“Tres veces al día necesitamos un agricultor y uno no toma conciencia de quién es tu agricultor, quién está produciendo tu alimento o quién está cultivando el alimento que tenés en el plato. Si el campesino, el agricultor desaparece, ¿en manos de quién queda nuestra alimentación? ¿Quién decide aquello que comemos? Hay mucha desinformación sobre los alimentos sanos, sobre qué es lo orgánico, qué es la agroecología y el impacto que tienen en la salud", afirma Marcela Calderon, agricultora agroecológica y parte de la organización Cambio Rural.
Hace doce años, en Baigorrita, entre los campos fértiles entre Junín y General Viamonte, en la provincia de Buenos Aires, Marcela y sus hermanos emprendieron un camino transformador hacia la agroecología. Después de más de una década dedicados al agronegocio convencional y gestionando 2.500 hectáreas con tecnología avanzada, decidieron cambiar radicalmente su enfoque hacia prácticas más sostenibles y respetuosas con el medio ambiente.
"Veníamos de un modelo donde todo giraba en torno al aumento de hectáreas y el uso intensivo de maquinaria y químicos", explica Marcela. "Pero nos dimos cuenta de que este modelo no solo afectaba nuestra calidad de vida, sino también la salud del suelo y la biodiversidad que lo habita".
La decisión de cambiar surgió a partir de un accidente que tuvo su hermano con un tractor. “Nosotros hacía treinta años que estábamos haciendo siembra directa y no era sustentable. El suelo estaba cada vez peor, sin estructura, sin vida. Necesitábamos cada vez más insumos para lograr que rinda lo mismo. Nos dábamos cuenta de que estábamos perdiendo calidad de vida. Mi hermano se iba a las seis de la mañana y volvía a las doce de la noche. La dedicación cada vez era mayor, el modelo de la agricultura agroindustrial o convencional nos esclavizaba cada vez más. Y empezamos a tomar conciencia del efecto de los agroquímicos sobre la tierra", afirma Marcelo.
Se pusieron a investigar de forma autodidacta metodologías agrícolas alternativas. Desde la permacultura hasta la agricultura orgánica y biodinámica, exploraron métodos que promueven la producción de alimentos, la regeneración del suelo y la biodiversidad.
Marcela relata que en lo orgánico a veces no busca desarrollar una conciencia plena sobre la producción y el cultivo, mientras que en la agroecología, hay una preocupación por la salud humana. Si en el agronegocio se tiene en cuenta lo físico y lo químico, en la agroecología se toma en cuenta lo biológico. “En el agro tradicional se agregan tres fertilizantes: nitrógeno, fósforo y potasio. Como si las plantas se alimentaran solo de esos tres ingredientes. Si yo a una persona, le doy leche, huevo y carne, no va a estar bien nutrida porque no se nutre nada más que de esos tres alimentos. Hay muchísimos más. Hoy a los alimentos les está pasando eso. Hay una deficiencia en las vitaminas y los minerales que cada alimento tiene porque el suelo está degradado, el suelo ya no está equilibrado. Las plantas extraen, extraen, extraen. Y si uno no recompone o no reequilibra, no regenera la vida del suelo. Por ende, los alimentos van a estar deficientes a nivel nutricional”, afirma.
La transición implicó la eliminación total de químicos de síntesis en sus 81 hectáreas cultivadas. Adoptaron prácticas como la siembra directa y el cultivo asociado, reduciendo así el impacto ambiental y aumentando la eficiencia del uso del suelo. Además, incorporaron ganadería ovina con pastoreo racional, adaptado a sus sistemas agrícolas. Tienen como valores fundamentales el respeto hacia la naturaleza, sus ciclos y leyes, con el fin de obtener productos genuinamente saludables y naturales desde su origen. Este enfoque no solo promueve la soberanía alimentaria y el arraigo, sino que también fomenta una relación más armoniosa con el entorno. El proyecto no se limita a la producción agrícola. "Con la marca "El Huerto Interior", vendemos harina integral agroecológica y corderos pastoriles.", afirma Marcela.
“Un suelo sano, equilibrado, funciona igual que el sistema inmunológico de una planta, de un animal y del individuo. Si nosotros tenemos el sistema inmunológico sano, si el sistema inmunológico de la Tierra está sano, está completo, está íntegro, las plantas van a estar sanas, los alimentos y los animales van a estar sanos. Es una cadena. La salud está en la comida. La salud de la comida está en el suelo. Y si el suelo no es saludable, no tenemos salud. No hay salud”, afirma. Además, optar por alimentos agroecológicos de temporada y locales es una manera de respaldar el comercio justo y responsable, concluye Marcela.
Grupo Cambio Rural
Hoy en día forman parte del Grupo Cambio Rural, donde comparten su experiencia y conocimientos para inspirar a otros agricultores a seguir su camino hacia prácticas más amigables con el medio ambiente. “Solemos hacer una reunión para invitar a posibles agricultores que les llegue a interesar o que estén interesados para que lo puedan vivenciar. Uno puede ver el cambio del suelo, cómo se va regenerando, cómo se va descompactando, cómo se va vivificando. Desde la pandemia se incrementó el interés de otros productores. Los primeros años para nosotros fueron difíciles, estábamos solos en esta zona y bueno, éramos medio los hippies raros”, recuerda.
“Ya somos varios los que estamos cultivando de esta manera, que en realidad es como se hacia antes, en la época de mis abuelos, no es magia. Lo que pasa es que estamos cooptados por el otro modelo, donde está todo resuelto y cuesta cambiar un modelo productivo. Es un gran desafío. El tema es tener claro si estás a favor de la vida o a favor de la muerte. Si vos estás a favor de la vida, todo va a estar acorde a eso y la naturaleza te va a compensar. No hay una recompensa económica, hay una recompensa en calidad de vida, en buen vivir. En este modelo no pasa por lo económico, sino pasa por la salud tuya y de los otros", afirma.
Con el grupo, priman los principios de asociación y cooperación, entre ellos realizan visitas mensuales rotativas, para promover una mirada colectiva sobre los problemas que puedan presentarse. Hoy en día, son doce productores. Se organizan para hacer compras comunitarias, comparten sus experiencias y colaboran con los CEPT de la zona. "Estamos comprometidos no solo con la producción de alimentos, sino también con educar y crear conciencia sobre la importancia de una agricultura consciente y sostenible", concluye Marcela, convencida de que la labor que realizan genera cambios tangibles.