Pablo Bellocchio termina de escribir una obra y enseguida empieza otra. Dice que se acostumbró a esa adrenalina, a esa mecánica de trabajo, y que “el mismo laburo fue demandando ese ritmo”. Se refiere al del Colectivo de Trabajo Lascia, del que forma parte, una compañía teatral que actualmente integran más de treinta personas, y que estrena en promedio tres obras por año. Este año montaron cinco, una de las cuales aún sigue en cartel. Y pese a que el director y dramaturgo encuentra bastantes dificultades en el trabajo en cooperativa, asegura a PáginaI12 que es “un espacio de pertenencia” que en este difícil momento económico, político y social “es fundamental”.
El Colectivo de Trabajo Lascia nació en 2011 y aunque Bellocchio es fundador y coordinador, además del dramaturgo de las obras y en la mayoría de los casos también el director, el teatrista sostiene que en el grupo “no hay jerarquías sino roles” y que los integrantes comparten “un mismo código, tanto arriba como abajo del escenario”. “El grupo surgió como cualquier otro, por las ganas de estrenar una obra. Pero con el tiempo nos fuimos dando cuenta de que más allá de eso, lo que queríamos era generar un lenguaje de trabajo, una doble búsqueda artística y de forma de laburo, una forma común de ponerse al hombro un proyecto”, cuenta.
Claro que el camino no es fácil: “Coordinar un ensayo es un caos, porque hay que contemplar el horario de un montón de personas, y lo mismo pasa con fijar un día de función”, cuenta el dramaturgo antes de bucear en lo económico. Porque desde luego que “montar una obra con tanta gente es más caro” y que “el punto de bordereau sale 3 pesos con cincuenta”. Pero la motivación, dice Bellocchio, no es monetaria, y entonces el grupo puede andar sin esa presión y buscando nuevas formas de autofinanciarse. Por ejemplo a través de un “sistema de microcréditos” que ellos mismos se dan: desde hace unos años cada obra destina parte de su recaudación a una caja que luego servirá para producir el siguiente espectáculo, y así. “Formas que fuimos generando para seguir haciendo lo que nos gusta”, dice el director.
A propósito de las obras de su producción que estrena el grupo, el dramaturgo reconoce que hay ciertas cuestiones que son “recurrentes”, sobre todo en lo referido al conflicto de los personajes. “Suelo hablar de sujetos que están atados al pasado y quieren poder deshacerse de cierto peso melancólico para poder seguir adelante”, reflexiona. Y admite: “Tampoco sé si son muchos los temas sobre los cuales uno puede hablar. La cuestión es encontrar distintas maneras de hablar de aquello que nos atraviesa a todos. En eso va la búsqueda. En encontrar distintos lenguajes, situaciones y procesos para hablar de aquellos temas de siempre”.
Pero también admite que los contextos lo atraviesan y que entonces ahora está escribiendo “algo que tiene que ver con las crisis económicas y lo que nos pasa con eso”. “Es difícil escaparle a la situación del país, y el teatro menos que menos puede esquivar esa realidad”, apunta en referencia a la pésima situación que atraviesa la actividad, ya que “el mismo esfuerzo que antes poníamos para que fueran 30 espectadores a vernos ahora hay que ponerlo para que vayan diez”. A la vez, no tiene dudas: “Si ahora no hacemos teatro entonces no sé cuándo lo vamos a hacer. Este es el tipo de momento en el que nuestro arte cobra un valor mucho mayor, y también una responsabilidad, porque uno hace teatro para funcionar un poquito como espejo y que la gente pueda ver reflejada su humanidad. En tiempos así, donde se arma un sálvese quien pueda, tenemos que ser resistencia y denuncia. Es momento de redoblar la apuesta”, asegura.
Mañana a las 21 en Espacio Polonia (Fitz Roy 1477), se podrá ver la última función de Dos, una desconexión, una de las obras que este año escribió Bellocchio y que montaron “los Lascia”. La obra, que versa sobre una pareja que atraviesa distintas etapas de su relación, es dirigida por Nicolás Salischiker y no por el dramaturgo, que se tomó un breve descanso de ese rol. Sin embargo, según dice a este diario, de todas sus actividades esa es la que más disfruta. “La mayor parte de mi formación fue como actor pero nunca lo terminé de disfrutar. Siempre estaba más pendiente de lo que iba a hacer después que de lo que estaba haciendo en ese momento”, cuenta. Y cierra: “En cambio cuando me acerqué a la dirección lo que pasó fue increíble: encontré el único lugar de mi vida en el que puedo estar ahí al cien por ciento”.