La protagonista de Partió de mí un barco llevándome es Melanie Chong, una estudiante de Artes a quien conocemos en los primeros minutos de la película mezclada entre un grupo de actrices que desfila frente a la cámara de la directora Cecilia Kang. Todas ellas rememoran sus orígenes, provenientes de familias surcoreanas inmigrantes a lo largo de distintas oleadas hacia la Argentina. Todas ellas leen poderosos testimonios de mujeres de aquel país de sus antepasados, convertidas a la fuerza en esclavas sexuales del ejército japonés durante la Segunda Guerra Mundial. "The Confort Women" fue el eufemismo elegido por la historia para silenciar un episodio infame de horror y opresión. Las voces de las jóvenes mujeres del pasado llegan a través de otras jóvenes mujeres que ahora las evocan frente a cámara, y cada testimonio encuentra un eco posible en sus propias historias de viaje e inmigración. Cecilia Kang las filma atenta y diligente, asomando en el mismo borde del encuadre, destejiendo en ese cruce de tiempos la experiencia de la violencia y el desarraigo, el horizonte de un barco que lleva a bordo lo más preciado.
Melanie Chong se mezcla entre los cuerpos de esas jóvenes de origen coreano de su generación y el documental parece ser la excusa para explorar lo que conocen de la tierra de sus ancestros, el disparador para pensar el porqué del exilio de sus padres o abuelos, las fantasías alrededor del regreso sobre la estela de aquella primera travesía. Los pasos de Melanie nos conducen a su vida cotidiana, a las charlas con su madre en los ratos libres que comparten en el negocio de ropa, a los ensayos con alguna amiga entre risas y confesiones, a los planes del inminente casamiento de su hermano en Corea, a donde se ha radicado desde hace algunos años. ¿Tiene ella la urgencia por emprender el mismo viaje? La memoria de su madre se bifurca hacia recuerdos conocidos pero nunca silenciados: la violencia de su marido, la naturalización del maltrato, el intento de torcer ese destino de sumisión. Los ojos de Melanie se inundan de lágrimas y el testimonio de su madre se enlaza con el guion que ensaya para el documental. La historia de Hwang Geum-Ju parece obsesionarla.
El ejercicio de Cecilia Kang es doble en más de un sentido: como documentalista regresa a las preocupaciones de su ópera prima, Mi último fracaso (2016), delineando una consistente y temprana autoría, pero al mismo tiempo abre la perspectiva, no solo al reflejarse en Melanie Chong, que mucho tiene de alter ego, sino también en la lejana historia de Hwang Geum-Ju, una de las llamadas "confort women" esclavizadas durante la guerra. Preocupaciones como el desarraigo, la relación entre Corea y Argentina, el peso de lo propio y de lo heredado, se expanden en el tiempo, hasta alcanzar un germen inusual de reflexión al otro lado del mundo, en el revés mismo de su historia. Pero también hay dobles más cercanos: las marchas por la memoria en Seúl que evocan las marchas de Memoria, Verdad y Justicia en Argentina, las historias de violencia que se espejan pese al paso del tiempo, las distintas idiosincrasias de Argentina y Corea que se enlazan en la experiencia del que se siente inmigrante en ese país del que provienen sus raíces.
¿Cómo puede ser que sus rasgos, tan singulares en Argentina, aparezcan ahora en otros que cruza por la calle o en una plaza, que la reciben apenas aterriza el avión agitando luces, como una irónica señalización de lo cotidiana que será esa experiencia? Melanie llega a Seúl con esa experiencia a cuestas. Lo que en Argentina es una fisonomía excepcional, en esa ciudad de verde, lluvia y altos edificios vidriados puebla los distintos rincones donde se posa su mirada. La frescura de cada descubrimiento de Melanie invade de emoción al documental, y permite sentir el latir de una experiencia colectiva en esa anécdota individual. Las viejas "estaciones de confort" son ahora espacios de reflexión y recogimiento para los visitantes y, al mismo tiempo, el escenario de un encuentro personal para Melanie: la aparición de la imagen de Hwang Geum-Ju, a quien ya siente parte de su vida. La memoria de la militancia de aquella mujer frente a la embajada japonesa en Seúl aparece en la voz de un guía, su rostro enérgico e inclaudicable asoma en las pocas fotografías que se conservan, y las frases que Melanie aprendió como parte de un guion cobran ahora una nueva dimensión pronunciadas en su contexto de origen.
Kang entreteje una memoria histórica que recupera voces, identidades e historias de vida de más de veinte mil mujeres que fueron secuestradas para convertirse en esclavas sexuales del ejército imperial japonés, la mayoría de Corea, pero también de Taiwán, China y otras regiones de Asia. Para la directora, el destello de ese interés surgió en un viaje realizado a Seúl en 2013: "En ese viaje tuve la suerte de asistir a una conferencia de Kim Bok-dong. Esta anciana era una sobreviviente wianbu, nombre que definía a las llamadas "comfort women” en idioma coreano. Ella contó cómo a sus quince años la subieron, junto con otras treinta mujeres, a un barco que emprendió un viaje a un destino no elegido. Nos hablaba de cómo la violaban más de veinte veces al día. De otras mujeres que vio morir a su lado. Habló de la culpa que sintió cuando finalmente pudo regresar a su casa, pero otras no. Y de la vergüenza infligida por la sociedad hacia ella, que la hizo callar hasta los sesenta años".
Esos testimonios son los que asoman en el ensayo de cámara al comienzo del documental, evocados por nuevas generaciones de mujeres coreano-argentinas cuyos rostros tienen los rasgos de ese origen. Cecilia Kang atenaza aquella memoria colectiva con la personal, la de la propia Melanie que se aventura a Seúl para encontrarse con su hermano, llevarle las golosinas de su infancia y dejar escapar juntos las lágrimas de ese tiempo compartido. Pero también la propia, que intenta dilucidar, a través de su atenta mirada, los contornos de una identidad en plena navegación. Como el título de la película, nacido de un verso de un poema de Alejandra Pizarnik -"Explicar con palabras de este mundo / que partió de mí un barco llevándome / La rebelión consiste en contemplar una rosa / hasta pulverizarse los ojos ¿Qué diría el mundo / si dios lo hubiera abandonado así?"-, las mujeres de Kang navegan hacia el encuentro de sí mismas, de su propia historia y la de todas aquellas que las acompañan en esa única travesía.
Partió de mí un barco llevándome puede verse todos los sábados de julio a las 18 en el Museo Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415, CABA).