearla”, destaca Perugino. Desde el entonces MMGYD se daban fondos para pagar salarios y comprar equipamiento, como computadoras, para que las nuevas áreas de género locales pudieran funcionar. “Además, formamos a los equipos técnicos, con capacitaciones, y dándoles bibliografía”, agregó Perugino, que dirigió el Programa Acompañar por tres años, desde su creación hasta el cambio de Gobierno.

“Me hice los dientes que me había bajado mi ex”

Algunas mujeres usaban el primer sueldo para comprarles zapatillas nuevas a sus hijos “porque siempre habían tenido usadas” o “para comprarles un yogurt, que hacía años que no comían”, recuerda la exfuncionaria. Pero entre las historias que escuchó en esos años sobre el impacto del programa en mujeres y diversidades que atravesaban situaciones de violencia por razones de género una de las que más la conmovieron fue la de una destinataria que contó: “Me hice los dientes porque mi ex me los había bajado en una paliza. Mis hijos me vieron sonreír por primera vez”.

Además del acompañamiento psicosocial que se les ofrecía, Perugino destaca que hacían hincapié “en el acompañamiento sobre el uso del dinero, para que no se lo gastaran en un alquiler, por ejemplo, y en cambio compraran materiales para hacerse una piecita en el terreno de su mamá o materiales o herramientas para un emprendimiento productivo”.

“Empezaban a tener control de sus ingresos”

Los ingresos se depositaban en cuentas propias de las destinatarias. “Para muchas era la primera vez que tenían control de sus ingresos”, señala Perugino. De acuerdo con las estadísticas del Acompañar, el 98 por ciento de las destinatarias sufría violencia doméstica; un 1 por ciento, violencia laboral y otro 1 por ciento, violencia institucional, según las estadísticas de la gestión anterior. Casi 9 de cada 10 había padecido violencia física y psicológica de parte de sus parejas, entre otros tipos. El 45 por ciento se encontraba en “riesgo altísimo” de volver a vivir la misma situación y el 44 por ciento, tenía medidas de protección, dictadas por la justicia (botón antipánico (13 por ciento; 29 por ciento exclusión del agresor de la residencia en común; 10 por ciento, medidas de seguridad en domicilio; 55 por ciento prohibición de acercamiento; 8 por ciento restitución de bienes u objetos personales; 4 por ciento, secuestro de armas en poder del agresor). El 74 por ciento tenía hijos menores de 14 años. En el 20 por ciento de los casos, el agresor tenía acceso a armas de fuego. Hoy todas las mujeres que atraviesan situaciones similares no cuentan con esta ayuda del Estado.

En el Ministerio sabían que los seis meses que podían mantenerlas en el programa no era un tiempo suficiente, pero fue lo que les permitió el presupuesto acotado que tenían. Aunque desde sectores libertarios se atacó en redes sociales al Ministerio de Mujeres con fake news que apuntaban a desprestigiarlo y preparar el terreno para su eliminación --fue una de las promesas de campaña de Milei--, de los 19 ministerios que formaban parte del Gabinete de Alberto Fernández, esa cartera ocupaba el puesto 17 en cuanto a cantidad de recursos asignados, de acuerdo con un análisis realizado por Chequeado.com. Es decir, era el segundo ministerio con menor presupuesto. Y el 92,6% de sus recursos --$ 77.171,71 millones de pesos para todo 2023-- estaba destinado al programa “Formulación de Políticas contra la Violencia por Razones de Género (PPG)”, que incluia los programas Acompañar, la Línea 144, y Acercar Derechos, --que consistía en equipos integrados por profesionales de la abogacía, la psicología y el trabajo social en todo el territorio nacional para brindar acompañamiento psicosocial a mujeres y LGBTI+ que se encontraban en situación de violencia de género--, entre otros.

Sin fondos en los municipios

Hasta diciembre, 116.055 mujeres de la provincia de Buenos Aires habían ingresado al Acompañar. Desde la llegada al gobierno de Milei y la desjerarquización del MMGyD no se incorporó ninguna más, a pesar de que es el distrito en el que ocurren en números absolutos la mayor cantidad de femicidios: en 2023 se registraron 95 víctimas directas, según el Registro de Femicidios de la Corte Suprema. Las tasas más altas, sin embargo, las tuvieron el año pasado las provincias de Neuquén --1 víctima cada 43.335 mujeres-- y Chaco --1 cada 48.304--.

“La no ejecución del Acompañar tiene un impacto muy grande en los municipios porque era un recurso económico para acompañar las intervenciones muy importantes y eso no lo pueden subsanar los gobiernos locales. Tampoco lo puede asumir la provincia de Buenos Aires por la reducción de la coparticipación federal y de la recaudación impositiva en este momento de tanta crisis económica”, advirtió a este diario Laurana Malacalza, subsecretaria de Políticas contra las Violencias por Razones de Género del Ministerio de las Mujeres y Diversidad bonaerense. Lo mismo sucede en la mayoría de las demás provincias.

Hace una semana, desde el Gobierno Nacional se informó la desvinculación de 685 empleadxs que trabajaban en lo que quedaba del MMGyD. A través de la red X, Cúneo Libarona escribió: “Hemos despedido al 85% de los empleados del ex Ministerio de la Mujer. Los restantes pasarán a cumplir funciones dentro de la órbita de la Dirección de Protección a la Familia y asistirán a TODOS (sic) los argentinos que atraviesen situación de violencia o riesgo”.

Es decir, esta gestión deja de lado los compromisos que el Estado argentino tiene frente a la problemática de la violencia por razones de género. Y en esa línea, desconoce y niega sus causas estructurales y que tienen que ver --lo dicen convenciones internacionales incorporadas a la Constitución Nacional y leyes aprobadas por el Congreso-- con la desigualdad y la discriminación histórica que sufren las mujeres en la sociedad de parte de varones, que las consideran como parte de sus posesiones. En los casos más extremos el maltrato termina en femicidio. Como le pasó a María del Pilar Jiménez en Tucumán. Es la primera vez desde la recuperación de la democracia que no hay un área de género en el Gabinete nacional.

“El Acompañar me abrió la cabeza”

Carolina Longo vive en El Manantial, una localidad del departamento de Lules, a unos diez kilómetros al sudoeste de la capital tucumana. Tiene 47 años y le faltan tres materias para recibirse de arquitecta. En el 2022 ingresó al Acompañar, después de irse de su casa con sus hijos y separarse. El recuerdo de aquel momento dramático la angustia. Se le nota en la voz. Estaba casada hacía veinte años con un empresario “bien grande” que se dedica al transporte de combustible. Es el padre de dos hijos, que hoy tienen 14 y 1 2 años y viven con ella. Sufrió --dice-- más de 15 años de violencia. Recurrió a la justicia y le dictaron a su ex una orden de restricción de acercamiento. Carolina tenía un emprendimiento de amoblamiento de interiores pero en el marco de la separación no pudo seguir trabajando. “El Acompañar me ayudó a subsistir, a pagar mis gastos y los de mis hijos, y tuve un acompañamiento. Fue muy importante para mí que me pregunten cómo estaba porque me sentía muy sola”, cuenta sobre el apoyo que recibió. Pero sobre todo subraya que “el Acompañar me abrió la cabeza y me permitió darme cuenta que podía conseguir ayuda”, resume. Ahora está “mucho mejor”. Pudo “reaccionar”, volver a poner en marcha su negocio @kurkoamoblamientos.tuc y el año pasado regresar a la Facultad de Urbanismo y Arquitectura de la Universidad Nacional de Tucumán. Cuando ella había dejado los estudios debía una sola materia para finalizar la carrera pero en el interín cambiaron la currícula y se encontró con que le faltaban siete. En 2023 dio cuatro. Este año hizo un impasse porque ganó una beca del Banco Macro para hacer un curso de emprendimientos en la IAE Business School de la Universidad Austral que hace de manera remota. “El año que viene espero poder graduarme”, apunta. Su ex --aunque es dueño de una empresa-- escondió su patrimonio y en la justicia figura como empleado con un salario de 180 mil pesos, por lo que solo le pasa por “alimentos provisorios” por los dos hijos apenas 30 mil pesos al mes, cuenta “Me ofende. Es su forma de continuar con la violencia pero de forma económica”, dice. De todas formas, aclara que “no estoy centrada en la posición de la víctima”. “Me animé a irme de nuestra casa cuando me resultaba algo impensado. Y pude entender lo que me pasó para nunca más pasar por algo similar”, dice Carolina, orgullosa de sus logros.

“Esos seis meses me vino al pelo”

A diferencia de Carolina, Laura Yañez, de 30, tiene una situación económica más precaria. Vive con sus tres hijos, “un varoncito de 13 años, una nena de 4, y una beba, de 3 meses” en el barrio Eva Perón de Villa Mercedes, en San Luis. Los cría sola. Ella también fue destinataria del Acompañar. Y también la ayudó a volver a ponerse de pie, saliendo de una relación violenta. “Esos seis meses me vino al pelo. Siempre trabajé en verdulerías y limpiando casas de familias pero nunca pensé que podía hacer algo por mí”, dice para referirse a la posibilidad de tener un emprendimiento. Había empezando a vender panes caseros y pastafrolas. Cuenta que el monto que cobraba del Acompañar lo invirtió y se compró un “hornito”, “una amasadora”, “una balanza”, para poder aumentar su producción. “Los panes y las pastas frolas empezaron a salir como caramelos”, grafica. Vende a través de WhatsApp, Facebook y en su propia casa. En una “piecita” montó una pequeña verdulería, donde ofrece los productos. Laura también destaca lo bien que le hizo encontrarse con otras mujeres en situaciones similares. “Ves más mujeres que también tienen ganas de salir adelante y sacan a sus hijos solas, ¿viste? Porque vos estando con los niños en un momento decís, ¿Qué hago? ¿Qué hago? Porque hay tantas mujeres que están abajo de las alitas del hombre para estar en una casa, para tener un techo para los hijos, y aguantan todo lo que tienen que aguantar por un plato de comida, en cambio yo no; yo tengo mi techo, aunque alquilo, pero es mío y tengo mi plata, ¿entendés? Entonces no espero nada de ningún hombre. Esa es la fortaleza que te dan también las mujeres”, dice.

“El Acompañar fue un alivio”

“En ese momento fue de mucha ayuda”, cuenta Maricel Vernaz, sobre el ingreso económico que recibió al formar parte del Acompañar. Tiene 47 años y vive en la ciudad bonaerense de Magdalena. Con ese dinero se compró una máquina de coser y empezó a confeccionar conjuntos de ropa interior. Se asoció con otra amiga y las dos ahora pueden vivir de las ventas de la lencería. Su único hijo, de 27 años, ya se independizó. Maricel, prefiere no recordar su relación violenta. Lo mismo aclara Andrea, que vive en el asentamiento Moreira 4 en Trelew, provincia de Chubut, con sus tres hijos, de 18, 16 y 11 años. Por estos días de tan bajas temperaturas, --en sus pagos bajo cero-- cuenta que en sul barrio no hay red de gas y no le alcanza para comprar leña para calentarse. “Cobro la AUH por las dos nenas más chicas. Por el mayor, ya no”, dice. Con ese ingreso, tiene que arreglárselas porque está sin trabajo “y todo aumenta”. Cuando recibió por seis meses el salario del Acompañar “fue un alivio”, agradece. Lo usó para comprar leña y comida, y “darle un gustito a los chicos, pudimos comer un asado y pizza”. Lamenta que no exista más. Andrea terminó la secundaria de adulta y ahora está estudiando el profesorado de Historia en la Universidad. “Soy la única en mi familia que llegó a la Universidad. Mi hijo se siente orgulloso”, cuenta. También dice que antes su hijo mayor no quería seguir una carrera y --a partir de su ejemplo-- ahora quiere estudiar Derecho. A lo largo de su vida, Andrea trabajó en el rubro limpieza. Nunca tuvo un oficio. “Quiero un trabajo digno”, dice y sueña con ser profesora de secundaria. “Las condiciones no me ayudan para estudiar pero no me rindo. Venimos más mal que mejor porque la situación del país está mal. Pero como buena sagitariana que soy, siempre pienso en positivo”, dice y sonríe.

Las historias de las cuatro mujeres son diferentes. Los contextos también. Pero cada una de las destinatarias del Acompañar destaca que pudo volver a soñar un futuro, a partir de ese respaldo clave tanto a través de un salario mínimo, vital y móvil --por seis meses-- como por la contención, la escucha y el encuentro con otras mujeres que habían pasado por situaciones similares de violencia doméstica. Hoy esa posibilidad ya no existe para otras, para tantas. Milei lo hizo.