Stephen Hawking en “Historia del Tiempo, del Big Bang a los Agujeros Negros” (1988), se propuso escribir una obra de divulgación que abarcara ideas básicas acerca del origen y el destino del Universo y el concepto de tiempo. ¿De dónde viene el Universo? ¿Tendrá un final? Y si es así, ¿cómo será? Son interrogantes que han perseguido a la humanidad desde hace miles de años. El aporte de Hawking es relevante. Con lenguaje llano, sin tecnicismos, cumple acabadamente su objetivo en una obra de comprensión horizontal.
En el capítulo diez, “Agujeros de Gusano y Viajes en el Tiempo”, Hawking se pregunta si sería posible viajar al futuro o al pasado. Kurt Gödel fue en 1949 el primer científico que desde las leyes de la física se aventuró a buscar un espacio-tiempo que permitiera “jugar” con el tiempo. En la teoría de Gödel, el universo completo está rotando. Por lo tanto, si el universo rota podríamos viajar en el tiempo. Hawking lo rechaza y enfáticamente dice: “La solución que halló Gödel no corresponde al universo en el que vivimos, porque podemos demostrar que el universo no gira.” Hawking se inclina por sostener, revisando varias teorías, que los viajes espaciales hacia atrás en el tiempo habría que desecharlos. Sin embargo, según sus palabras, “existe una escapatoria”: la creación de un “agujero de gusano”.
Hawking dice: “La idea de los agujeros de gusano entre regiones diferentes del espacio-tiempo no fue un invento de escritores de ciencia ficción, sino que provino de fuentes muy respetables”. Está refiriéndose a Albert Einstein y Nathan Rosen, quienes en 1935 escribieron un artículo en el que mostraban la posibilidad de establecer “puentes”, luego conocidos como agujeros de gusano. Si se reunieran ciertas circunstancias, sería posible viajar en el tiempo. O por lo menos, en palabras de Hawking, “la posibilidad de viajar en el tiempo sigue siendo una cuestión abierta". Con ironía agrega: “Pero no apostaré sobre esta cuestión. Mi oponente podría tener la injusta ventaja de conocer el futuro”.
En la Argentina tenemos problemas más básicos. Desconocemos si el Presidente viajó en el tiempo, pero parece haberse quedado en el pasado. Su tiempo es alrededor de 1944, cuando el austriaco Friedrich Von Hayek publicó El camino a la servidumbre. El autor imagina un mundo en donde inexorablemente todo lo que no se ajuste a las definiciones del más salvaje libre mercado, con Estados mínimos y obviamente la reducción al máximo de la actividad sindical, terminaría en el comunismo, con variantes social-demócratas, socialistas o, en la Argentina, peronistas. Es por ello que Milei, atrapado en 1944 y dentro de una burbuja impermeable al paso del tiempo, ve comunistas o “zurdos” por todos lados. ¿Tendrá su propio agujero de gusano? Este “pozo” en el tiempo en donde está atrapado lo lleva a no comprender la política y la economía internacional. Suponer que el mundo está hegemonizado en forma única por Estados Unidos y el libre comercio como estandarte del citado predominio, es vetusto y con olor a naftalina.
Estamos viviendo una crisis del llamado predominio de Occidente, en donde Estados Unidos como potencia hegemónica está en discusión. Si bien asoma China, es aventurado señalarla como potencia de reemplazo. Hirst, Russell, Sanjuan y Juan Gabriel Tokatlian en “América Latina y el Sur Global en tiempos sin hegemonías” (enero/2024) dicen: “Estamos en el umbral de un nuevo orden internacional en un contexto inestable y tenso que abre numerosos interrogantes sobre el futuro de la política, la seguridad y la economía".
Algunos analistas hablan de una crisis del orden internacional en donde las fuerzas establecidas no logran sostener el status quo y los desafiantes no tienen aún la capacidad de vencerlos. Sin embargo Tokatlian y sus colegas advierten: “Volviendo a Gramsci, el uso literal de su caracterización del interregno como una situación en que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer, encierra el peligro de poner velos a procesos que son cruciales para comprender dónde estamos en materia de orden internacional y que ya cuentan con carta de defunción y de nacimiento. En particular, en cuanto a los muertos, el fin del orden de la posguerra fría y de la globalización neoliberal; entre los nacidos y renacidos destaca el ascenso de China al status de súper-potencia y el retorno a formas de proteccionistas en la gestión del capitalismo en Occidente…”
Estas particularidades y velos los llevan a caracterizar la situación internacional con la idea de “orden no hegemónico” definido como “categoría de análisis” para describir un orden en el que ningún Estado o coaliciones de Estados y fuerzas sociales estarían en condiciones de establecer su hegemonía o dominio de alcance mundial”. Con esta perspectiva los autores nos dicen que no habría condiciones para la unipolaridad aun aceptando el poderío de China y Estados Unidos, y sería imprudente hablar de una hegemonía global.
Asistimos a una feroz disputa por el control global, en donde ambas superpotencias se consideran antagónicas y enemigas, según palabras del Asesor en Seguridad Nacional de Estados Unidos Jake Sullivan. Para Estados Unidos, su eje rector es el “Nuevo Consenso de Washington” definido como la intervención del Estado. Eso determina una estrategia industrial, en que Estados Unidos intervenga para subsidiar a las empresas, aumentar la inversión pública, controlar el comercio y el capital. Estados Unidos entiende que el tiempo de Bretton Woods y la globalización han llegado a su fin. Como dice Michael Roberts: “Cuando un país comienza a perder su posición de ventaja relativa quiere soluciones proteccionistas y nacionalistas. Ahora es el turno de pasar de mercados libres a estrategias proteccionistas guiadas por el Gobierno. Pero con una diferencia: Estados Unidos espera que sus aliados también sigan su camino”.
China no se queda atrás. Según estudios de la OCDE, el Estado chino apoya a sus empresas por valores nueve veces mayores, en comparación con los países de la OCDE. La diferencia cualitativa es notoria. Mientras China apoya con préstamos de bajo costo, la OCDE hace concesiones fiscales. Por lo tanto, mientras en China los bancos dirigen los recursos y direccionan la inversión, en la OCDE el sector privado, en criollo, “hace lo que quiere” con las concesiones fiscales. En síntesis, estamos en medio de un conflicto global que en el plano comercial sepulta el libre comercio.
Sin embargo, Javier Milei en su capsula del tiempo, en el punto 10 del Pacto de Mayo propone “la apertura al comercio internacional de manera que la Argentina vuelva a ser protagonista del mercado global”. Pero el comercio internacional y el mercado global no están abiertos, ni lo estarán por mucho tiempo, y la Argentina debe emprender en este mar de fondo un camino alternativo. ¿Es posible hacerlo en el medio de la disputa global? Tokatlian en su último trabajo “Consejos no solicitados sobre política internacional” (2024) abre una luz de optimismo. Dice que durante la Guerra fría había “escasas opciones estratégicas”, y por lo tanto los países estaban forzados a situarse en límites de acción restringidos. Tokatlian afirma sobre hoy: “Lo que tenemos ahora es un mundo que paradójicamente abre el abanico de las opciones estratégicas disponibles para aquellos que pueden y saben 'alinear' voluntad, capacidad y oportunidad”. Se trata de retomar, como sugiere el autor, “la autonomía relativa” sobre la base de asentarse “en la investigación, innovación, ciencia y tecnología.”
Algo imposible con Milei en su cápsula de 1944, pero tarea pendiente para quienes buscan un cambio de rumbo.