“Los datos más relevantes son que en apenas un trimestre, creció casi 20 puntos la cantidad de gente que responsabiliza a Javier Milei por la mala situación económica y 13 puntos la que cree que este ajuste no traerá ningún beneficio”.
El que habla es el licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQui), Claudio Righes, uno de los directores de la consultora Indaga RSO, responsable del Informe de Percepción del Ánimo Social (IPAS). En diálogo con Buenos Aires/12, afirma que “hay un viejo apotegma según el cual la clase media sueña hacia arriba y teme hacia abajo: lo que vemos hoy es que ya nadie sueña y cada vez son más los que temen”.
Si bien estos cambios en el humor y la percepción de los argentinos social son comunes a todas las clases sociales y franjas etarias, el fenómeno es mayor entre jóvenes de entre 16 y 34 años, que constituyeron el mayor bastión del voto libertario en las elecciones presidenciales de 2023.
“De acuerdo a la información oficial del INDEC, el salario promedio de la economía argentina es de 850 mil pesos y la canasta básica de bienes y servicios es de 870 mil, y eso indica que una franja importante de la clase media entró en una pendiente que la deposita, tarde o temprano, en la pobreza”, señala Righes.
Más pesimismo, menos paciencia
El IPAS es una serie que mide las mismas variables, agrupadas en cuatro dimensiones: situación económica de las familias, situación de ingreso y empleo, situación en relación a las privaciones materiales y percepción política de las acciones de gobierno. Lo hace trimestre por trimestre, lo que permite realizar comparaciones precisas, detectar las tendencias y la evolución del ánimo social.
La ficha técnica indica que se entrevistó a una muestra de más de 2. 700 casos, de residentes en el Área Metropolitana de Buenos Aires, mayores de 16 años de ambos sexos, combinando los métodos de recolección telefónico y digital, durante la semana comprendida entre el 27 de junio y el 4 de julio pasado. El margen de error es de 2 puntos.
De acuerdo al informe, creció 10 puntos la insatisfacción económica y crecieron 7 puntos las expectativas negativas. Es decir, la gente que cree que dentro de seis meses estará aún peor de lo que está actualmente, de 28 a 35.
Como contracara de ese fenómeno, los que creen que estarán mejor en ese lapso de tiempo cayeron abruptamente, de 43 en marzo, a 30 en la actualidad. También creció 14 puntos el temor a perder el trabajo, de 21 a 35. Las familias que recortan gastos pasaron de 71 en la medición anterior a 78 en la actual.
Ambos datos son típicos de las etapas recesivas, donde las expectativas negativas frenan las decisiones de consumo, retroalimentanod el espiral negativo, que a su vez empeora las expectativas generales.
Creer y esperar parecen dos acciones íntimamente relacionadas: expectativas y paciencia reaccionan de manera similar. Los que ya no pueden esperar subieron de 24 a 31 y los que podrían esperar hasta un semestre más pasaron de 35 a 36. Los que están en condiciones de esperar un año bajaron de 11 a tan solo 7.
En simultáneo, se dieron dos movimientos complementarios. Cayó cuatro puntos el gasto de las familias en salud, como consecuencia de la migración de prepagas y obras sociales a la salud pública, y el elevado precio de los medicamentos, y creció en la misma proporción el gasto en alimentos.
Otor fenómeno que creció en estos meses, de acuerdo al estudio, es el nivel de endeudamiento de las familias, cuyos ingresos rinden cada vez menos. Los que reconocen estar complicados con el tema subieron de 52 a 55 y los que se ven medianamente complicados, de 21 a 26. Si se suman ambos porcentajes, 4 de cada 5 familias tiene problemas por deudas.
El estado de ánimo negativo creció en todas las generaciones, sin excepción, pero su aumento es más fuerte entre los menores de 35 años. En la franja de 16 a 24 subió de 44 a 52 y en la de 25 a 34 el aumento del malestar fue de 41 a 49 puntos. Este sector de la población es el que más masivamente se volcó hacia el actal gobierno en las elecciones del año pasado.
El ánimo negativo aumentó también en todas las clases sociales, pero especialmente en la clase media, como señalaba Righes. Allí subió de 56 a 61 puntos, mientras que en la clase baja fue de 47 a 50 y en la clase alta de 38 a 39.
El malestar sostenido de la clase alta es coincidente con la percepción de que las medidas económicas del actual oficialismo no benefician a ninguna clase social, que aumentó de 28 a 35. La percepción de que beneficia a los más ricos aumentó pero menos: de 29 a 32.
Finalmente, consultado sobre la posible evolución de este cuadro, Righes sostiene que "todavía hay un grupo, aunque cada vez más reducido, que cree que el ajuste tiene sentido y que verá resultados positivos. La pregunta es cómo van a reaccionar cuando pasen los meses y la tan ansiada recuperación no se produzca".
El consultor recuerda que en 2023 se realizaron focus con muchos jóvenes. "A muchos les iba bien, pero aún así estaban enojados con la casta porque no veían posibilidades de movilidad social ascendente, habría que ver qué piensan ahora", sentencia.