Por la prepotencia del hacer y el placer de trabajar entre amigas. Este fue el germen de No tiene un desgarrón, la obra teatral que los jueves a las 20 sube a escena en el teatro Dumont 4040 (Santos Dumont 4040). Adaptación de Heldenplatz, la pieza escrita por el austríaco Thomas Bernhard en la década del 80, la obra es el resultado de las ganas de trabajar juntas de Rita Cortese (que debuta en la dirección) y de Julieta Cardinali, amigas en la vida real que entre comidas y copas de vino le fueron dando forma al deseo de encontrarse sobre el escenario. Así fue que, primero, apareció la obra (que la misma Rita había protagonizado años atrás en el Teatro San Martín) y después la certeza de que debían sumar a Vera Spinetta como coprotagonista. “Las cosas hay que desearlas, buscarlas y trabajarlas para que se puedan concretar”, afirma Cardinali, junto a Spinetta, en la entrevista con Página/12.

No solo bastaba el deseo de trabajar juntas para subir al escenario. Había que encontrar una obra. Y no una cualquiera, sino una que dijera algo sobre esta realidad que vive el mundo y la Argentina. “Es una obra que Rita y Carito Santos trabajaron mucho, porque en realidad es la adaptación del primero de los tres actos de Plaza de héroes. Es una obra que pese a que fue escrita hace 40 años, resulta muy actual, porque habla del avance de los discursos de odio, tan en boga hoy en día. Parece escrita para esta realidad, los textos resuenan en el ahora, con tanto discurso de odio dando vueltas, el avance de las derechas en el mundo y lo que pasa en las distintas clases sociales”, detalla Cardinalli.

A su lado, Spinetta cuenta que es una privilegiada, porque No tiene un desgarrón es la mejor forma de debutar en teatro. “Tengo la suerte -confiesa- de que me haya convocado Rita, que es una de las capitanas de las actrices en Argentina, a la que le dije que sí no bien me contó el proyecto, porque era un honor su llamado. Y cuando leí la obra me pareció increíble, me obsesioné con el texto, porque es un material muy rico, muy vasto para llevarlo a los lugares donde uno quiera profundizar. A los dos días nos juntamos a leer con Julieta y coincidimos en la suerte de poder hacer teatro con un texto que tiene muchas cosas para decir”.

-¿Qué fue lo que las convocó de la obra adaptada por Cortese y Santos?

Julieta Cardinali: -Hacer teatro clásico es volver a hacer lo que hacíamos cuando comenzamos. Cada vez se hace menos clásico en la cartelera y volver a transitarlo es una maravilla para quienes amamos la actuación. Al mismo tiempo, nuestra meta es que sea lindo de escuchar, que sea un texto clásico que suene lejano. Y lo que tiene de más interesante para mí este texto es que es absolutamente actual. Está escrito a fines de los 80 y parece hecho para este momento del mundo y de la Argentina, políticamente hablando. Cuenta la historia de dos amas de llaves, que están desarmando una casa de clase alta en medio de una tragedia en Viena. Es la conversación entre alguien que hacía 30 años trabaja allí y otra que lo hacía desde hacía 4 años, dos miradas que se enfrentan y complementan. Es una obra muy poética que interpela el ahora.

-¿Qué temas aborda que la hace tan actual?

J. C.: -Es una obra que habla mucho sobre el avance de los discursos del odio, de cuánta gente abandonada hay, de lo que nos cuesta vivir y de lo que nos cuesta atravesar este momento, sobre quiénes se quedan afuera del sistema y quiénes se quedan adentro, y por qué sucede eso. Hay un texto que dice que “la hostilidad se muestra ahora de una manera totalmente abierta”. Y eso es algo en lo que todos coincidimos.

Vera Spinetta: -La obra trabaja también sobre la falta de empatía que existe, la poca sensibilidad para con el otro. No baja línea ideológica, aunque te hace reflexionar sobre la condición humana. ¿Qué pasa con los otros y nuestra relación con ellos? No habla de política, sino de lo salvaje en que puede llegar a convertirse el ser humano, de lo despiadado que puede ser en función de seguir su propio interés. Y cómo afecta el entorno esa forma de vida. La obra parte de lo más íntimo, como es el trato de una familia de clase alta con sus trabajadores, para pensar la coyuntura política actual. Habla de los vínculos humanos, de lo micro y lo macro al mismo tiempo.

-¿Y qué punto de vista aporta No tiene un desgarrón a esa confusión generalizada que vivimos?

V. S.: -La actuación nos permite ponerle humanidad a lo que nos pasa. Es una época a la que le falta humanidad. La obra habla de eso.

J. C.: -Nos permite reflexionar sobre quienes somos, qué es esto de estar de un lado y del otro, si todos estamos viviendo en el mismo mundo y nos estamos peleando todo el tiempo… Más allá de las diferencias que se puedan llegar a tener sobre la realidad y el mundo, por qué el odio se instala con tanta fuerza, arrasando con la humanidad de la que somos todos parte.

-Rita Cortese es una gran actriz. ¿Cómo es como directora?

V. S.: -Para mí, la obra es un desafío enorme, porque además Rita es súper exigente, por suerte. Es alguien que sabe mucho, de verdad, y trabajó con todos los que uno admira y aprendió en su formación actoral. Como directora, Rita es un pez moviéndose en el agua. Que hoy en día exista una persona como Rita, que empieza a dirigir con todo su conocimiento, y que nos pueda inculcar su sabiduría, es una bendición. Cada ensayo, cada juntada, fue una clase de teatro. Y una clase también de cultura. Fue una experiencia muy completa y un desafío gigante poder vencer los miedos y entregarme también a algo que me era desconocido.

J. C.: -La mirada de Rita nos hizo, a nosotras dos, poder confiar absolutamente y entregarnos al juego de la actuación real. O sea, literalmente. Porque estábamos protegidas con su mirada. A mí, personalmente además, esta obra me hizo también reencontrarme con el por qué elegí lo que elegí hacer para mi vida. Venía un poco... no sé si desilusionada, porque la verdad soy privilegiada y tengo un montón de trabajo y me encanta lo que hago, pero fue como volver a, esto que dice un poco Vera, como volver a sentir que estás estudiando teatro, que estás haciendo las clases. Rita es una gran directora, porque para ella también era algo nuevo, algo a descubrir y la verdad es que tiene todas las herramientas. Es como si lo hubiese hecho siempre. Es una persona con una sensibilidad enorme, no solo escucha sino que también observa. Ella se da cuenta cuando estás insegura con algo y te pregunta y te da tiempo a trabajarlo para que todos estemos seguros de lo que hacemos. Nosotros nos entregamos a su empatía humana y artística.

-¿Hubo una necesidad de correrse un poquito de esa rueda y mirarla desde afuera?

J. C.: -Creo que buscamos corrernos del lugar cómodo, ¿no? Este proyecto nos colocó a las dos en un lugar de incomodidad, de desafío profesional. Fue una elección hacer esta obra, de texto y fuera del circuito comercial. Salimos del lugar común.

V. S.: -Yo volví a clases de teatro tras varios años de no entrenar, con Francisca Ure, y me pasó algo de poder disfrutar del juego sin la necesidad de lo eficaz, ¿viste? Porque en nuestro trabajo, sobre todo en el cine y la televisión o lo que sea, vos tenés que ir y hacerlo bien y tenés determinada cantidad de tomas para hacerlo. Hay que hacerlo y bien. Es un trabajo estructurado, con obligaciones, con responsabilidades. Te permite jugar hasta ahí, tiene un límite. Cuando volví a las clases empecé a disfrutar de nuevo de esta cosa de probar y jugar. La obra nos hizo recordar que esto es lo que nos gusta hacer. El teatro nos da esa posibilidad de profundizar, de equivocarnos, de no hacerlo bien, de buscar cómo, cuándo, dónde, por qué. Y tuvimos todo el tiempo el mundo. Eso es un privilegio absoluto.

J. C.:-Ser parte de la primera obra de teatro que dirige Rita ya es un acontecimiento por sí mismo. Estamos felices.