¿De qué país sos? ¿De dónde venís? son preguntas que siempre le hacen a Eugenia Figueroa como si sus rasgos o su color de piel fueran un pasaporte extranjero. Es feminista comunitaria, estudia la licenciatura en comunicación social en la Universidad Nacional de Cuyo, pero ante todo es colla y activista territorial indígena. Nació en Maipú, una localidad rural de Mendoza, habitada por familias productoras de alimentos, “con una población bastante racializada y de diferentes culturas”, así la describe.
Durante más de 15 años la comunidad indígena a la que pertenece debió luchar por su territorio y que el Estado la reconozca como parte de las naciones preexistentes a lo que hoy se conoce como territorio argentino. En sus redes, Eugenia intenta visibilizar la relación de su comunidad con el Estado, los conflictos que existen y la falta de una reparación histórica real por las violencias institucionales que padecieron, lo que se traduce en el racismo que hoy continúa de manera silenciosa.
"Por más que tengamos gobiernos más o menos progresistas se sigue deslegitimando la preexistencia de las comunidades indígenas en Argentina, sobre todo, en la provincia de Mendoza que es bastante conservadora y religiosa", afirma una de las primeras comunicadoras indígenas que se convirtió en una referencia en las redes sociales al poner la lupa en el colonialismo, el privilegio blanco y el racismo: "Las personas blancas dentro del Estado ejercen paternalismo y clasicismo hacia las comunidades y también hay muchas barreras burocráticas a la hora de legitimar o garantizar nuestros derechos constitucionales", denuncia.
Al visibilizar las problemáticas en su comunidad Eugenia muestra cómo el racismo vulnera la identidad indígena. A comienzos de 2018 no existían referentes que abordaran específicamente esta problemática en las redes sociales. "Noté que había una marcada posición desde la identidad negra y empecé a preguntarme qué pasa con la personas que no entramos ni en lo negro ni en lo blanco, es decir, las personas que somos de otras culturas, marrones o racializades, que es un concepto mucho más amplio."
Durante la pandemia, Eugenia comenzó a entablar diálogos con otras activistas anti racistas indígenas y continuó educándose bajo esa perspectiva, siendo una de las primeras personas de referencia indígena del país que comenzó a denunciar el racismo, lo que la llevó a ocupar una posición política dentro de su comunidad. "Hay una visión muy paternalista y racista que sostiene que las y los indígenas no podemos hablar de economía, por ejemplo, o de política, porque ‘de eso no sabemos nada’. Puedo hablar de racismo, de política, de colonialismo, de crisis climática porque todo eso me atraviesa como sujeto político."
Exponerse en redes nunca fue gratis para Eugenia, los primeros años recibió mucha violencia virtual y hasta llegaron a amenazarla de muerte. "La cuenta Soy Mujer colla nació con la impronta de denunciar lo que vivimos las comunidades indígenas organizadas en una estructura comunitaria. Nació para denunciar el racismo estructural, el extractivismo y lo que me pasa individualmente en la sociedad. A los activistas antiracistas muchas veces nos dicen que nos victimizamos pero lo que ignoran es que desde chicas vivimos mucha violencia, también dentro de nuestra comunidad. Soy hija de agricultores, la quinta de 8 hermanos, la primera que pudo acceder a la educación pública, puedo compartirlo y llegar al público. Es interesante ver la variedad de personas que me siguen, hay diputades, senadores, empleades estatales y personas de barrios populares."
De madre y padre jujeñxs de Caspalá, involucradxs en la lucha indígena y que se vieron forzadxs a emigrar a Mendoza, Eugenia comunica sin tecnicismos académicos, en un lenguaje sencillo para que llegue a la mayor cantidad de personas posibles y no solamente a la sociedad que puede acceder a herramientas intelectuales. Al reconstruir la memoria sobre cómo forjó su identidad indigena, recuerda junto a su mamá que a los ocho años le preguntó a una maestra en clase por qué hablaba mal de los pueblos indígenas: “Me paré y le dije: yo también soy india. La identidad indígena es un derecho, es también un proceso individual y hasta doloroso porque nosotros cargamos con un trauma colonial, con una herida colonial."
Desde ese momento Euge tomó conciencia de su identidad y a los 16 ya tenía un rol en su comunidad, recorriendo los territorios y participando de encuentros con otras comunidades. En 2001 el corralito se llevó todos los años de trabajo que su familia depositó en el campo y tuvieron que empezar de cero. "Siempre nos dedicamos a la agricultura, desde chica con mis hermanos trabajé la tierra", cuenta y define a su familia y su comunidad como su principal trinchera desde donde continuó su proceso de reivindicación de su juventud indígena.
¿Cómo se presentó el racismo en tu vida?
--Desde siempre, por ejemplo, en la escuela mi pelo, mis rulos, mi color de piel fueron motivo de discriminación. Mis compañeras y amigas que son del pueblo Colla, Quechua o quienes no somos parte de la norma blanca, tenemos la misma historia de vida, el racismo empieza desde chicas. Más adelante con el activismo empecé a detectar por qué no me sentía cómoda con mi color de piel, qué mirada tenían de mí cuando iba a buscar laburo, cuando iba a la universidad y hasta el trato diferente de los docentes. Las personas racializadas nos damos cuenta cuando las personas blancas nos miran con cierto paternalismo, sobre todo, si somos de comunidades indígenas nos tratan de pobrecitos, que no sabemos o que no entendemos. Eso aún lo sigo viendo en las juventudes y adolescencias que no pueden pararse con seguridad hacia afuera y no tiene que ver con una cuestión de autoestima, sino con que el sistema está pensado para expulsar a esas corporalidades que no son parte de la norma blanca hegemónica del país.
¿Qué es la hegemonía blanca y por qué es importante hablar de esto en el feminismo?
--Particularmente lo que veo en Argentina y estando en contacto con otras hermanas afrocaribeñas y racializadas de países limítrofes, es que acá opera muy fuerte el feminismo blanco desde la práctica individual hasta el Estado. En el Estado se ve de forma muy explícita cómo las feministas blancas operan, vulneran los derechos de las mujeres y disidencias indígenas. Hablar de feminismo blanco es denunciar que esa hegemonía blanca no tiene que ver con tu color de piel, ser blanca no te hace ser una feminista blanca. Ser feminista blanca es pensar que solo nos atraviesa la opresión de género o que solo se busca la igualdad de género, cuando en realidad, las mujeres indígenas están luchando por vivir, por defender un territorio y una cosmovisión diferente a lo que nos propone el capitalismo. Denunciar el feminismo blanco es poder también desarmar esos privilegios porque las referentas que se siguen y se leen son blancas. Por ejemplo, el ex Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad fue una política muy interesante que logró institucionalizar cierta demanda pero nos quedamos cortas. Como activista milito el territorio desde muy chica y veo claramente la forma en que el feminismo blanco, institucional, académico se relaciona con las realidades de las mujeres indígenas y tienen una visión muy sesgada en la forma de garantizar o ejecutar políticas públicas para las mujeres y disidencias racializadas. No tenemos participación en la creación de esas políticas y no la vamos a tener porque aquí hay una cuestión mucho más compleja por resolver todavía que es la crisis política del país, sino solucionamos eso de qué manera se nos va a garantizar la voz o la representación. Las feministas blancas tampoco entienden la interseccionalidad, cuando hablamos de interseccionalidad visibilizamos las diferentes opresiones, no alcanza con invitar a una indígena o a una persona LGTB, tener el cupo y ya está. Si no desarmamos ese feminismo blanco, ese racismo que es concreto en la práctica institucionalmente se violan los derechos adquiridos. No se trata de decir solo ‘soy blanca’ sino de reconocerse en un lugar de privilegio. Pensar qué hacer para que la lucha concreta de las mujeres indígenas no quede reducida bajo el paraguas del feminismo blanco. La igualdad de género no garantiza los derechos de mujeres y disidencias sexuales indígenas. Ser mujer ya no es garantía de que se vaya a respetar el derecho dentro de una democracia colonial.
La lucha de las mujeres y disidencias indígenas está muy ligada a la defensa del ambiente y los bienes naturales. En tu Instagram tenes una foto con una remera que dice: "El ecologismo sin las voces indígenas es jardinería" ¿Qué reflexión hacés a partir de esa idea?
--Esa frase es de Chico Mendes, un ecologista de Brasil. Hay algo muy interesante que pasó en la pandemia y ahora recién puedo dimensionar y que es cómo las personas indígenas empezamos a habitar las redes sociales. Eso posibilitó que conectemos con activistas ambientalistas porteños blancos como Flavia Brafoni o Quique Viale, que tienen una voz muy fuerte en CABA. Gracias a que nos pudimos conocer en la lucha a través de las redes, adoptaron otra perspectiva y apertura para hablar de crisis climática. Cuando se habla de emergencia climática o crisis climática tenemos que pensar quiénes son las poblaciones que se ven afectadas de forma directa: los pueblos indígenas y las personas que viven en barrios populares, es decir, poblaciones racializadas, por eso una frase que siempre decimos las ambientalistas antiracistas es que no hay justicia social si no hay justicia racial.
¿Cómo explicarías esa última frase?
--Significa que es necesario tener una perspectiva antirracista para ver cómo afecta hoy la emergencia climática a esas poblaciones más vulnerables que son indígenas, racializadas, ver de qué color son los barrios populares y ver que todo lo que se ejecuta dentro de las grandes ciudades es siempre a costa de los derechos de esas poblaciones. Hoy estamos sumamente complicados con la profundización del extractivismo y también alertamos que, a partir de la crisis de la representación política y de la democracia que estamos viviendo hoy, ni los progresismos, ni la centro izquierda, ni la izquierda blanca pueden garantizar esa justicia de emergencia climática porque el capitalismo englobó todo con su mentira de que el extractivismo trae progreso y garantiza trabajo. Por eso, cuando escucho que dicen 'van a vender la patria', creo que hay compañeros que no se enteraron o están fingiendo demencia porque el territorio argentino se está vendiendo hace rato.
Durante el debate por el RIGI las comunidades indígenas no pudieron visibilizar sus reclamos ni en los medios ni en el parlamento ¿Qué consecuencias trae la aprobación de esta medida para esa población?
--Primero que las voces indígenas no estén presentes demandando lo que pueda llegar a suceder y lo que está sucediendo con medidas extractivistas como el RIGI es grave, eso habla también de que en el ambientalismo porteño hay mucho ego. Deberíamos preguntarnos cómo garantizamos que las voces indígenas lleguen a todos los espacios y no hablar por ellas, sino brindar el espacio. Con la aprobación del RIGI no hay ninguna herramienta constitucional que pueda garantizar, al menos, la supervivencia de las comunidades, eso estuvo en debate durante el gobierno Alberto Fernández con la prórroga de la ley 26.160 donde la idea era que se logre una nueva ley. El RIGI da además vía libre para extraer litio y minerales. Las empresas multinacionales van a poder ejercer de manera descabellada el extractivismo colonialista en su máxima expresión y, sobre todo, van a desalojar a las comunidades. Algo que ya se vivía con los otros gobiernos pero ahora directamente se va a terminar profundizando. También hay una idea muy progresista que sostiene que los recursos tienen que estar al servicio del pueblo argentino y no ven qué está pasando con las comunidades que tienen una forma de vida diferente y que los están conservando para toda la sociedad argentina, no solamente para su comunidad. El RIGI viene directamente a vulnerar todos los derechos constitucionales de las comunidades indígenas. Ahí sí vamos a necesitar la red comunitaria de todos los ambientalistas y de los medios de comunicación porque en eso se avanza de forma muy hermética y se sabe muy poco lo que sucede en los territorios.
¿Qué representa un gobierno como el de Javier Milei para las comunidades indígenas?
--Este gobierno que vulnera los derechos humanos, sociales, políticos, económicos sin ningún tipo de empatía hacia la sociedad, cree que todo se rige bajo el libre mercado. La población indígena va a ser uno de los sectores más afectados del país sobre todo porque ya vienen atravesando problemáticas muy graves de empobrecimiento, hambruna y falta de agua en sus territorios. Este gobierno viene directamente a profundizar eso y a quitarle los derechos a las comunidades indígenas. Con la represión se profundiza el racismo y acá en Mendoza lo mismo con Cornejo a la cabeza, no tenemos garantía de derecho para manifestarnos, ya no se puede confiar en nadie en este contexto, ni en los propios. De todas formas creo que nos dimos cuenta que el poder popular está en el pueblo, en la organización y en su capacidad para responder a esa forma de gobernar deshumanizante de Mieli. Tenemos que demostrarle que la organización con tiempo y perseverancia puede lograr que en cuatro años se pueda cambiar esta situación, pero siendo sincera ya no tengo esperanza en ningún dirigente político. Creo que la sociedad está muy desesperanzada y busca otro tipo de voces. Hoy nos gobierna Milei porque la democracia, los progresismos y los gobiernos populares fracasaron pero parece que todos fingen demencia y le echan la culpa al pueblo. Veo mucha mirada de odio y rencor pero no miramos hacia atrás y no vemos quiénes son los verdaderos responsables que nos llevaron a que hoy tengamos un gobierno deshumanizante como el de Milei.
Eugenia Figueroa dictará el tercer encuentro de Feminismo Comunitario Antipatriarcal, abierto al público en general, un espacio político para intercambiar diferentes miradas territoriales y pensar en clave de la descolonización de la práctica feminista.
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