En la mesa hay platitos de varios colores: quesitos, maníes, fiambres en fetas, ajicitos, trozos de chorizos, nueces peladas, y todo aquello que beneficia el diálogo cuando, en realidad, sólo prima el paladar... El Puma Flores resulta ser el más veterano de los reunidos. Mientras vuelve a servir con vermut y Fernet las copas que se han ido vaciando, no deja de afirmar que su abuelo llegó a conocerlo al Torito de Mataderos, y certifica que:
--Mi abuelo era cadete en el diario La República y había conocido a Pilar Adelina Bravo, allí mismo, en el diario. Ella había salido en la portada por haber sido ganadora del concurso Reina de Mataderos, aunque vivía en Lanús... El Torito de Mataderos, el boxeador Justo Suárez, que era querido por todos, se enamoró perdidamente de esa jovencita de ojazos verdes que era telefonista. Se tuvieron que casar en secreto porque Pepe Lectoure, su mánager y dueño del Luna Park, lo tenía muy cortito de faldas porque quería mantenerlo fuerte para la inminente gira que harían a los Estados Unidos, donde realizarían varios combates. Por eso se casó en secreto el Torito... Bien, pero el asunto fue otro; como debían aliviar la carga impositiva que todo extranjero sufría al llegar a Nueva York, Pepe Lectoure buscó contactos políticos que lo acercaran al presidente Yrigoyen, para que les diera una mano... Al fin y al cabo, Justo Suárez iba a representar al país... Bien, consiguió una entrevista con el ministro del interior Dr. Elpidio González. Y allá fue Pepe junto al Torito de Mataderos. Luego el Torito volvió al diario y les contó a los de la redacción, no para publicar, claro, sino sólo como chimento, cómo había sido la entrevista.
--El ministro nos hizo sufrir una larga amansadora, era evidente que no estaba de acuerdo en hacer lo que desde arriba le habían impuesto. Lectoure se tomaba todo con suma calma y me decía por lo bajo: el ministro sólo está renovando la bilis que lo mantiene vivo, como a todos los burócratas... Por fin nos llamaron. El ministro simuló afecto palmeando a Pepe Lectoure como si lo conociera de años... Y nos dijo: pueblo y gobierno se confunden en un sincero abrazo. ¡Salve patria!... Nos agarró de sorpresa ese raro saludo, pero después de unas palabras más por el mismo estilo, nos invitó a sentarnos. Me dijo: hable con confianza, m´hjito. Considéreme como un padre suyo. Diga nomás, ¿en qué puedo serle útil?... Para no meter la pata le pasé la rienda a Pepe, y Pepe fue directamente a lo que importaba. Entonces el ministro no tuvo más remedio que llamar al secretario para que hiciera el trabajo y él se las picó. Mientras se retiraba, yo le grité: ¡Y dele mis saludos al viejo!... Asegúrele que ganaré... Pero no creo que el viejo Yrigoyen se haya enterado del saludo...
El chino Quesada, que está terminando de ingerir unos quesitos con mortadela que le alcanzó su mujer Priscila, levanta el brazo pidiendo la palabra, bebe un buen sorbo de vermut bajativo y aporta:
--Ese ministro, Elpidio González había sido un militante radical que había participado en el intento de derrocar al presidente Manuel Quintana, y fue preso. Fue ministro de guerra de Yrigoyen que, luego, lo elige, por su carácter y honestidad, como jefe de policía de Buenos Aires. Y cuando fue vicepresidente de Marcelo Torcuato de Alvear, se negó a cobrar sueldo porque decía “está mal cobrar por algo para lo que el pueblo me ha elegido”. Había sido hijo de un militar del ejército del Chacho Peñaloza. También era muy amigo del payador Gabino Ezeiza y del cura Brochero. Consideraba que ejercer la vicepresidencia era todo un honor y que, si desempeñaba bien su trabajo, el prestigio tendría mucho más valor.
Don Robustiano Pérez, dueño de la librería de viejo de la calle Pueyrredón, aporta:
--Al final de sus días, Elpidio González sorprendía a los transeúntes que lo veían con su larga barba blanca y el traje oscuro, paseando por la Avenida de Mayo. Elpidio era amigo del alemán Germán Ortkras, propietario de la empresa Anilinas Colibrí. Éste, al verlo en tan mala situación económica, le ofreció pagarle la jubilación correspondiente a vicepresidente de la República, a lo que Elpidio se negó enérgicamente. Sí aceptó trabajar para la empresa, con la condición de no ganar más que los jefes. Iba a las zapaterías y les vendía la anilina. Al saberse esto, el diputado Adrián Escobar elaboró un proyecto de jubilación vitalicia para presidentes de 3000 pesos mensuales y para vicepresidentes, de 2000 pesos. En 1938, este proyecto fue ley... Entonces, Elpidio González le escribió una carta al presidente Ortiz: "Habiendo sido promulgada la Ley que concede una asignación vitalicia a los expresidentes y vicepresidentes de la Nación, cúmpleme dejar constancia al señor presidente, en su carácter de 'jefe Supremo de la Nación, que tiene a su cargo la Administración General del País', de mi decisión irrevocable de no acogerme a los beneficios de dicha Ley. Al adoptar esta actitud sigo íntimas convicciones de mi espíritu. Entregado desde los albores de mi vida a las inquietudes de la Unión Cívica Radical, persiguiendo anhelos de bien público, jamás me puse a meditar, en la larga trayectoria recorrida, acerca de las contingencias adversas o beneficiosas que los acontecimientos podían depararme. No esperaba, pues, esta recompensa, ni la deseo y, al renunciarla, me complace comprobar que estoy de acuerdo con mis sentimientos más arraigados".
Elvira Frías, la mujer de Robustiano Pérez, que nunca se destacó por su romanticismo, informó:
--Una amiga me aseguró que este restorán se especializa en canelones de pescado; me ha dicho que son una delicia...