Qué lindo ser pibe y pasarse las vacaciones leyendo aventuras. Y si son en forma de historieta, mejor. Más allá de los clásicos, en la Argentina se editan muchas y muy buenas historietas nacionales y extranjeras. Incluso hay sellos especializados, como Comiks Debris, o editoriales con sus propias líneas específicas (Maten al mensajero y sus “Grandes historietitas”, que suelen llegar a las bateas cada diciembre). Además de los productos licenciados (numerosos mangas, historietas basadas en personajes de Disney y demás), es notable cómo también los grandes grupos editoriales refuerzan este segmento, y cómo de a poco los proyectos más pequeños hacen lo propio. El sector ya tiene sus nombres indiscutibles, como Chanti (que en Penguin va por 21 libros recopilatorios de su tira Mayor y menor, además de varios otros proyectos), o Astérix, el clásico francobelga del que Libros del Zorzal acaba de publicar El lirio blanco, su álbum número 40, ahora en con los destinos galos en manos de Fabrice Caro (guiones) y Didier Conrad (dibujos). Más allá de ellos, aquí una pequeña e inacabada lista para que infancias y adolescencias disfruten de buenas lecturas comiqueras en vacaciones de invierno.

La guerra de Troya

Nicolás Schuff y Mariana Ruíz Johnson (ambos argentinos) adaptan la Ilíada con un timming notable y una sorprendente adscripción a los códigos del ATP. Hay poquitísima sangre –para lo que fue, en cualquier término que se quiera, una guerra con mucha mala leche-, explicaciones claras de qué papel jugaba cada deidad olímpica en el entuerto y el enredo de personalidades entre sitiadores y sitiados también resulta claramente comprensible. Schuff conserva en sus diálogos la costumbre homérica de presentar a cada héroe con su linaje, pero no lo vuelve incordioso de leer. Aquí el trabajo de Ruíz Johnson es clave porque propone claridad, un estilo gráfico que es propio, pero sigue remitiendo a la estética de la Antigua Grecia, y una narrativa ordenada. Más allá de la temática y el enfoque, una de las cosas llamativas del libro es que está editado por Siglo XXI, tradicionalmente asociada a libros de divulgación científica que aquí hace una muy buena primera incursión en el noveno arte.

Amuleto

Cuando se acabó la saga de Harry Potter y se hizo evidente que los nuevos libros de Rowling no tenían la misma potencia (vendedora) que su best-seller, los editores infantojuveniles de Estados Unidos salieron a buscar un posible reemplazo. Lo encontraron, en cierta medida, en Kazu Kibuishi, un japonés radicado en Estados Unidos, que ya era conocido por su cómic Flight y su webcomic Copper. Pero con Amuleto su fama se disparó. Y finalmente, hace poquito, lanzó su noveno (sí, son nueve libros) y último tomo de la saga: Amuleto: navegante de ondas. En la Argentina la publica Editorial Común. Es difícil explicar el fenómeno de Amuleto. La trama sigue a unos niños que se ven transportados a un mundo de fantasía, acechado por unas sombras a las que deben expulsar. Y lo que parece ser su mejor arma para hacerlo (unos amuletos que les dan poderes) resultan tener planes propios. El dibujo es llamativo, claro, pero no alcanza por sí sólo a justificar su explosividad. Aún así, algo es indiscutible: Kibuishi sabe capturar a los pibes, que sortean todos los meandros que propone la trama, ansiosos por develar el final.

Pulga

La de Lionel Messi es una historia épica que –por ahora- puede terminar en la gloria inmaculada que gusta a tantos. Los orígenes modestos, la salud que debe tratarse lejos del terruño, la consolidación de niño prodigio y el éxito esquivo en su propio país. Hasta la gloria, claro. En el último tiempo proliferaron los libros (y el rubro de la historieta no fue una excepción) dedicados a la Selección campeona en el Mundial de Qatar 2022. Lo que distingue a Pulga no es sólo que sea historieta, sino que además es un manga más bien argento, donde la pluma y sensibilidad de Luciano Saracino se unen a los lápices de Lea Caballero (para muchos, uno de los autores argentinos que más y mejor estudió las viñetas niponas en los últimos años) en pos de narrar esa épica en tiempo y de manga. En este punto la dupla gana el partido antes de arrancar porque encuentra en Saracino a un guionista con oficio y que ya maneja los registros de emotividad fuerte que no sólo requiere la historia (y seguramente los fans de Messi) sino también habituales en esta clase de mangas. Publicó Planeta.

Gustavo Pascual

Quizás la más incorrecta de las historietas de esta lista, Gustavo Pascual (edita Viajero del Alba) es una tira en la que dos gatos acometen objetivos de lo más gatunos, con pésimos (y graciosos) resultados. En tiempos de preocupación por las identidades corporales y mientras muchos esquivan el tema ofreciendo productos pasteurizados, Mari Salina se propone la difícil tarea de mostrar los lados más flojos de papeles de esta empresa. Aquí muestra al lector a dos gatos que intentan ayudarse mutuamente a conseguir cosas tan normales (para un gato) como trepar la medianera, algo que puede ser una odisea notable para un gato con mucho sobrepeso. La amistad entre ambos –accidentada y tóxica, todo sea dicho- guía gran parte del relato hasta que algo se quiebra. Y es en ese quiebre donde Salina le recuerda a los lectores no sólo la importancia de la amistad, sino la de tener los amigos correctos.

Beck

Este manga de Harold Sakuishi sigue los pasos de una banda de rock que está de gira. Más allá de las peripecias habituales de esta clase de recorridos, en el #7 de la serie (recientemente publicado por el subsello Distrito Manga de Penguin) los personajes se encuentran con la tumba de Jimi Hendrix y deben enfrentar un posible cambio de rumbo en sus carreras. Un “shonen musical” apto tanto para corazones rockeros como para entusiastas del k-pop.

El pequeño gigante

Aunque no es estrictamente “para pibes”, es una historia que se puede leer muy bien durante la adolescencia, cuando les jóvenes están buscando cómo encajar en el mundo y conviven con la incomodidad evidente de tener un cuerpo que parece tener vida propia. Este libro forma parte de la colección “Grampas”, de LocoRabia (una colección para historieta corta, con libritos sin lomo), con guiones de Alejandro Farías y unas bucólicas páginas de Tomás Gimbernat. Suerte de fábula moderna, la dupla cuenta la historia de Elbio, que crece demasiado para su pueblo y descubre por las malas que pese a todos sus esfuerzos, quizás adaptarse ahí no sea la mejor opción, sin importar cuánta buena voluntad le ponga el pueblo, o èl mismo. Aprovechando el dibujo cálido de su coequiper, que deja en claro que no hay intenciones malvadas, Farías deja en manos de sus lectores la potestad de rescatar del relato sus propias conclusiones. Un libro que puede dejar huellas de gigante con su lectura.