Lorenzo Cañás Bottos es Licenciado en Antropología Socio-Cultural (UBA) con Master y Doctorado de la Universidad de Manchester. Vive en Noruega, donde es profesor de Antropología Social en la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología. Pero regresa a la Argentina no solo de visita, sino para hacer trabajos de campo orientados a las colectividades menonitas, sirias y libanesas. Acaba de publicar un paper titulado "Cosmopolitismo excluyente en Buenos Aires", resultado de años de trabajo. Para esto visitó fiestas de las colectividades de Buenos Aires y como todo antropólogo, puso la lupa en lo que no se ve a simple vista, en esos silencios que gritan por omisión para descubrir ausencias incómodas en las fiestas que celebran el cosmopolitismo mocho de la capital argentina.

 --Usted estaba haciendo un trabajo de investigación sobre la colectividad libanesa en Argentina y cómo interactuaban con otras en las fiestas de las colectividades. Y se encontró que en esas fiestas suelen faltar los pueblos originarios, resultado del “paradigma de colectividades”. ¿Cuál es el concepto de colectividad desde la óptica de la ciudad en las últimas décadas referido a las fiestas interculturales?

--Yo entrevisté hace unos años a funcionarios del GCBA y a participantes de las fiestas de las colectividades, para observar la manera en que le dan sentido a ese concepto. Y no lo hacen con un criterio estrictamente de nacionalidad, ni étnico, ni religioso. Lo perciben como la existencia de distintos grupos que, de alguna manera, están en igualdad de condiciones y donde hay algo implícito: el origen migratorio. La diversidad cultural que esas fiestas suelen representar es la de “la Argentina blanca que desciende de los barcos”, como si estas fuesen todas las diversidades culturales posibles. Aquel funcionario me dijo que a los pueblos originarios no los invitaban porque “sería tratarlos de extranjeros, una falta de respeto”.

--Esto lleva al concepto de cosmopolitismo: toda ciudad desea mostrarse cosmopolita.

--Estas fiestas son muy positivas, agradables, uno va y la pasa muy bien, come platos de muchos países, hay música. La idea del cosmopolitismo implica, desde la mirada estatal, mostrar que podemos convivir a pesar de las diferencias y que hay respeto, valoración. Podrá haber algunas fricciones en la sociedad pero desde el Estado se hace una celebración cultural que, en mi caso, realmente me gusta, la disfruto.

--¿Pero?

--He observado que estas fiestas no incluyen a todos. Como antropólogo, primero vi lo qué hay en concreto. Luego comencé a preguntarme qué es lo que no hay. ¿Qué quiere decir esta combinación particular de celebrar a cierto tipo de gente y negarle la celebración a otra? Los excluidos son los grupos indígenas. ¿Qué lógica subyace detrás del hecho de que algunos merecen ser celebrados y otros no en el Festival de Colectividades? Porque no es la Fiesta de la Inmigración sino de las colectividades que constituyen la Argentina o la ciudad.

--¿Por qué no están invitados a la fiesta?

--Esto nos lleva a considerar cómo se conformó la Argentina a través del concepto de settler colonialism, que no es fácil de traducir: podríamos decir “colonialismo de colonos”. O colonialismo de asentamientos. Es lo que Darcy Ribeiro llamó “pueblos transplantados”. Así fueron colonizados EE.UU., Australia, Nueva Zelanda, Israel y hasta cierto punto Sudáfrica. Se trata de una población --principalmente europea-- que conquista un territorio y elimina al nativo --o lo reduce a una pequeña expresión desempoderada-- para que los colonos puedan hacer uso de esas tierras. Entonces la conquista no es un momento concreto que se termina, sino una estructura que se sostiene en el tiempo.

--El concepto de colonialismo de asentamientos es diferente al del colonialismo clásico de España, Inglaterra y Portugal de los siglos XV al XVIII.

--Exacto: aquellos colonialistas venían a buscar recursos para llevárselos: oro, plata, especias, hombres y mujeres de piel negra. La motivación del colonialismo de asentamientos es territorial antes que extractiva. Por eso necesita que la población que estaba antes desaparezca: tienen que quedarse con el territorio. No se trata de colonizadores que vienen en barcos, cargan la materia prima y se van. Estos vienen en masa y a quedarse. Nosotros no heredamos de la colonia española el colonialismo de asentamientos: no fueron ellos lo que lo implementaron. Fue más bien un producto del proceso de consolidación del Estado argentino, de la república. Es un modelo de Alberdi y Sarmiento, inspirados en EE.UU. y Europa.

--La otra gran diferencia es que no tienen detrás un estado colonialista con base en Europa ni Compañías de Indias. Actúan más independientemente.

--Argentina tiene una singularidad en la manera en que se dio el colonialismo de asentamientos: fue buscado y promovido desde el Estado. Había un aparataje estatal para la búsqueda de esa gente que quisiera venir. El proyecto era traer europeos a que se asentaran acá. Eso está incluso en la Constitución. Por un lado, en el preámbulo dice “...y asegurar los beneficios para la libertad. Para nosotros, para nuestra posteridad, para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”. El artículo 25 establece que el Estado Federal debe promover la inmigración europea. En nuestro texto fundante de la república está la idea de que este es un “territorio disponible”. Pero no estaba disponible: fue hecho disponible.

--El concepto de colonialismo de asentamientos lo utiliza el arquitecto Eyal Weizman en su libro sobre la ocupación militar a Palestina, llamado Tierra Vacía. En 1948 el sionismo tenía la consigna de “una tierra sin pueblo, para un pueblo sin tierra”. Acá tuvimos la “campaña del Desierto”. Usted habla en su trabajo del concepto de Terranulius, que en latín significa tierra vacía o sin dueño.

--Ese término se usó en Australia para incorporar ciertos territorios aborígenes. Era la idea de que esa tierra no era de nadie y estaba disponible para ser conquistada por el poder de turno. Lo mismo vale para nuestra Campaña del Desierto. Pero si esa tierra era desierta, por qué se necesitaba un ejército para conquistarla. Con ese eufemismo, a los pueblos originarios no sólo se los mató, se los sacó y se los hizo sufrir, sino que después se los invisibilizó.

--¿Cuándo comenzó a cuestionarse ese mito de la Argentina blanca que baja de los barcos?

–El “mito de la Argentina blanca” es un concepto del antropólogo Gastón Gordillo. La “Argentina blanca” es el proyecto de Alberdi, por cierto muy citado en estos días. En las Memorias anuales del Departamento de Inmigración en Buenos Aires hay un montón de referencias acerca de las preferencias del Estado argentino sobre los inmigrantes que buscaba. Y preferían --aunque no se lo dijese en estos términos de manera directa-- a los que viniesen de zonas donde son altos, rubios y de ojos celestes. Explícitamente buscaban inmigración europea. En los documentos que estoy estudiando encuentro muchas referencias dentro de los burócratas del Estado de la época, acerca de que no querían población del eximperio otomano. No querían turcos ni árabes. Tampoco asiáticos.

--El Estado argentino se unificó terminando con las guerras entre caudillos a los que consideraban la encarnación de la barbarie. Por eso Sarmiento escribe su libro sobre Facundo Quiroga. Y la república fue constituida bajo el clivaje civilización y barbarie. Así comienza a constituirse la “argentinidad” moderna. En su intención de civilizar la barbarie, se entiende el impulso de Sarmiento a la educación: había que consolidar el Estado a la manera europea. Con un pequeño gran detalle: ese proceso ninguneó a los pueblos originarios y a los negros.

--Argentina tenía que ser Europa y ser habitada por europeos. Como no los teníamos, había que importarlos. Y hoy hay todavía un reflejo de esto en las ferias de las colectividades.

--En su ensayo usted hace un ejercicio de antropología arquitectónica y de semiología arquitectónica reflejando todo esto.

--El GCBA pone lo mejor que tiene en Buenos Aires para estas festividades: la Avenida de Mayo y el Parque 3 de Febrero en los bosques de Palermo. Los espacios no se nombran al azar: El 3 de Febrero es la fecha de la batalla de Caseros en la que el general José de Urquiza venció a Juan Manuel de Rosas en 1852, quien representaba la barbarie para Sarmiento. El parque fue diseñado por Carlos Thais: es un parque europeo. Las tierras de este parque fueron expropiadas a Rosas y la rotonda conmemora a general Urquiza --el vencedor-- con una estatua ecuestre. Detrás de todo esto hay significados que emergen, es la historia de la consolidación de cierto proyecto de país. La idea era parecernos a París y este parque --y cantidad de monumentos de la zona-- conmemoran la victoria de la civilización europeizante. La toponimia del resto del parque es un ejercicio de geografía mundial: el planetario municipal Galileo Galilei flanqueado por la Plaza República Árabe de Egipto, la Plaza República Islámica de Irán y Plaza Sicilia, que contiene al Jardín Japonés. Al este está la Plaza Alemania y la Plaza República del Perú. Al suroeste, la Plaza Holanda y al oeste parques dedicados a Haití, Serbia, Ecuador, Israel, Croacia, México, El Salvador, la Federación Rusa y el “Paseo de las Américas”. También está la Plaza de la Shoa y el Centro Cultural Rey Fahd con sus dos mezquitas. Además, la Embajada de EE.UU., la Sociedad Rural Argentina, el antiguo zoológico y el Jardín Botánico, más la Plaza Italia. Esto es una glorificación a la apertura y el cosmopolitismo, que se ve traicionada por una gran ausencia: no hay un solo rastro de referencia a una población o personalidad indígena. El mundo entero está inscrito en esta zona, excepto la indigenidad. Todo esto coincide con el proyecto sarmientino.

--Cuando en el fondo no hay nada más autóctono de esta tierra que los pueblos originarios. Hay una plebeya que se coló: la estatua de Evita a los pies de la Biblioteca Nacional, pero es mucho más nueva.

--La elección del Parque 3 de Febrero --el más grande que hay, el más cómodo-- implica una orientación demográfica sobre quiénes se espera que vayan al festival: la gente de esa misma zona norte. Y es significativo que lo que se ve en la arquitectura y el urbanismo creados a fines del siglo XIX tiene un reflejo exacto hoy en estos festivales de las colectividades: el mismo proceso de exclusión se da en las fiestas.

--Las colectividades participaron del diseño del paisaje urbano. Dejaron un sello claro en la argentinidad.

--Sí, sí. Esto alcanzó su punto máximo con la celebración del primer centenario de la Independencia. De ahí vienen esos monumentos de los que la cuidad tiene que estar orgullosa por su valor artístico. Así surgieron la Torre de los Ingleses, el Monumento a los Españoles y el Monumento a Colón suplantado por el de Juana Azurduy: por fin una heroína americana, donación de Evo Morales.

--Su texto habla de un cosmopolitismo excluyente.

--Porque se valora la diversidad cultural y al mismo tiempo excluyen a los indígenas. Subraya a las colectividades como lo constitutivo de la nación argentina y las celebra, como si representaran toda la diversidad dentro de Argentina. Yo trato de eludir la lógica maniqueísta de que siempre es, o todo bien o todo mal: pongo la lupa en los grises, y por eso la tensión generada en superponer esos dos términos opuestos: cosmopolitismo excluyente. Valoro esa clase de celebraciones y simultáneamente, observo que se está excluyendo otra parte muy importante. Mi idea es poner sobre el tapete a los que son dejados afuera. El gobierno porteño publicó libros sobre la memoria por la Shoa, el genocidio armenio y el Holodomor en Ucrania. Pero hay silencio respecto del genocidio aborigen de la Argentina.

--A los pueblos originarios nunca los echaron de las festividades porteñas. Por eso una mirada superficial no descubre el trasfondo: nunca los invitaron.

--Hay un trabajo de la historiadora Mónica Quijada que analiza la mal llamada Conquista del Desierto: estudia cómo se incorporaron a la república los pueblos originarios, los sobrevivientes. Y fue como ciudadanos que tienen que dejar de lado todo el bagaje cultural indígena.

--Los despojaron de la idea de comunidad, los individualizaron. “No existen más”. Visto así, sería ilógico invitarlos a la fiesta.

--Argentina se constituyó no como un estado plurinacional, sino como una república de individuos que tienen derechos y obligaciones. Pero después se nos cuelan las celebraciones de colectividades y entonces aparece que ciertos colectivos son considerados dignos de celebración por el aparato estatal y otros no.

--El gobierno nacional ha prohibido que en los parques nacionales, siquiera se haga un posteo en redes sobre alguna festividad originaria como la fiesta de la Pachamama. La discriminación ya no es implícita, sino explicitada con una prohibición. Tenemos un problema medular como sociedad a partir del eurocentrismo porteño.

---No estaba al tanto; es lamentable y condice con la lógica del colonialismo de asentamientos.

--¿Cuáles fiestas usted investigó?

--Estuve en muchas: en la fiesta de Rosario, que es mucho más grande que la de Buenos Aires; en varios Buenos Aires Celebra y en la Fiesta de las Colectividades del Parque 3 de Febrero que reúne a todas las colectividades en un solo lugar. Lo interesante es que allí tenés todas las banderas de distintas naciones, celebrando la patria argentina. Ves la bandera argentina arriba y el resto abajo.

--En estas ferias suele haber algunos países africanos.

--Sí, pero los que no están representados son los argentinos afrodescendientes. Están solo los que resultan de las nuevas olas migratorias, pero no los que han sido invisibilizados en nuestra historia.

--Y hay países americanos como Bolivia, Paraguay, Perú y Venezuela.

--Sí. Eso hay que reconocerlo.

--¿Cómo perciben la celebración los que participan?

--Para ellos es un momento de alegría, de poder mostrar la contribución que su grupo tiene sobre la sociedad actual. Y de ser celebrado y festejado. Son ese tipo de cosas que a uno lo ponen contento: puedo expresar públicamente quién soy o quién me gustaría ser. Me ofrecen un lugar con una infraestructura para eso y soy respetado, tengo una audiencia. En esas celebraciones se pone a disposición de cierta parte de la población, una de las avenidas principales y el parque más lindo.

--¡La avenida más europea y el parque más europeo!

--Exacto. Son los dos lugares europeos por excelencia en Buenos Aires. Y la mayoría de los stands son de países europeos. Este es un fenómeno que existe en gran parte del país, donde hay gran cantidad de poblaciones de inmigrantes. En algunas se incluyen a los pueblos indígenas. En una celebración en Rosario vi stands de ellos.

--¿Es posible cambiar los elevados niveles de etnocentrismo de nuestra sociedad?

--A veces, estos cambios son generacionales y hay que apostar a esto, los cambios culturales que llevan mucho tiempo, son muy lentos, pero no queda otra, porque la deconstrucción individual generalizada es imposible.

--Los que nos consideramos feministas tenemos incorporado el patriarcado. Los que estamos a favor de los derechos de los pueblos originarios, tenemos incorporada cierta mirada etnocéntrica, aunque no nos guste. Los ateos llevamos pudores hoy arbitrarios inculcados por el Antiguo Testamento, sin saberlo.

--Totalmente. Yo no estoy hablando desde el lugar de que uno sea santo, ni mejor que otro. De alguna manera, cierta mirada europeísta --en el mal sentido-- la tenemos todos.

--En su trabajo de campo usted fue a mirar la parte luminosa de la fiesta. Pero después se sumergió en lo que no se ve, esa costumbre tan maravillosa de los antropólogos. Y se metió a curiosear en la parte más sombría. ¿A riesgo de arruinarles la fiesta?

--No. Fui a investigar y disfrutar de la fiesta y me di cuenta que había alguien a quien no habían invitado.

--Aún están a tiempo de hacerlo ¿Querrán ir?

--No lo sé. Pero por lo menos hay que empezar por reconocer que hay alguien que no fue invitado. Y luego lo ideal sería ir y preguntarle si quiere venir y en qué condiciones quisiera hacerlo.

--Casi todos esos inmigrantes de las festividades son argentinos, no es que nacieron en otro país. Son tan argentinos como cualquier aborigen.

--Es que a los pueblos originarios se les exigió dejar de ser indígenas para pasar a ser argentinos. La lógica dominante les impuso que no pueden ser argentinos y mantenerse indígenas. Mientras que los inmigrantes pueden continuar siendo inmigrantes y continuar siendo argentinos. Y su situación de inmigración los hace además factibles de ser celebrados. La idea del colonialismo de asentamientos está tan metida en la cabeza, que cuando en la esfera pública se habla de una reivindicación de aboriginalidad u autoctonía, desde la posición hegemónica esa persona es acusada de “antiargentina”.

--Una vez en Villa Pehuenia, Neuquén, un porteño dueño de un hotel me dijo sobre sus vecinos mapuches: “lo que más más revienta es que no respeten la bandera argentina”. Allí tienen ciertos conflictos territoriales porque viven muy juntos. Y en tierras ancestrales suyas, les han insertado una colonia. Los mapuches negociaron: gestionan un pequeño centro de esquí. Pero todo esto, a veces, genera fricciones. Lógicamente, izan la bandera mapuche.

--Eso es justamente un ejemplo y manifestación de lo que decía. Y la pregunta es, a nivel simbólico, ¿por qué la bandera del inmigrante es celebrada y la del indígena es considerada molesta?