Nimia es el nombre con el que Pichi De Benedictis presentó su muestra de nuevas fotografías en el Colegio de Arquitectura y Urbanismo de la ciudad de Rosario.
Nimia es una laboriosa y delicada artesanía atrapada en el encanto de unas fotos. Y mi propia y personal sensibilidad me dice algunas cosas: Nimia no es prosa, Nimia habla una lengua visual sin adjetivos y que, en el puntilloso estilo de lo hablado, muestra su arte. Si poesía, más que la frase es la palabra, en la poesía de Nimia, esa palabra, es palabra suspendida.
Las fotografías de Nimia son astillas de un mismo árbol; son palabras aladas que se trasmiten por el aire al igual que una canción.
La obra se integra también con un texto que conversa con las fotografías. Un texto que yo entiendo como si nos estuviera bajando, con cada uno de sus párrafos, puentes levadizos para entrar y salir, para volver a mirar y reinterpretar las fotos con la nueva información, para volver a sentir. Un texto que entrelaza épocas y vivencias de nuestro artista, que tiene preguntas que no tendrán respuesta, que cuenta miedos y recuerdos.
Una mujer sin nombre es la protagonista de las fotos. La que le da sentido a un paisaje que sin ella, muy probablemente, no consideraríamos. Una mujer ora tendida, ora sentada, que nos da la espalda y se aleja… Una mujer sola en la arena, en las dunas; una mujer irreal, casi imaginaria, que estampada sobre la estética potente y fantástica del blanco nunca nos permite percatarnos de la ausencia del mar en el encuadre de las fotos.
Frente a la certeza de que si analizamos mucho una obra la destruimos, voy a hacer el esfuerzo de concentrarme en esa parte del texto adjunto a la fotografías que convierte en protagonistas a Jorgen Leth y a su obra, El humano perfecto:
“¿Por qué es tan caprichosa la fortuna?
¿Por qué es tan fugaz la alegría?
¿Por qué te has ido?”
Este fragmento me impulsó a volver a mirar las fotografías, a reinterpretarlas y a experimentar otro sentimiento, ahora más conmovedor. Así llegué sentir que nuestra mujer de las dunas eligió la soledad. Como aquella del documental El humano perfecto, nuestra mujer también se había ido; que el artista nos había traído a Jorgen Leth para ofrecernos otro cristal a través del cual apreciar Nimia. No es orfandad lo que la mujer de las fotos trasmite, es soledad. Una soledad enorme y blanca.
En sí mismo el blanco parece la nada misma, como ese aparente vacío intrínseco de las dunas. Pero el blanco es engañoso, el blanco contiene a todos los colores y, como el deseo, embiste potente todo lo que tiene enfrente; por eso a la soledad de una figura humana estampada sobre el blanco la sentimos enorme, porque el blanco es la caliente enormidad de todos los colores del sol.
Digamos para concluir que nuestro artista, Pichi De Benedictis, en conciencia cabal de su obra, en un pie de página y en el final de su texto, nos habla acerca de la identidad de Nimia. Allí nos comparte lo que esta palabra significa. Así, Nimio/a puede entenderse como algo no material e insignificante, pero también como todo lo contrario, algo abundante y excesivo. Además, Nimio/a puede hacer referencia a algo prolijo, escrupuloso.
En efecto, todo esto es la muestra fotográfica Nimia, expuesta en el Colegio de Arquitectura y Urbanismo de la ciudad de Rosario. En Nimia nos encontramos con lo insignificante y lo excesivo entrelazados. Por un lado, nos conmueve con sus pequeñísimas e ingenuas figuras humanas, casi irreales, estampadas, por el otro, sobre la potente inmensidad de la estética del blanco. Y además nos sacude con un hecho artístico que no evita mostrar su intimidad escrupulosa y laboriosa, su delicada artesanía plasmada en un trabajo que transpira creatividad y esfuerzo.
Las fotografías de Nimia son palabras suspendidas; palabras aladas que se trasmiten como una canción. Completo la idea: estas fotografías, en las cuales el visitante habrá de ser inevitablemente atravesado por una ingenuidad deliberada, pero engañosa, es el habla visual de un poema que se canta.