Si arrastré por este mundo
La vergüenza de haber sido
Y el dolor de ya no ser...
Gardel y Lepera, "Cuesta abajo".
No era mi intención ponerle a esta columna un título tan bajón, querido lector, justo ahora que tenemos la posibilidad de celebrar la independencia de nosotros mismos, la libertad de mercado y la propiedad, que en más de un deshilachado cerebrito habrá reemplazado a la igualdad o a la fraternidad en el podio ideológico de la Revolución francesa –revolución, que, dicho sea de paso, también cambió con el tiempo, y ahora, en vez de tomar la Bastilla, festeja con bombos y platillos el haberse salvado momentáneamente de la ultraderecha que supieron conseguir–.
Nuestros libertarios vernaculitos también tendrán su grito afrancesado para celebrar: algo así como “Liberté, Proprieté, Mechupungüé”. No van a festejar la victoria de sus... ¿podemos llamarlos “equivalentes” sin reírnos a carcajadas? franceses, que, al parecer, finalmente perdieron la Final porque, faltando 10 minutos para terminar las elecciones, Mbappé les hizo dos goles... ¡Uy, no, perdón! Dicen que fue porque Mbappé les advirtió lo malos que eran los fachirulos, esos que si no sos “blanco tiza” primero te echan y después te preguntan si jugás bien al fútbol o bailás exóticamente.
Pero, acá, eso mucho no nos cambia, hace rato que no somos europeos, salvo que se use la “jus deudi” para adjudicar nacionalidades. De todas maneras, en un país donde crecen la desocupación, la recesión, la pobreza, la indiferencia social y las exclusiones de toda clase, nuestras autoritariedades se las ingenian para festejar. ¿Qué cosa? Pues todo eso que acabo de nombrar. Para ellos, ellas y elles, ese es el camino del éxito. Alguien debería avisarles que se están pareciendo a algunos trotskistas de los '70, que decían “cuanto peor, mejor”. Tal vez esa comparación los rechifla un poquito más (si tal cosa fuera posible), se autoinsultan “zurdos de m...” y, cual casete de Misión imposible, se autodestruyen antes de terminar de destruirnos al resto.
Pero si ellix están refulgentes, yo no lo estoy. Hace unos meses hubiera usado el término “ desconcierto” para definir mi estado anímico dominante, pero debo reconocer que ya no: el desconcierto terminó, y lo que viene es… peor. Porque una cosa es, por ejemplo, buscar indicios de resistencia, de oposición entre los dirigentes Nac&Progre, y otra muy diferente es sentir que tal espacio obitó de autoinmolación lenta, desde que, ha tiempo ya, reemplazaron los proyectos colectivos por los cargos individuales, en pos de un poder tan pero tan imaginario, que ni siquiera existe en el mundo Disney.
En poco tiempo, el objetivo de máxima pasó de "cambiar el país" a “votar todos por lo mismo y lamentar cada una de las derrotas con excusas cada vez menos creíbles”, lo que tampoco importa porque casi nadie las escucha.
Esa resistencia que de alguna manera habitó los tiempos macrífices no llega ahora ni siquiera al nivel de repetirse como farsa. La política deja de ser el arte de lo posible y pasa a ser “el extraño arte de contorsionarse de manera tal que uno mire siempre para otro lado pero nadie se dé cuenta. Y si se dan cuenta... ¡y bueh!, como dirían los franceses.
Quizás, de estar entre nosotros ahora, Gardel y Lepera dirían: "La vergüenza de imaginar que fuimos, y el dolor de ya no poder creerlo”, aunque es complicado meter eso en la métrica de un tango.
Para zafar un poco de todo esto, decidí llamarlo al Licenciado A.
Esta vez, me atendió él mismo:
–Disculpe, Rudy, que lo haya atendido yo y no mi contestador telefónico, pero es que lo acabo de despedir para reducir costos. Aproveché las nuevas leyes laborales y no tuve que indemnizarlo. Igual, seguramente conseguirá pronto otro trabajo en el teléfono de otro psicoanalista, o alguna empresa multinacional lo tomará…
–Licenciado, mire, yo lo llamaba porque…
–No sea narcisista, Rudy, pare un poco de hablar de usted, que el horno no está para rollos. Acá lo importante es que yo lo haya atendido. En realidad, no pensaba hacerlo: todos los pacientes llaman para decir que no van a seguir el tratamiento porque no tienen dinero para pagarlo, o bien para iniciar un tratamiento que les permita tener la energía y el valor para poder irse sin pagarlo, o bien para ofrecerme un celular en promoción. Ya ni siquiera me llama Larreta para invitarme a tomar un café, como el año pasado.
–Pero…
–Justamente, Rudy: peroooo, pero… decidí atenderlo, porque mañana me vencen las expensas.
–¿Y no tiene para pagarlas?
–Eso no se le pregunta a un psicoanalista, Rudy, ¿¡dónde quedó la transferencia, eh!? Y hablando de transferencia, ¿podría usted transferirme 50.000 pesos? Mi alias es "Consciente.Preconsciente. Inconsciente".
–No, licenciado… Va a tener que esperar a fin de mes, que para mí cae dentro de seis meses, más o menos.
–Bueno, Rudy, no quiero culparlo, pero el resto del consorcio, que son todos psicoanalistas, pagan las expensas.
–¿En serio?
–Bueno, es "como que las pagan”. Pero se pusieron todos de acuerdo en que el pago imaginario sirve para pagarle al encargado imaginario y para usar un ascensor imaginario. Cuando todo mejore, volveremos a usar el real.
–¿Cuando todo mejore, licenciado?
–Uy, Rudy, discúlpeme. No quise decir eso. Si me escuchan en la Escuela de Orientación Libertaria, me motosierran el consultorio. Bueno, hagamos de cuenta que yo lo curé y usted me pagó, ¿okey?
–Eeeeh...
–Bueno, hagamos de cuenta que yo lo curé pero usted todavía no me pagó. Cuando pueda, me lo transfiere. Si no tiene dinero cash, acepto morrones, de los colorados.
No sé si corté, o cortó. No sé si estoy triste por la confusión o confuso por la tristeza. Pero no se preocupen, mañana me leo la Ley Bases y se me aclara todo.
Sugiero al lector acompañar esta columna con el video de Rudy-Sanz “El derogadicto” (monólogo de El pelado Pepe):