El 2 y el 3 de agosto se llevarán a cabo las 33 Jornadas de la Sección Rosario de la EOL. “¿Cómo es posible la práctica del psicoanálisis? Las prácticas y los discursos”. Las inscripciones abiertas y aquí publicamos un fragmento del argumento propuesto: Como sabemos, Lacan se interrogaba por el estatuto de lo real y esa pregunta nos permite retomar las profesiones imposibles: gobernar, educar y psicoanalizar. Cada una trata un real diferente.
La ciencia y la técnica producen mutaciones en los sujetos, ofreciendo satisfacciones inmediatas, sin mediaciones. Encontramos esto matematizado en la variación que realiza sobre el discurso del amo, a la que llamó discurso capitalista.
Al decir de Miller: “a nuestra clínica llegan los significantes que el discurso social selecciona para identificar a los sujetos. Esto hace depender (…) la clínica de la sociedad. Y la pareja “clínica y sociedad” se nos impone en la medida en que no hacemos de la clínica un término intemporal”.
La apuesta psicoanalítica
Hay dos coordenadas imprescindibles para que pueda existir la experiencia analítica: el deseo del analista y la transferencia. El deseo del analista no viene dado de suyo y la relación del practicante a su propia experiencia del inconsciente será fundamento del lugar que puede darse al desarrollo de la transferencia.
El psicoanálisis propone una mutación, una invención subjetiva que no se sostiene ni del clásico y declinado Edipo ni del narcisismo con sus vestiduras y sus espejos. Propone un uso más digno del significante amo: ni que comande vociferando ni que sea usado cínicamente. Se trata de una invención singular, producto de un encuentro amoroso: la transferencia analítica.
Pero el amor por el síntoma está en retirada. Estamos en una época contraria a la pregunta, una época que trata de tapar el vacío con la satisfacción efímera del consumo y que afecta al lazo social, pero también al lazo de cada sujeto con la palabra.
La ética del psicoanálisis no alienta la felicidad masificada de satisfacción inmediata pero tampoco la tristeza. Es una ética que implica enfrentarse con el propio deseo y asumir las consecuencias, teniendo en cuenta a los otros en su diferencia irreductible. Se apuesta al lazo al Otro, pero no de cualquier manera, sino respetando en el otro su diferencia, lo que lo hace incomparable, que es, en último término, el punto de goce ligado a su síntoma. Sin el síntoma, no habría práctica posible.
*Miembros EOL Rosario. Responsables de la Organización y dirección de las Jornadas.