El presidente Vladímir Putin ha sumado esta semana dos victorias a la afilada diplomacia rusa. Tras imponer en la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) una imagen de unidad con China y otros países asiáticos contra el hegemonismo occidental, su cordial reunión este viernes en Moscú con el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, le permite a Putin introducir una cuña de discordia en el corazón de Europa, en un momento de gran conmoción política.

Las elecciones en Francia y Gran Bretaña han sacudido los cimientos políticos en estos dos países que lideran la OTAN en Europa. El riesgo de que gane la extrema derecha francesa la segunda vuelta de los comicios y la victoria laborista en Reino Unido, con la debacle de los conservadores partidarios del militarismo más intransigente en Europa, plantean incógnitas en el conflicto de Ucrania y en el sistema de seguridad del viejo continente.

Si a esto se unen las dudas crecientes sobre la conveniencia de que Joe Biden siga siendo el candidato republicano a los comicios presidenciales de noviembre en Estados Unidos y que ello derive en la victoria de Donald Trump, con una inquietante cercanía hacia Putin, se tiene la tormenta perfecta de inestabilidad que siempre ha buscado Rusia en su relación con sus contrincantes geopolíticos.

La diplomacia asimétrica del Kremlin

Esto ocurre cuando Putin ha salido reforzado en Asia, gracias a la cumbre de la OCS celebrada el jueves en Astaná, Kazajistán, y espera esta semana próxima la visita a Moscú del primer ministro indio, Narendra Modi, con quien tratará las repercusiones de la guerra en Ucrania en el llamado Sur Global de países emergentes.

Pero, sobre todo, con Modi el presidente ruso abordará la cooperación en materia de defensa y energía entre los dos países, siendo Rusia un proveedor destacado de armas y tecnología militar para la India, así como de gas y petróleo a precios de saldo como parte de la estrategia rusa de diversificar sus ventas de hidrocarburos a consecuencia de las sanciones occidentales y el corte del suministro a Europa.

Modi es consciente de que Rusia no ha perdido el protagonismo internacional ni se ha desgastado militar o económicamente, como pretendían los aliados occidentales de Ucrania. Por el contrario, tal y como dejó claro la cumbre de la OCS en Astaná, ese país y China quieren encabezar una visión multipolar de las relaciones internacionales contrapuesta a la unipolaridad liderada por EE.UU. y su bloque de aliados en la OTAN, en la UE y en Extremo Oriente, con Japón y Corea del Sur.

Las relaciones de Putin con China "atraviesan su mejor momento"

En la capital kazaja, Putin subrayó que las relaciones con China "atraviesan su mejor momento" y el presidente chino, Xi Jinping, avaló la posición multipolar del líder ruso, respaldó unas conversaciones de paz sobre Ucrania en las que obligatoriamente estuviera Rusia e instó a los socios asiáticos de la OCS a "resistir a las interferencias externas", en referencia a los intentos de Washington de extender su patrocinio asiático.

La OCS fue creada en 2001 para expandir la colaboración en seguridad regional y la lucha contra el terrorismo, el extremismo religioso y el separatismo, y está integrada por China, India, Irán, Kazajistán, Kirguistán, Pakistán, Rusia, Tayikistán, Uzbekistán y Bielorrusia, país que se unió oficialmente a ese organismo este jueves.

El cortejo ruso a Hungría

Pero si hay que atribuir a la diplomacia del Kremlin un éxito sin parangón que ha descolocado a sus contrincantes occidentales es la visita que este viernes realizó a Moscú el primer ministro húngaro, llevada con bastante opacidad por el Gobierno de Budapest, por lo que ha desatado todas las iras habidas y por haber en Bruselas, tanto en la UE como en los cuarteles de la OTAN.

Tanto la cúpula de la UE como la de la OTAN subrayaron casi a voz en grito que el rebelde Orbán no hablaría en Moscú en nombre de esas organizaciones, sino de la propia Hungría, pues estaba tratando prácticamente con un estado enemigo de la Europa defensora de Ucrania.

Por supuesto, el primer ministro ultraderechista hizo caso omiso de las demandas que le hicieron el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, o el alto representante de la UE para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, quienes pusieron el grito en el cielo ante las libertades "negociadoras" que se arrogaba Orbán, para más inri en un momento sumamente complicado para la Alianza y a menos de cuatro días de que empiece la cumbre atlántica en Washington.

Orbán dijo que representaba a todo el continente europeo

Orbán dio incluso un paso más allá y no dijo que representaba a la OTAN o la UE sino a todo el continente europeo. Seguidamente pasó a tratar con Putin el tema tabú que en Bruselas no quieren ni que toque el líder húngaro, es decir, la guerra de Ucrania. Un conflicto para el que el primer ministro magiar tiene sus propias ideas, más cercanas a Putin que al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski.

Mandatario al que, por cierto, ya visitó el pasado 2 de julio como uno de los actos inaugurales de Hungría al frente del Consejo Europeo durante el segundo semestre de 2024. El Gobierno ucraniano protestó este viernes por la reunión de Orbán y Putin, se quejó de que Budapest no le hubiera pedido permiso al respecto ni que tampoco hubiera coordinado lo que se habría de decir en Moscú.

Unas quejas un tanto extrañas, porque hace unos días Orbán le ofreció a Zelenski mediar en la guerra y alcanzar un alto el fuego cuanto antes, y el líder ucraniano se negó a ambas propuestas. Y lo que hizo Orbán este viernes fue precisamente tratar de mediar y abogar por la necesidad de un armisticio, o al menos de una tregua duradera, en Ucrania.

El líder húngaro tampoco es persona a la que se pueda ordenar nada, más aún si las órdenes llegan del líder de un país, Ucrania, que en la última década se ha caracterizado por la represión cultural, lingüística y política de la minoría húngara que allí vive.

La misión de paz de Orbán y el maquiavelismo de Putin

En una alocución al comienzo de la reunión con Putin, Viktor Orbán, afirmó que está entre los pocos que en estos momentos podrían mediar entre Rusia y Ucrania. "Y pronto Hungría podría convertirse en el único en poder hacerlo", aseveró.

Esta semana, Putin descartó la posibilidad de que Turquía fuera mediador en unas posibles negociaciones, a pesar de que Ankara protagonizara los únicos intentos de llegar a una tregua entre Ucrania y Rusia en marzo de 2022.

Otro posible mediador es China, que abogó en la reunión de la OCS por un proceso de negociación que incluya a todas las partes en conflicto, no como en la reciente Cumbre de Paz de Suiza, de la que Rusia fue excluida.

La última vez que se vieron Putin y Orbán fue en octubre de 2023 y el ambiente de este viernes fue tan cordial como entonces. Solo que ahora la voz de Hungría se escucha mucho más fuerte. No caben en estos momentos las presiones económicas que Bruselas le ha ido haciendo a Budapest desde que comenzó el conflicto ucraniano, en febrero de 2022, para que acompasara su paso al del resto de países de la Unión.

Orbán calificó su viaje a Moscú como una "misión de paz", una denominación que chirría un tanto con los inminentes anuncios de nuevas entregas multimillonarias de armas occidentales a Ucrania que está previsto que se hagan la semana próxima durante la cumbre con que la OTAN celebrará su 75 aniversario en Washington.

Sabedor del malestar que la visita de Orbán ha causado en Bruselas, Putin aprovechó para hurgar si cabe más la herida al saludar públicamente (y retransmitido por televisión en directo) al primer ministro húngaro: "Entiendo que esta vez ha llegado no solo como nuestro antiguo socio, sino también como presidente (temporal) del Consejo de la Unión Europea".

Y la ira europea

El enfado por el comportamiento filibustero de Orbán se escuchó este viernes desde los salones de la sede de la Unión Europea hasta los cuarteles de la OTAN. Borrell insistió en que el jefe de Gobierno húngaro "no representa a la UE de ninguna manera", algo difícil de entender pues Hungría ejerce esa Presidencia rotatoria del Consejo Europeo hasta el 31 de diciembre próximo.

El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, fue también muy categórico e insistió en que Hungría "no tiene el mandato de dialogar con Rusia" en nombre de la Unión. Aunque eso es, precisamente, lo que ha hecho Orbán en Moscú, dialogar con Rusia y con su presidente, aunque éste sea considerado un proscrito por la mayor parte de los socios comunitarios.

Stoltenberg también remarcó que Orbán no representaba a la OTAN ante Putin. Pero al menos reconoció que Budapest sí había informado a la Alianza del viaje.

El Gobierno magiar respondió a este malestar con desdén. El ministro de Asuntos Exteriores húngaro, Péter Szijjártó, fue conciso desde Moscú: "Somos un país soberano, por eso no considero que debamos dedicar nuestra atención a críticas de este tipo".

Orbán fue más claro aún. En Moscú no solo trató asuntos bilaterales, pues la guerra de Ucrania fue un tema recurrente y central. Según el político magiar, fue muy útil conocer de primera mano lo que pretende Rusia y las dificultades para alcanzar un acuerdo.

"Es necesario acercarse al fin de la guerra", dijo Orbán

"Las posiciones son muy distantes, es necesario dar muchos pasos para acercarse al fin de la guerra, pero el paso más importante ha sido el establecimiento de contactos y continuaré trabajando", dijo Orbán. Para el primer ministro húngaro, con el beneplácito o no de Bruselas, ese primer acercamiento hacia la paz ya está al menos planteado y por "el camino más corto para detener la guerra" gracias a estas visitas a Moscú y Kiev.