La denuncia colectiva realizada por periodistas argentinas contra Pedro Briguer se da en un contexto bien distinto al territorio fértil del feminismo de seis años atrás, en donde la pregunta en relación al rol de las masculinidades y el pacto de varones en los abusos era casi obligada. Los vientos de cambio removieron las arenas antifeministas, si hace algunos años se ponía en cuestión la posibilidad de una deconstrucción de la masculinidad tradicional, ¿Qué nos queda ahora que los feminismos “se pasaron tres pueblos” y el presidente de la nación recibe medallas que enaltecen la hombría más brutalmente expresada del hombre inmortal, anti homosexual y viril hasta la misma eternidad?

Es tiempo de refrescar la discusión en relación a los abusos desde los ámbitos en donde desde hace rato la pregunta sobre la masculinidad tradicional y la deconstrucción tan sobrevaluada y de la que se alardeó tanto, quedó un poco empolvada. La solidaridad, la comprensión y la empatía son expresiones muy comunes a la hora de posicionarse frente a quienes denuncian -no necesariamente a través de la vía judicial- o la contundencia que tuvieron la totalidad de los jefes de Briguer para apartarlo de sus lugares de trabajo. ¿Qué viene después?

El pacto de varones en los casos de abuso en terreno institucional, laboral y familiar es una variable incómoda, como también la pregunta en relación a si el enojo o el revanchismo por parte de quienes tuvieron que revisar comportamientos naturalizados que estructuran un sistema de desigualdades es con el feminismo o con qué.

Si las periodistas que denunciaron el abuso de Pedro Briguer pudieron colectivizar su demanda configurando un pedido público de reparación, disculpas por parte del periodista y un freno a la cultura del acoso ¿Qué hay para pensar hacia adentro de las masculinidades tradicionales y que aportes concretos se podrían hacer si las premisas son los cuidados, la prevención y la creación de acuerdos y dispositivos que no hagan que la opción más factible sea el silencio?

Presentación de las denuncias públicas presentadas contra el periodista Pedro Briguer, En ese momento eran 19, ahora suman más de 25. Foto: Jorge Larrosa. 


Medallas y ganadores

La imagen reproducida una gran cantidad de veces del presidente Javier Milei recibiendo una medalla por parte de Bolsonaro con las tres “I” que representan palabras que en portugués significan para los hombres el mandato de inmortalidad, de nunca ser gay y de que siempre se te pare la pija, enmarca no solo la narrativa antifeminista y anti LGTBIQ, sino que refuerza el estereotipo de hombre ganador arriba del podio frente al que, por supuesto, nadie puede rebelarse. 

Una escena peculiar de esta semana, fue la que sucedió con la jugadora de tenis de mesa Constanza “Coty” Garrone que en la despedida de la comitiva argentina para los Juegos Olímpicos en Francia, después de que el presidente le diera la mano, subió a sus redes un video lavándose con jabón. Luego de que un ejercito de trolls agrediera la actitud de la deportista, ella pidió disculpas públicas por haber compartido ese contenido. ¿Quién sale a pedir disculpas casi de inmediato frente a la crítica pública o el escrache de trolls en redes? ¿Quién ni siquiera da la cara frente a una denuncia lo suficientemente contundente como para sumar una palabra o un pedido de disculpas?

Según Mariano Capayolo, psicólogo e integrante de Libres y Diversas Córdoba: “Las acciones, actitudes y gestos del presidente expresan de la forma más burda, no sólo los “pactos patriarcales” sino también las lógicas que la masculinidad hegemónica promueve y reproduce: afirmaciones no racionales, arbitrarias y falaces que son cristalizadas en el imaginario social como ideales de la masculinidad”.

El año pasado, se jugó en Mérida la final de la Supercopa española y hubo una escena para nada sorprendente: el Barcelona le ganó al Atlético de Madrid y por lo tanto sus jugadoras fueron las campeonas. A la hora de recibir las medallas, tuvieron que recogerlas de una mesa improvisada en el césped y colgárselas ellas mismas. La anécdota pinta las estructuras de desigualdad en las que están apoyados, por ejemplo, los pactos de varones. Que a nadie le llame la atención en pleno 2023 es una garantía de que las transformaciones que produjeron los feminismos en los últimos años no son estancas y muchos menos permanentes.

“Desde siempre nos sentimos ‘parte de un equipo’ que históricamente fue el de los ganadores” dice Diego. S. Gomez, psicólogo e integrante de la agrupación Desertores del patriarcado. “Ante las denuncias públicas o que difunde la prensa, suele haber distintas reacciones: mayormente, el silencio (que siempre es cómplice), el pronunciamiento (muchas veces tibio o ambiguo) o el apoyo a los del ‘mismo equipo’ (negación), en definitiva los varones no reconocemos la mayoría de las violencias que ejercemos” explica Gomez.

Foto: Jose Nico.


Luego de la efervescencia feminista y a pesar de los embates de los sectores más reaccionarios, las preguntas que se instalaron desde 2015 al presente siguen generando incomodidad en los varones, tanto en quienes se desmarcan como de quienes siguen a rajatabla los mandatos de masculinidad tradicional

“En los casos mediáticos de denuncias de abusos o acosos, muchos varones no saben cómo reaccionar, cómo posicionarse, intentan mantener una doble lealtad (a los otros varones, pares; y a la idea de ser un ‘hombre bueno’ en relación a las mujeres)” explica Diego. S. Gomez y trae un ejemplo muy concreto: “Sucede incluso en grupos de whatsapp de varones, con comentarios machistas, sexistas, divulgación de pornografía o propuestas prostituyentes, en donde muchos varones se preguntan si salir del grupo, expresar desacuerdo o dejar pasar la situación. El temor al rechazo, al abandono, al exilio o a la burla están mucho más presentes de lo que muchos quieren admitir”, dice en diálogo con Las12.

¿Se sabe? ¿No se sabe?

“Hay una pregunta que es ¿en que fuimos cómplices?” dice Tomás Eliaschev, periodista especialista en animación y parte del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (Sipreba). Su pregunta va al hueso y es incómoda de enunciar, pareciera que de tanto girar sobre la deconstrucción de los varones algo quedó boyando. “No solo para clavarse puñales -o si- sino también para pensar en el futuro, cómo evitar que estos tipos actúen con complicidad de otros varones”, dice.

A las pocas horas de que las denuncias se hicieron públicas, los lugares en los que trabajaba el periodista Pedro Briguer tomaron la decisión instantánea de separarlo “hasta que se aclaren las cosas”. La situación exige un reflejo rápido y contundente, no vaya a ser que el dedo acusatorio se derrame y salpique a los demás. Para Eliaschev estas decisiones son un avance respecto a otras en las que hubo protección, como por ejemplo en el caso de Antonio Laje: “Por ahí uno podría cuestionar ¿por qué no lo hicieron antes? y ¿cuánto sabían? Creo que todos algo sabíamos pero nos costaba dimensionarlo y decirlo. Si bien desde SiPreBa teníamos conocimiento de su actuación como patrón y se había tenido actuación en la medida de lo posible, tal vez yo en lo personal no dimensionaba hasta qué punto el tipo acosaba y abusaba”, explica en diálogo con Las12.

“Como en casi todos los oficios, en el periodismo hubo, durante muchísimos años una naturalización de la violencia vertical de jefes y editores a redactores y cronistas. Había que agradecer: te estaban enseñando. Por supuesto que esa violencia se potenciaba y diversificaba muchísimo entre jefes varones y subordinadas mujeres” dice Rolly Villani, periodista que destaca que entre 2014 y 2018 formó parte de al menos tres círculos de varones que conversaban sobre masculinidades y que hoy no están funcionando: “El silencio de las víctimas es causado directamente por el miedo que infunde el ejercicio del poder de la masculinidad tradicional. El silencio de los varones tiene que ver o bien con el sostenimiento de esas estructuras violentas o, en el caso, de masculinidades que buscamos salir de ese modelo, con el deseo de no quedar nosotros mismos subordinados”.

Villani cuenta que hace algunos años presenció cómo su jefe cometía un abuso de poder ante el silencio de una redacción: “Comparado con las denuncias que leímos en estos días, era un abuso menor, pero evidente. Confiado en que podía resolverlo dialogando, aproveché un momento en que estábamos casi a solas y se lo señalé. También en voz baja me dijo algo así como que un pendejo como yo no le iba a explicar cómo comportarse y me invitó a pelear”, cuenta y agrega tres conclusiones de la anécdota: “Primero que muchos compañeros y algunas compañeras pusieron cara de ´sos cagón´. Segundo, esa respuesta mía no fue espontánea. En esos círculos de discusión sobre masculinidades nos habíamos comprometido a no resolver a trompadas los temas que debían ser resueltos colectivamente. Es decir, tenía una receta, un protocolo, algo que dejamos de elaborar colectivamente. La tercera implicación es que esa violencia también es parte mía o yo soy parte de ella. Diez años después, cada tanto sueño que lo re cago bien a trompadas al viejo pelotudo”.

El presidente avala toda muestra de machirulismo y se mide la bragueta con sus aliados, como Bolsonaro, Foto: Jose Nico.


La carta de Milei: la frustración de los varones

¿Es verdaderamente el feminismo y esa pérdida simbólica de privilegios lo que tiene a algunos varones enojados?

Gustavo Escobar es comunicador social y docente de comunicación, formó parte del colectivo Masculinidades al Sur y para él ese enojo puede no tener que ver con la pérdida de ese valor simbólico de los varones sino que está más vinculado al sistema capitalista. “Milei les habla a varones frustrados por la corrupción, la crisis y el comunismo. Nada entra realmente en un terreno de profundización sino más bien de simplificar: un varón del conurbano que está terminando el secundario, que ve que su familia la está pasando re mal, que no se siente parte de ningún espacio cree que el mal de todos esos problemas que él tiene son los feminismos”, dice. ¿Cómo se produce el acercamiento entre varones que pueden abrir preguntas en relación a la masculinidad tradicional con quienes no?

“Los varones tenemos un rol muy importante en la creación de acuerdos y de instancias de resolución de conflictos pero no nos hacemos cargo porque en definitiva los varones no queremos renunciar a nuestros privilegios” dice.  Para él se crea un pacto de varones “más empático” pero pacto al fin: “Y cuando el odio, la frustración y el enojo con los feminismos y el colectivo LGTB se materializa, por ejemplo en el caso de Barracas, se les pide a los feminismos que se ocupen de eso. Ahí los varones que formamos parte de espacios de promoción y reflexión, gestión, etc , tenemos que trabajar para acercarnos a esos varones y no ir con el dedo acusador y quizás bancarnos nosotros los enojos de esos varones” concluye.

Encontrar modos para prevenir y cuidar, cerrar acuerdos más efectivos (y afectivos), pensar la conversación como resistencia al silencio y sin duda probar dispositivos que no sigan reproduciendo un mandato de masculinidad tradicional son algunas de las lineas que plantea este debate, desde ya, abierto e imprescindible para la época.