Martina Cruz es poeta y cineasta, sus libros de poemas y sus cortos han tenido mucho reconocimiento nacional e internacionalmente. Pero hoy en día se define como una mujer cansada aunque todavía no tiene treinta años. Síntoma de una época. Tiene cinco trabajos, se levanta a las ocho de la mañana, termina de trabajar a las diez de la noche. Su voz es la voz de muchas chicas que entre millones de trabajos precarizados hacen magia para seguir creando.

Martina guionó la serie documental "Arte: la llama de los feminismos bonaerenses" y los cortometrajes “Lavandería Las Rosas”, “Insistir”, “Misión peluche”, entre otros.

Es oriunda de Temperley y estudia y trabaja en Capital. La mayoría de las veces podría decir que vive arriba de un tren, es que hay algo de ese traqueteo que parece conducir su proliferación artística en constante movimiento. “Mis amigas piensan que soy una buena cómplice para trabajar, y eso me gusta. Siento que es algo que fui construyendo, puedo acompañarlas hasta cualquier lado. Siempre estoy dispuesta a pensar cómo hacer para que un proyecto suceda”.

Temperley aparece como escenario en su primera película larga, “Nuestra cosa perdida”. Un film documental sobre su padre y el cine.“Mi viejo antes de morir me dijo, no me puedo morir porque no hice una película. A él también le gustaba muchísimo el cine. Entonces la peli es un intento de repensar cuál podría ser esa película que él quería hacer, cómo sería, qué personajes tendría.”

El proyecto fue caótico y comenzó en la pandemia. Martina se encontró con una bolsa de consorcio repleta de materiales filmados por su padre. “Había cosas muy raras” agrega, “filmaciones en la Antártida, porque había tenido que ir por una misión de la NASA, imaginate. Nadie sabía nada, fue una cosa muy sorprendente encontrarse con eso. También había poemas suyos, yo no sabía que escribía, muchos videos de él de joven grabando con sus amigos”.

El documental, además de usar material de archivo, está basado en las entrevistas que Cruz le hizo a los amigos de su padre y a su familia, también de Temperley. Al resultado, lo define como un policial emocional.

Él se dedicaba a dar clases de taichi y eso aparece reflejado tanto en la película, como en uno de los libros de poemas de Martina, “Manos como nubes”, publicado por la editorial Santos Locos. Fue a partir de ese libro que Cruz pudo pensar más profundamente el vínculo con su papá. “Hay un poema muy visceral que gira alrededor de entender que esa persona que me mostró las películas y los libros también es alguien que le escupió en la cara a mi mamá y que hizo muchas cosas horribles. Apareció en ese poema y de alguna manera me habilitó a trabajar esa complejidad en la película”.

El film aborda la figura del padre, por un lado como un artista que vive contando historias absurdas y geniales, grabandolas y por el otro como un hombre que no recuerda y es violento con su familia, repitiendo involuntariamente su propia infancia.

Para muchos, como para su padre, terminar una película es imposible, no solamente por razones artísticas, sino también monetarias. Cruz afirma que ella pudo terminar la suya gracias a un estado que todavía estaba presente. El primer impulso lo recibieron del INCAA, luego ganaron una beca creación del Fondo Nacional de las Artes y finalmente pudieron pasar un primer corte en el Centro Cultural Kirchner, con el que ganaron un premio de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, que daba el FEDBA para hacer color y sonido. “Es una peli que capaz se podría haber hecho más rápido si hubiéramos tenido plata propia, pero bueno, no fue el caso”.

También confiesa que el proyecto hubiera sido imposible si no lo hubiera realizado con amigos. “Siempre pienso en una entrevista que le hacen a Orson Welles, que le preguntan por qué contrata siempre a sus amigos. Hacerla con amigos, hizo que fuera muy llevadero. Son procesos muy largos”. La película le llevó cinco años. “Creo que lo hermoso del cine es que es colectivo. No se puede hacer solo una película, es la actividad menos solitaria. Hay que aprender a confiar en los otros, compartir el proceso”.

El documental está comenzando su proceso de distribución en festivales. Todavía no tiene fecha de estreno. Habrá que estar atentos a sus redes sociales. @nuestracosaperdida.

Pero Martina no se detiene, su deseo la lleva como un tren. Hace un mes salió su último poemario “Las cosas inútiles”, también con la editorial Santos Locos. Allí trabajó de nuevo con el archivo familiar y podría pensarse como otra cara de la película. En este poemario su madre, es una de las protagonistas. “Mi mamá le mentía mucho a mi papá con cosas inútiles, con cosas tontas, por ejemplo le decía que habíamos vuelto en colectivo, cuando lo habíamos hecho en tren. Cuándo yo le preguntaba por qué, me respondía que quería conservar la experiencia como algo propio y yo creo que la escritura tiene que ver con eso. La mentira como una idea de la ficción”.

El poemario es también un glosario de sus vínculos amorosos: parejas, ex parejas, amigovios, amantes. Martina entreteje el amor, la mentira, la infidelidad, la deformación de los hechos y el conflicto que acarrea escribir sobre otros. La idea le venía rondando y en un tiempo libre que tuvo, lo escribió de un tirón, quizás para exorcizar la pregunta sobre qué lugar ocupaba el engaño en su vida y en su obra.

En su hacer artístico, pareciera haber lugar para toda la familia, porque el último proyecto que la tiene ocupada en sus huecos libres, es otro documental. Esta vez en tono de comedia.

Se trata de “Buscando a Baris” co dirigido con Luna Mato y es la historia de su abuela, una maestra normal, que está convencida de que su marido muerto reencarnó en el actor turco Baris Arduc.“Ella se lo tatuó en el pecho, puso pósters de él por toda la casa y un día me pidió que la acompañara a buscarlo a Turquía. Efectivamente fuimos a Estambul el año pasado a encontrarlo, aunque sin éxito. Pero filmamos todo el recorrido y salió algo muy divertido”. Un film sobre el deseo y el amor en la tercera edad. “Mi abuela es muy bizarra y pasional. Ella estuvo muy presente en mi crianza y creo que me convirtió un poco en la artista que soy.” La película está aún buscando financiamiento para terminarse, pero Cruz tiene fe en que llegue a buen puerto. “Hay que tener paciencia, es difícil, pero no imposible hacer una película.”

Es un muy mal momento para el cine, asegura Martina Cruz, y afirma que hay muchas personas pasándola mal, porque no hay trabajo ni dinero para producir, pero la amistad y las ganas intentan que el momento no sea tan horrible, concluye.