Heber Fleitas se define como un escenógrafo urbano. Se recibió de escenografía y a la par comenzó a pintar murales por la provincia de Buenos Aires. Actualmente trabaja en el área de escenografía del Teatro San Martín. Desde temprana edad, el teatro ha sido como su segunda casa, influenciado por su padre, quien trabajó más de cuarenta años en ese ámbito.

Originario de Hurlingham, del Barrio San Damián en el partido de William Morris, Heber destaca la diversidad cultural de su entorno. “Hay una mixtura que tomé del conurbano. No se trata solo de haber sido criado en una familia, en un entorno determinado con una clase social determinada, sino de haber compartido con otras culturas, porque en mi barrio hay gente de Paraguay, de Bolivia, hay gente nativa del lugar, hay gente que llegó después, descendiente de la Segunda Guerra. Hay mucha diversidad y mucha inmigración”.

Fleitas dice que si bien no quiere usar la palabra exclusión o marginalidad, hay una certeza. “El barrio de San Damián, está en la otra parte de la ciudad. Una parte más obrera y popular. Hay otro tipo de trato, uno a uno. Se respeta a los mayores, se habla otro código verbal, hay un tono más humorístico sobre lo cotidiano. Se respeta la vida en comunidad. Fiestas familiares, cumpleaños, fiestas de barrio, digamos lo más popular, la gente es especial en el conurbano, no tendría como muchas palabras para definirlo, creo que es una experiencia que uno la vive, y bueno, me tocó nacer ahí, vivir ahí”.

Heber viajó por muchos países de Europa y Latinoamérica pintando. Comenzó a hacer murales como una forma de expresión y diversión, también para dejar una marca junto a sus amigos del barrio en la esquina donde solían reunirse. Con el tiempo, encontró el gusto en la experiencia de pintar en la calle, exponiendo su trabajo a la vista de todos, y comenzó a verlo como una manera de embellecer los espacios y compartir mensajes. Inicialmente, eligió pintar en barrios humildes como villas o zonas más necesitadas, pidiendo permiso y llevando consigo sus materiales, dedicándose a decorar una pared seleccionada.

Fleitas llega a los diferentes territorios y lo primero que hace es recorrer el espacio, escuchar las conversaciones, y se relaciona con la comunidad, mostrándose curioso e investigador. Una vez establecida esa conexión, surgen ideas y se inspira, creando y encontrando elementos que resuenan con la identidad del lugar y de su gente. Reconoce que el mural permanecerá en el lugar, por lo que busca crear obras que sean identificadas y apreciadas por la comunidad local. “ La gente después lo ve como una obra propia de ellos, y es algo que los representa también. Eso es lo que busco que suceda.”

Uno de los murales más emblemáticos de Heber es el dedicado a Diego Armando Maradona. Ubicado en una pared cercana a su casa, el mural ha generado una gran repercusión en el barrio. "Fueron tres días de hacer el mural, los tres días, de principio a fin, me tocaban bocina autos y colectiveros. Estaban todos súper agradecidos, me traían comida, me traían para tomar. Estaban ahí, la gente del barrio. Fue muy lindo", relata emocionado y agrega “Bueno, y con lo que representa Maradona para el fútbol argentino, para todo, ¿no? Para un nivel también de ideologías, de estar en contra del sistema, de ser bien popular. Entonces, todo eso, ese simbolismo está cargado de muchas connotaciones dentro de un barrio, la figura de Maradona”.

Fleitas considera que la potencia de un mural no radica tanto en su tamaño como en su ubicación y en cuántas personas pueden ser alcanzadas por su mensaje. Valora tanto la parte técnica, que incluye formas, colores y composición, como el contenido del mural. Destaca la importancia de que el mensaje sea interpretado tanto por adultos como por niños, y que pueda incluir en lugar de excluir. Busca que el mural sea un símbolo o un código que pueda unir a personas de diferentes clases sociales, en lugar de separarlas.

Suele utilizar paredes abandonadas, con murales despintados o propagandas viejas. “Muchas veces me la juego, otras veces pido permiso, pero con el arte urbano siempre está la esencia del vandalismo o de ir en contra del sistema, entonces por momentos voy y me apropio directamente de la pared sin decir nada y a medida que voy desarrollando el mural no me van presentando quejas, no me van diciendo nada. En algunos casos ha llegado la policía, me pasó por ejemplo pintando en Barcelona y no me dejaron terminar el mural, pero creo que fueron pocas las veces que intervino la policía para sacarme”.

También le ha ocurrido pintar en países donde no hablaban el mismo idioma, como en Francia. En París, los parisinos intentaban comunicarse con él de la mejor manera posible, expresándole agradecimiento y dándole palabras de aliento. “Siempre me dejaban propinas o me traían comida. Es muy lindo, que una persona que no sepa tu idioma quiera expresarte cosas lindas, más allá de que no entiendas. La intención es tan fuerte que llega el mensaje”.

“Siempre la reacción del público es interesante desde el principio, donde estoy desarrollando la obra hasta el final, porque en principio la gente no sabe que se va a pintar o que está haciendo esta persona acá que está interviniendo en una pared pública. Entonces las reacciones van desde primero un poco de malestar o de incertidumbre, luego ya cuando se va desarrollando la obra empiezan a asombrarse y en la etapa final se empieza a ver otro estado de ánimo. Se les llenan las caras de gratitud, asombro, alegría, satisfacción, porque se dan cuenta de que estás embelleciendo su espacio”.