Mauricio Macri viajó especialmente desde Londres para el acto en Tucumán. Y apenas terminó, pegó la vuelta hacia Europa. El expresidente dejó trascender que se sintió destratado por el Gobierno: fue el único exmandatario de peso que aceptó asistir, no le reservaron un lugar privilegiado —de hecho, lo dejaron esperando en el frío con el público general—, no lo sumaron a la firma del acta como le había asegurado que harían Santiago Caputo, asesor presidencial. La sensación general fue de ninguneo. Si hay algo que le confirmó esto a Macri es que cualquier negociación con La Libertad Avanza será dificil y tratarán al PRO como a un primo pobre que viene a pedir limosna.

Macri estaba muy cómodo en Londres viendo el Wimbledon. Para asistir al acto del Pacto de Mayo en Tucumán, se hizo rogar toda la semana pasada. Finalmente, tomó un vuelo con el único propósito de estar presente. Habían acordado una serie de condiciones que tenían que ver con el lugar que le darían al único expresidente que aceptó ir (si no se cuenta a Adolfo Rodríguez Saá, que estuvo en el cargo una semana de 2002). Esas condiciones, dicen en el círculo del presidente del PRO, no se cumplieron.

Los adláteres del expresidente culpan de todo a Santiago Caputo. Con él, habían arreglado que Macri iba a firmar el acta. En verdad, jamás pensaron en permitirle firmar el papel membretado y con letra decimonónica que firmaron Milei y los gobernadores. En cambio, el exmandatario tuvo que contentarse con firmar un libro en el que dejaron también su firma otros 800 invitados. Puesto menor.

El lugar que le asignaron en el acto también fue notoriamente menor. Mientras Milei lo incluía entre los gobiernos que llevaron a la Argentina a la decadencia (aunque sin nombrarlo), Macri escuchaba en el frío, entre los invitados. Jamás lo sumaron al VIP donde estuvieron las figuras relevantes. En su entorno, también se quejaron de que las cámaras casi no lo enfocaron durante la cadena nacional. Solo aparecía en las tomas panorámicas que enfocaban al público en general. 

Esto es lo que a Macri le costaba creer: lo habían hecho emprender un viaje transoceánico para ponerlo como uno más del público. De hecho, advirtieron que Ceremonial no tenía ni siquiera instrucciones de reservarle una silla.

Es improbable que alguien como Macri olvide ese ninguneo, producto o bien de la poca relevancia que le dan en el Gobierno o bien de una pequeña venganza por toda su estrategia de diferenciación de la semana pasada. No es solo el recuerdo del frío tucumano lo que tardará en írsele del cuerpo.

Es que Macri está convencido de que, si va a una negociación como la que propuso Patricia Bullrich —con la que tuvo un saludo seco durante el acto— lo que va a ocurrir es que los van a relegar en el armado. Sabe que Karina Milei quiere manejar la lapicera y darles solo los pocos lugares en las listas que ella cree que se merecen.

El objetivo de Macri es subirse el precio: reforzar su partido y, si hay frente electoral, que negocie en igualdad de condiciones. Nada de eso parece estar en los planes de oficialismo, que parece observar al PRO como un socio menor que tiene dos opciones: o se asimila a La Libertad Avanza o pierde toda relevancia en unas elecciones donde perderá todos los votantes a manos de Milei.

Curiosamente, Macri se fue con un mejor recuerdo del trato que recibió del gobernador peronista Osvaldo Jaldo que de lo que fue Milei y su séquito. Fue mucho más efusivo en la bienvenida y hasta le hizo bromas políticas.

Cumplida la promesa de estar, Macri no pasó ni un día de más en la Argentina. Tomó otro vuelo de vuelta a Europa. Estará en Madrid, donde planea abocarse a su rol en la Fundación FIFA. Hacia el Gobierno, el mensaje de Macri es el mismo que dio la semana pasada: el PRO ya ayudó y le dio las herramientas. Ahora esperan gestión y resultados. Y, de paso, que liberen la coparticipación porteña.

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