La Provincia de Buenos Aires esquiva los recortes presupuestarios a la ciencia y la tecnología por parte del Gobierno nacional y continúa con el financiamiento a la investigación con políticas para incentivar proyectos que van desde ventanas que pueden funcionar como paneles solares hasta la posibilidad de poder regular la luz que reciben los cultivos en el cordón frutihortícola platense.
Se trata de una serie de subsidios para proyectos vinculados a desarrollo e innovación tecnológica en energías a partir de recursos provienen de la Subsecretaría de Energía provincial comandada por Gastón Ghioni. Más precisamente, desde el Programa Provincial de Incentivos a la Generación Distribuida Renovable (Proinged), una política del área energética que depende del Ministerio de Infraestructura liderado por Gabriel Katopodis.
Los fondos se obtienen mediante un agregado tarifario en los usuarios que dependen de la provincia y van dirigido a un fideicomiso cuya única misión es invertir en proyectos que fomenten la expansión y el uso de energías renovables en la provincia de Buenos Aires.
Ante esta convocatoria, doce trabajos se presentaron y seis fueron seleccionados, con una inversión total de 92 millones de pesos. La convocatoria fue conjunta entre la Subsecretaría de Energía y la Comisión de Investigaciones Científicas de la provincia (CIC).
Dentro de los proyectos elegidos estuvieron los de María Dolores Pérez que se titula "Celdas solares de perovskitas para usos en dispositivos móviles y aplicación en interiores", y el de Pablo Ixtaina: "Irradiación led en horticultura dinámica". El primero recibirá 14,4 millones de pesos y el segundo 14,7.
Ambos investigadores conversaron con Buenos Aires/12 en la sede de la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia y, con algunas miradas dispares, coincidieron que en que el único actor que realiza una inversión de riesgo al para encarar proyectos de esta índole es el Estado.
La lectura no es un dato menor. En los seis meses de gobierno de Javier Milei, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Ténicas (Conicet) fue agredido de múltiples maneras. En general, todo el universo de la ciencia lo fue.
Según el último informe del Grupo Economía Política Ciencia-Centro Iberoamericano de Investigación en Ciencia, Tecnología e Innovación (EPC-Ciicti), en comparación con el año 2023, se redujo un 30,4 por ciento la inversión estatal en ciencia y tecnología en el presupuesto nacional.
Además, en sólo seis meses, el Conicet lleva ejecutado más del 95 por ciento de su presupuesto. El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) casi el 72 por ciento y la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) más del 84 por ciento.
El que arriesga es el Estado
“Algunos amigos me dicen por qué no pido inversión privada, y ahí uno les explica que nadie va a invertir en tecnología que no tiene desarrollo”, explica Pérez. Junto a su equipo, trabajan en un laboratorio dentro del Polo Tecnológico Constituyentes ubicado en el partido de San Martín.
A lo largo de la conversación, trata de desarticular la idea que prima desde la Nación que dice que todas las inversiones deben provenir del sector privado porque, afirma, aquellas inversiones de riesgo en materia de investigación son, en su gran mayoría, producto de una decisión política del Estado.
En el campo de su trabajo, el de las celdas solares de perovskitas, encuentra ejemplos a nivel internacional. Indica que en Japón, el país de donde proviene el científico que desarrolló por primera vez esta tecnología, hay una decisión del Estado de ser los abanderados en este tipo de investigaciones y es el actor que más invierte.
También cuenta la experiencia en Polonia, donde se encuentra una de las primeras y más grandes fábricas de perovskitas que obtuvo un “subsidio enorme” por parte del Estado polaco.
Pérez cuenta que esta es su primera experiencia de trabajo con la CIC y se muestra conforme con el proceso de selección y ejecución del presupuesto. “La burocracia es menor al promedio, es mucho más rápida comparada con el Conicet y los montos no son mucho menores”, sostiene.
Para Ixtaina, quien está a cargo del Laboratorio de Acústica y Luminotecnia, el sector privado no aporta desde la “generosidad”. “Invierte si ve resultados”, asegura. A lo largo de su carrera, este mismo proyecto sobre la irradiación led recibió otras dos financiaciones por parte del Estado. El subsidio del Proinged es el tercero.
El investigador lamenta que la inestabilidad económica del país imposibilite una mejor planificación de cara a las inversiones. “La inflación te mata y el movimiento del dólar también, porque el año pasado cuando escribimos el proyecto el dólar estaba a 300 pesos y hoy a 1500”, explica.
Desde su mirada, los tiempos para acceder a los recursos pueden mejorar y los montos también. Los compara con el escenario internacional y considera que en el país no hay suficiente acompañamiento a la ciencia. Para la investigadora de CNEA, esto es cierto, pero pone en valor que la Provincia lleve adelante este esfuerzo porque, hasta el momento, no tuvieron acompañamiento del Conicet.
“Podemos absorber energía desde las ventanas”
La investigación sobre las celdas de perovskitas tiene, como una de sus principales objetivos, reemplazar a las celdas de silicio. El silicio es una mineral que se obtiene con extracción minera y lleva en el mercado varias décadas. Los paneles solares actuales están conformados con celdas de silicio.
Las perovskitas son un conjunto de minerales que, combinados, dan lugar a este nuevo material para las celdas. ¿Cuáles serían sus ventajas? No hay que derrochar energía en la extracción de ningún mineral, el proceso de elaboración es mucho menor y son celdas elaboradas en capas sumamente más delgadas que posibilitarían su aplicación en lo que se denominan “múltiples sustratos”.
“Se puede pensar en celdas de perovskitas aplicadas en ventanas o en telas, por lo que se podría desplegar un toldo y funcionaría como hoy funciona un panel solar”, explica Pérez.
Además, señala, otra de sus aplicaciones puede ser para alimentar las baterías de sensores, electrodomésticos o, incluso celulares, aprovechando tanto la luz natural como la luz artificial. “Se podría cargar un teléfono con la luz ambiente”, apunta la investigadora.
Es una instancia que está en pleno estudio, pero, según se desprende del trabajo desarrollado por Pérez y su equipo, para 2030 el 30 por ciento de los paneles solares podrían estar siendo elaborados con celdas de perovskitas. En el país, su grupo es el pionero en esta investigación.
El proceso de penetración en el mercado, asegura, es el más complejo. “Competimos contra décadas de trabajo con el silicio lo que fue abaratando muchos costos porque hasta China las elabora”, dice. Las perovskitas recién se estudian desde 2012, por lo que sumar a la Argentina al colectivo de países que abordan esta tecnología es una novedad muy positiva para Pérez.
“Estamos desarrollando el know how y el conocimiento necesario cuando llegue el momento de su aplicación”, remarca.
Iluminar la producción
Ixtaina explica que su investigación data de 2011. “Teníamos el conocimiento de la luz led y empezamos a trabajar en invernáculos con productores”, recuerda. En el mercado, las luces que se venden para el agro no tienen un fundamento científico que justifique su aplicación por lo que apuntó al desarrollo innovador de eficiencia energética.
“El productor un poco se resiste en ver las ventajas, por eso buscamos un producto eficiente, económico y de fácil acceso para ordenar la producción”, indica.
Lo que motivó la investigación es que, desde su observación, Ixtaina no encontró que en el universo de los productores alguien sepa el por qué de usar una luz de determinadas características, potencia y nivel. “Los productores no saben si porqué poner una luz de 200 o 400 micromoles”, apunta.
Por ende, la investigación tiene como eje el cálculo de cuánta luz necesita la plata para comprender qué es lo que debe usarse y diferenciar qué se está usando mal.
“Las plantas no absorben toda la luz, sin ir más lejos, uno las ve verdes porque, precisamente, no absorben el verde de la luz”, cuenta. En este sentido, y con el objetivo de poder darle una determinada forma a la planta en su desarrollo o que logren florecer más rápido, se avanzó en esta labor que optimiza la potencia, descarta la luz de sodio y focaliza en el tipo de luz que debe utilizarse en determinado cultivo interior.
“La planta se adapta a la luz que tiene”, sostiene el investigador. Bajo este análisis, Ixtaina ejemplifica su trabajo. Entre otros resultados, con la soja se logró mejorar el tiempo de hibridación para obtener semillas de manera mucho más rápida, aminorando en dos o tres años el proceso. El dato no es menor, teniendo en cuenta que las semillas son, en su mayoría, importadas.
Con este subsidio, particularmente, la intención es mejorar la producción de plantines en el cordón frutihortícola. “Vemos que no todas las plantas responden igual a la misma longitud de onda de luz, donde, por ejemplo, la relación con el rojo o el azul puede desarrollar al plantín de una determinada manera”, explica.
Con este trabajo se podría optimizar el rendimiento de los plantines. Ixtaina cuenta que los productores del cordón platense pierden alrededor del 40 por ciento de los plantines cuando son trasladados porque, muchas veces y por costumbre, les dan más luz de la necesaria y crecen altos pero débiles. Regulando la irradiación, quedan más chicos pero más firmes.
Otro beneficio radica en el uso de pesticidas. “Descubrimos que existe un efecto antihongo en la luz azul y vemos que con menos luz obtenemos mismos efectos, por lo que podemos llevarles luminaria más barata”, indica. Aquí hay otro insumo importado que puede ser suplantado, como la compra de semillas.