Cuatro miembros de una secta llamada "Abba Krishna" fueron condenados por trata de personas en el Tribunal Oral del Criminal Federal N°2 de San Martín. La organización había captado a ocho víctimas con el objetivo de conseguir réditos económicos mediante distintas prácticas de índole sexual.

La investigación se originó a través de una denuncia anónima realizada por correo electrónico y recibida por la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas. En ese mail, dio cuenta de los diferentes hechos sufridos en el marco del templo "Abba Krishna".

A raíz de ello se imputó a Francisco Aurelio Pugliese, Leonardo Abel Gandarinho, Carina Lorena Cardoso y Lisa Beatriz Baissetto, quienes recibieron cuatro años de prisión luego de haber aceptado un juicio abreviado.

Tras el avance de la pesquisa, a los cuatro involucrados se les reprochó el haber colaborado en la captación y acogimiento para finalmente obtener réditos económicos de ellos mediante la reducción a la servidumbre, además de someterlos a distintas prácticas sexuales.

Por otro lado, al finalizar la causa, los jueces Walter Antonio Venditti, Fernando Machado Pelloni y Daniel Omar Gutiérrez, ordenaron una retribución económica de $2.679.000 a $36.447.000 para cada una de las ocho víctimas del caso, que deberá hacerse efectiva a través del Fondo de Asistencia Directa a Víctimas de Trata.

El funcionamiento de la organización

Según la investigación, los miembros de la secta utilizaban las actividades que se realizaban en el templo para captar a las víctimas, mediante el ofrecimiento de contención afectiva y guía espiritual, ya que todas ellas transitaban por diferentes situaciones de vulnerabilidad.

Cada vez que una persona ingresaba al templo debía completar una planilla con los datos personales, detalles de su situación emocional y aspectos de su vida que querían “sanar”. De esta manera, el líder de la banda tenía pleno conocimiento de la situación sentimental de los fieles.

En caso de que un asistente dejara de concurrir, se lo llamaba por teléfono y se le insistía para que volviera al templo bajo la promesa de que ello le haría bien y le ayudaría a “sanar emocionalmente”.

Este acercamiento le permitía al líder inculcar distintos pensamientos en los devotos hasta lograr persuadirlos, controlarlos y aislarlos, ya que, entre otras cuestiones, les hacía creer que, aquellos que no pertenecían al grupo Abba Krishna, “no podían sentir la misma energía”.

Las enseñanzas tenían fuertes premisas sexuales: a las mujeres no se les permitía mantener relaciones, bajo el pretexto que el cuerpo era un templo al cual "no se le debía permitir entrar a cualquiera". Sin embargo, existía un “camino espiritual” en el cual se avanzaba desde la entrega sexual del cuerpo y que estaba controlado por el líder espiritual mediante acercamientos, y tacto en zonas íntimas.

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