(ATENCIÓN: ESTE ARTÍCULO CONTIENE SPOILERS)

Sean Bean se ha vuelto un estándar, por calidad y cantidad, de grandes muertes en pantalla. El británico lleva un largo historial entre explosiones, tiros, cuchillazos y hasta haber sido arrollado por vacas para luego caer al vacío. De sus veinticinco decesos, ninguno ha sido tan sorpresivo como cuando pasaron a degüello a Ned Stark durante la primera temporada de Game of Thrones. El filoso trabajo del verdugo sobre su cabeza marcó un hito dentro de la serie y una suerte de regla tácita: nadie tiene asegurado su puesto en los Westeros más allá del impacto de su fallecimiento. La norma se mantiene en House of the Dragon, y vaya si lo fue, con lo que lo sucedido a Rhaenys Targaryen en el episodio emitido el domingo 7 por HBO y Max. “Me han tocado muertes bastante truculentas en mi carrera como actriz, pero difícilmente cualquiera se acerque a ésta”, le dijo a este medio Eve Best, la actriz encargada de componer a uno de los personajes clave en la precuela seriada basada en la obra literaria de George R. R. Martin.

El cadáver de la maquiavélica y rosquera de “la reina que nunca fue” aún está (muy) caliente. Tal como se lo esperaba, “La Danza de los Dragones” tuvo esa anhelada dosis de truculencia hipnótica, especialmente sobre el final, cuando las casas Verde y Negra pasaron a los bifes. Sí, los ejércitos hicieron lo suyo en el campo de batalla, pero la espectacularidad la pusieron los jinetes y sus respectivos bicharracos desde el aire. Mencionar el hándicap de otras gestas de universo ficcional (“La batalla de los bastardos” y “Las lluvias de Castamere”), es producto de todo lo que NO había sido HotD hasta el momento. Toda la primera temporada fue un largo tire y afloje entre el bando de Rhaenyra (Emma D'Arcy) y de Alicent Hightower (Olivia Cooke), hasta este capítulo divisorio en el que sus lugartenientes impusieron la virulencia en combate. El tuerto Aemond (Ewan Mitchell) y Aegon II (Tom Glynn-Carney), ese niñato malcriado que ocupa el trono en King’s Landin, tuvieron un rol protagónico. Del otro lado, Daemon (Matt Smith) tuvo unas pesadillas vívidas que seguramente traerán cola en este relato. Pero ninguno como el personaje de Rhaenys, que dejó bien marcada su identidad como las garras de su dragona. “Ella fue la madre y la mentora para las dos grandes mujeres que están navegando el poder en medio de un poder patriarcal. La van a extrañar, porque de aquí en más todo será más horrible”, dijo la actriz en una mesa redonda virtual de la que participó Página/12.

­-Los personajes femeninos fuertes le dieron a House of the Dragon una impronta renovada a la saga. Más allá de la guerra civil iniciada por Rhaenyra y su madrastra, la verdadera raíz podrida de esta trama se inicia con la decisión del padre de Rhaenys de negarle el trono. ¿Estás de acuerdo con esta apreciación?

-La historia comenzó con esta mujer destinada a ser reina; el problema se desató con ella, por así decirlo. La semilla de amargura se hizo de su corazón y durante dos temporadas tuvimos este eco: las mujeres con inteligencia no pueden estar al mando, más allá de su expertise y de ser las mejores candidatas para el puesto de liderazgo. El desafío, el hueso a roer, es éste. No repitamos viejas historias, que sean las mejores para la tarea que la hagan. ¿Qué significa ser una mujer con poder sin tener que sacrificar tu femineidad? No eliminar tu compasión, tu amor. A ver, no son solo cualidades sintomáticas de mujeres, obviamente, pero sí lo son del universo femenino. Claramente el liderazgo masculino se basa en el poder y el control. Y la serie puso esto en juego.

-¿Cómo cree que se reorganizará la historia de aquí en más para Rhaenyra?

-Va a estar muy perdida. Es muy típico en Rhaenyra estar sobrepasada por la situación. El Consejo Negro jugó su parte como para que ella se alejara de Rhaenys, aunque necesitaba desesperadamente de su apoyo. Rhaenys era claramente la mano que necesitaba por su sabiduría como para ser la guía, pero no la dejaron. Y pasó más de una vez, lo cual fue muy duro. Sin embargo, Rhaenys pudo ver la imagen panorámica y apoyarla. Dado los hechos, todos van a estar muy perdidos. Especialmente en esta segunda temporada, Rhaenys fue una piedra de titanio en medio de este mar revuelto. Incluso para su amado esposo y todo lo que pasa entre ellos. Toda la segunda temporada fue un sinsabor tras otro para Rhaenys y fue hora de abandonar todo. Ahora es momento de que se las arreglen los nenes ricos malcriados. Se la veía venir, así que en cierta manera está en paz. Que Dios ayude a los que quedaron.

-¿Cómo fue la preparación para este personaje tan plantado? Es a quién obervás cuando está en escena.

-La naturaleza de esta bestia son los libros, hay algo muy especial en este universo épico. Cuando me dieron el papel me pasó lo mismo que cuando hice Nurse Jackie con Edie Falco, a la que todos la tenían de Los Soprano, y no quería tener esa imagen en mi mente. Así que no quise ver nada de Game of Thrones. Lo que pasó fue que Steve Toussaint, que hace de mi marido, estaba viendo la serie durante el rodaje. Y bueno, caí en la trama. Y es increíble. Finalmente me sirvió para comprender la escala de lo que se está contando. Aunque gran parte de nuestra historia sucede en Driftmark que no aparece en la serie original. Es un mundo tan amplio, todo es tanto, que es como un rompecabezas que te sobrepasa. Podría hablar incluso de lo que implican sus pelucas, es imposible de narrar con palabras. Pero cuando lo hacés es como un click y te sumergís en ese subconsciente.

-¿Qué sucedió en la cabeza de su Rhaenys hacia el final?

-En cierta forma, ella sabía que era su despedida, o que podía serlo, y que eso iba a traer sus coletazos. Ella lo intuía, así que cuando salió al campo de batalla apretó el botón rojo. Eso significa sacrificarse para la causa. Antes de partir, pudo aclarar los tantos con Rhaenyra. Fue un momento en el que las dos se conectaron, se perdonaron y supieron que quedaba todo bien entre ambas. Tenían una relación complicada que no pasó por las palabras, así que estuvo bueno para ella ir con el espíritu limpio. Tuve que ponerme en la mente ese momento de claridad, que es bastante fuerte, porque con certeza sabía que no volvía. Cualquier soldado debe liberarse de cualquier otro pensamiento y el de Rhaenys fue así.

-Y también está hermosa frase que le dice a Meleys antes de salir al campo de batalla: “Vamos a batallar de nuevo, mi vieja compañera”…

- La conexión con Meleys fue el otro elemento clave. Tenía conciencia plena de que iba a un ataque suicida y la única con la que puede compartir eso es con su dragona. Es el único ser al que se expone con toda su vulnerabilidad. Ella también es de esa clase, vulnerable y fuerte. Yo pedí expresamente que tuvieran ese instante de intimidad antes de ir a la guerra. Así que cuando cae, Rhaenys finalmente encuentra la paz, una liberación espiritual por todo lo que le pasó. Fue como un “dejar ir” bastante literal y metafórico.

-¿Cómo fue el rodaje de las escenas de batalla?

-Lo que se ve es muy diferente al proceso de filmación. Mi parte llevó dos semanas. Las escenas  se filman individualmente, así que no me crucé con los personajes de Aemond o Aegon. Obviamente, estás rodeada por un chroma verde colosal, te subís a una maquinaria eléctrica y alrededor tenés muchísimos extras que te hacen sentir el viento, y en el medio de la secuencia vos te imaginás todo. Cada movimiento es muy elaborado. Estás como rígida, por momento colgada de pies a cabeza, algo embarazoso, pero luego lo ves y quedás pasmado de lo que se hizo. Puedo decir que montar un dragón es una experiencia surreal.

-Los personajes de esta entrega son muy odiados o queribles por razones complicadas. ¿Qué pasó cuando leíste el guion de este capítulo? ¿Cómo creés que reaccionará el público a su final?

 

-Quedé devastada y me puse muy triste. Sabía que iba a pasar, conocía el desarrollo de la historia y lo que implicaba esta batalla, pero leerlo me puso mal. Espero que la extrañen, porque las cosas serán más horribles sin ella. Han perdido a una dama. Quizá vuelva en la temporada ocho de House of the Dragon por medio de un acto de brujería o magia negra. Se los aviso a todos. Creo que es un ejemplo hermoso de una mujer en todo su ser, un acto de pura clase, y no te despedís realmente de estos personajes. Tampoco para la historia: pueden haberse ido físicamente, pero su ausencia es una de las que se va a sentir.