El 1 de julio de 1974 se decretaron tres días de duelo nacional, y esa semana en la ciudad de Salta la medida se transformó en un triduo que derivó en el peregrinar incesante del pueblo justicialista.
"Todos iban al Monumento a Güemes a ver a Perón", afirmó una crónica periodística del 4 de julio de 1974 que resumía el flujo de personas que se trasladaban hasta ese punto de la ciudad desde barrios y villas alejados del centro, desde parajes del Valle de Lerma -espacio geográfico donde se encuentra Salta capital- o bien desde el interior provincial. Todas y todos buscaban estar, dejar una flor, colocar una vela por el alma del fallecido, y sobre todo, llorar su pérdida.
Miguel Ragone gobernaba Salta desde el 25 de mayo de 1973. Horas después de la muerte del gestor del movimiento peronista, el mandatario salteño viajó a Buenos Aires para participar en las exequias. Lo hizo en avión de línea y por convocatoria a todos los gobernadores del país desde el Ministerio del Interior de la Nación a cargo de Benito Llambí.
Entre el momento de la muerte de Perón (13.15) y la tarde en que Ragone viajó a la capital del país, el gobernador salteño anunció la desaparición física del líder por radio, mantuvo reuniones con funcionarios de su gabinete, y se desplazó a pie desde la sede del Ejecutivo hasta el edificio de la CGT.
Las fuentes documentales relataron que apenas se supo la noticia, una multitud se congregó espontáneamente bajo el edificio de la central obrera, a metros de la plaza central, sobre la calle Buenos Aires 63. Ragone llegó sin previo aviso. Después del encuentro con toda la dirigencia confederada, se acercó a un ventanal para explicar a la multitud que en nombre del gobierno de Salta les dió a los referentes el pésame por la muerte del líder.
Ese día Ragone describió a Perón como "el gran conductor de los argentinos" y prometió a toda la dirigencia sindical salteña "interpretar sus anhelos". Al finalizar su breve alocución, los representantes obreros caminaron con el mandatario de regreso a la sede de gobierno, que por esos años funcionaba en un edificio ubicado en la plaza principal de Salta. Antes de ser sede oficial del gobierno fue sede del tradicional Club 20 de Febrero, que en 1958 se mudó al Paseo Güemes. Desde la década del 90 la sede de gobierno frente a la plaza es museo y edificio histórico.
"¿Qué haremos sin Perón?"
La tarde del 1 de julio, cuando Olivio Ríos, vicegobernador de la provincia, se hizo cargo del Ejecutivo por la ausencia de Ragone, la Policía de Salta prohibió "toda clase de manifestación pública" y recomendó "evitar portar carteles o estandartes alusivos al movimiento o partidos o agrupaciones en los actos de homenaje póstumo" al líder político.
Según el diario El Tribuno -que ya no era propiedad del Partido Justicialista- desde el mediodía del 1 de julio hubo asambleas populares en distintas esquinas del centro salteño. Eran espontáneas y, por lo tanto, las fuerzas de seguridad no pudieron detener a la gente que se reunía en las calles o se desplazaba hasta la plaza central para compartir su congoja, pesar o preocupación por el fallecimiento del dirigente. "¿Qué haremos ahora sin Perón?", fue la preocupación popular que rescataron algunos cronistas de esa época. Las asambleas se replicaron en barrios y villas, satélites del centro de la capital de Salta. También en otros lugares de la provincia, principalmente en el departamento San Martín y en localidades del sur salteño, como Metán y Anta, hubo asambleas y reuniones espontáneas.
Esa noche que murió Perón, en el Monumento de Salta, espacio de duelo para otro general popular, la central obrera salteña dispuso una guardia
permanente conformada por ocho representantes de cada gremio confederado
de la provincia. El ritual se extendería hasta el día del sepelio de Perón
en Buenos Aires, que fue el jueves 4 de julio de 1974. Cada noche -entre el 1 y el 3 de julio- hubo marcha de antorchas. En la primera participaron el vicegobernador Olivio Ríos; el delegado regional de la CGT, Raúl López; el presidente interino de la denominada Confederación General Económica o CGE, Juan Esper, y el titular de las 62 Organizaciones en Salta, Norberto Lozano. En las siguientes, asistió masivamente el pueblo.
El triduo en Salta no profundizó -al menos de manera visible o pública- las grietas existentes entre diferentes tendencias políticas de entonces. "Estuve aquel día con mucha gente en la plaza 9 de Julio y en la Catedral", rememoró Gregorio Caro Figueroa en diálogo con este diario. "Ví muchas personas que no sólo no era peronistas sino que fueron abiertos opositores durante los dos primeros gobiernos de Perón", destacó el historiador, testigo presencial en Salta del día en que falleció el dirigente argentino. Caro hacía alusión a hechos que se desarrollaron el 1 de julio, horas antes de la primera marcha de antorchas rumbo al altar cívico en el Monumento a Güemes, cuando el Arzobispado de Salta ofició una misa en la Catedral Basílica, con funcionarios del gobierno salteño, legisladores, autoridades militares y la dirigencia sindical.
Mientras se desarrollaba esa liturgia horas después del deceso de Perón, en la Legislatura salteña sesionaron hasta pasadas las 10 de esa noche las dos cámaras de representantes. Lo hicieron para expresar -más allá de las diferencias políticas- su pesar por la muerte del líder. Al finalizar, algunos legisladores abandonaron presurosos el recinto.
"El fallecimiento de Perón nos encontró participando de una organización política que se llamaba 'Organización Única para el Trasvasamiento Generacional (OUTG)'. Éramos unos 10 a 15 mil cuadros en todo el país", rememoró ante Salta/12 Antonio Marocco, actual vicegobernador.
En julio de 1974 Marocco se desempeñaba como secretario legislativo del Senado de Salta y, aunque no llegó a participar en las marchas de antorchas o la guardia al general Perón, integró la comitiva de dirigentes que viajó a participar de las exequias en la capital del país. "Decidimos converger en Buenos Aires. Desde Salta viajamos una delegación de 50 legisladores y concejales", recordó. "Hicimos la cola como todos", rememoró ya sobre Buenos Aires.
La OUTG respondía a consignas que el propio dirigente argentino fallecido había lanzado en 1971. Lo gestó como un espacio de formación doctrinaria, para la construcción de cuadros políticos con base territorial barrial, y que sirvieran de base para una reconstrucción de la pertenencia peronista. La socióloga María Alejandra Reta recordó en un ensayo de su autoría que "la OUTG surgió en 1972 a partir de la fusión de Frente Estudiantil Nacional (liderado por Roberto Grabois), la Guardia de Hierro (liderada por Alejandro Álvarez), la Línea Nacional de Mendoza, el integralismo católico de Córdoba y la Agrupación Reconquista de Salta".
En retrospectiva, Marocco destacó que Perón representó "la expresión del desarrollo del país, la coherencia y la pacificación". Luego rescató el simbolismo del regreso del líder a la Argentina, que en esos años reavivó la posibilidad de retomar el camino de bienestar social que truncó la autodenominada Revolución Libertadora entre junio y setiembre de 1955. "Vino en prenda de paz, nunca quiso violencia. No se entendió eso y es un debate que la sociedad argentina debe darse, sobre todo las expresiones populares", aseveró el actual vicegobernador de Salta.