El bar parece otro a esta hora de la tarde. Son casi las seis. Desde la puerta veo libre mi mesa favorita y no puedo resistirme. Entro. Hay un último rayo de sol que se cuela por la ventana y cae sobre la madera oscura de esa mesa que es el escenario de mis charlas con Osvaldo, el mozo. No hay nadie y hace mucho frío. Me saco el abrigo y cuando me acomodo en la silla, recién entonces, escucho la m“..a menudo los hijos se nos parecen/ así nos dan la primera satisfacción/ esos que se menean con nuestrosgestos/ echando mano a cuánto hay a su alrededoresos locos bajitos/que se incorporan/ con los ojos abiertos de par en par/sin respeto al horario ni a las costumbres/ y a los que por su bien hay quedomesticar