Disculparán quienes lean pero esto persigue a este columnista, puedo decir, desde que siendo muy joven y proyecto de escritor, en el exilio mexicano trabajé entre 8 y 10 años mi novela “Santo Oficio de la Memoria” y, al terminarla, me enteré y no recuerdo cómo, de la feroz matazón de aborígenes de la etnia Qom, por entonces llamados Tobas, en Napalpí y a 200 kilómetros de Resistencia.
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