Diez años y dos meses después del hecho, el brutal crimen cometido contra Cynthia Filippone en Villa Gesell finalmente tiene un condenado, aunque la justicia no pudo determinar el móvil. La causa fue caratulada como homicidio simple. La artesana de 41 años colgaba la ropa en el patio de su casa, en la esquina de Paseo 111 y Avenida 6, cuando fue atacada de manera inesperada en la tardenoche del 5 de mayo de 2014. Murió pocos minutos después dentro de la vivienda, mientras Daniel Hernández, su pareja, y Simón, el hijo de aquel, paseaban por la playa a unas diez cuadras de distancia.

El fallo del Tribunal Oral 1 de Dolores sostiene que Sergio Daniel Muñoz (techista de profesión, según el expediente, con un largo prontuario delictivo que ya lo había llevado a la cárcel) mató a Cynthia Filippone luego de propinarle varios cortes, uno de ellos mortal, a la altura del cuello. Así lo establecieron los peritajes. Se supone que hasta el momento del ataque la víctima y su victimario no se conocían: Muñoz la encontró de espaldas en el patio de la vivienda y blandió un arma blanca (no se pudo especificar cuál) cuando Filippone se dio vuelta al advertir su presencia. Según el informe médico, la mujer falleció diez minutos después. En ese lapso logró entrar sola a la casa, donde sus dos hijos estaban viendo la tele, y cerró la puerta. Antes de desvanecerse desangrada, le pidió al más grande de los niños que llamara a su pareja. Desde la playa, Daniel Hernández llamó al 911, aunque también lo hizo una vecina de Cynthia al escuchar los gritos de ella, quien intentó defenderse con sus manos.

El asesinato conmocionó a la ciudad balnearia, que durante varias semanas estuvo en la agenda noticiosa por un hecho brutal. Sergio Daniel Muñoz fue el primer detenido: lo encontraron tres días después del asesinato arriba de un vehículo manejado por una mujer. En lo sucesivo, fueron aprehendidos también Daniel Caro y Diego Enrique. Todos conocidos entre sí, los tres con antecedentes criminales y el último de ellos con un pedido de captura por una tentativa de homicidio en Merlo. Sus nombres llegaron a oídos de la policía por menciones de terceros. Cuando Caro y Enrique fueron liberados, Muñoz intentó suicidarse en el calabozo de la Comisaría 2ª donde cumplía prisión preventiva.

¿Por qué la mataron? La justicia no logró determinarlo. El tribunal juzgó culpable a Muñoz y lo condenó a 18 años de prisión (está alojado en el penal de Dolores) por una cantidad considerable de elementos probatorios, aunque ninguno de ellos permitió saber el motivo del crimen. El robo había sido descartado inicialmente por la investigación. ¿El argumento?: las requisas iniciales en la escena del crimen no registraron objetos faltantes ni mobiliario revuelto.

Algunos testimonios iniciales insistían en la mala relación que Filippone tenía con Simón Hernandez, hijo de su pareja. Simón, de entonces 22 años, vivía fuera de la vivienda, más precisamente en un garaje reacondicionado y separado de aquella por una precaria ligustrina. Varias declaraciones hablaban de música fuerte a altas horas y malas compañías, un entorno que perturbaba al hogar lindero habitado por la pareja y dos niños en el silencioso otoño geselino.

El hijo de Daniel Hernández tenía entonces el mismo diagnóstico psiquiátrico con el que su defensa se amparó para eximirlo de declarar en el juicio. Algunos declarantes señalaron en la causa que Cynthia “le tenía pánico a Simón”. Hablan de escenas de violencia del joven con ella, pero especialmente con Daniel. Simón tenía momentos de euforia y de depresión, tomaba la medicación prescripta de manera discontinuada y el padre no reaccionaba de la manera que Filippone reclamaba. La mujer sugirió cambiarle el tratamiento, incluso internarlo o, en su defecto, alejarlo de la vivienda. Y, en última instancia, mudarse con sus dos hijos pequeños, tal como indicaron allegados a ella.

La querella postuló una hipótesis: Simón Hernández les facilitó el acceso a la finca a los agresores a través de su propia vivienda, en el mismo predio. El plural se debe a que no sólo ubican a Sergio Muñoz en la escena del crimen, sino también a Diego Enrique. Esa línea indica que en la vereda los aguardaba Carolina Schulz, pareja de Muñoz, en el mismo vehículo donde ambos fueron interceptados por la policía tres días más tarde. Sin embargo, la investigación no logró acreditar la participación de Simón. En tanto, la demora del juicio se encontró con otros obstáculos inesperados: las muertes de Enrique y Schulz.

“Si bien no se demostró que el hecho se produjo en el marco de un robo, tampoco podemos descartarlo”, terminó postulando el tribunal en el fallo. Una posibilidad sería que Muñoz abortó el hurto cuando Filippone empezó a gritar, dándose a la fuga sin ingresar a la vivienda. Otro testimonio plantea un escenario alternativo: “El marido de la artesana la mandó asustar, pero ellos estaban drogados y se le pasó el cuchillo”. No obstante, Daniel Hernández jamás estuvo imputado. Las teorías se hamacaron entre las de un atraco a manos de delincuentes que operaron por su cuenta, o bien la de un trabajo encargado por gente del núcleo convivencial de la artesana. Sin lograr certezas sobre ninguna de esas opciones, el tribunal recordó en el fallo que de todos modos no es obligatorio determinar el móvil del crimen para condenar a sus partícipes.

La enorme demora en el inicio del juicio oral plagó la causa de testimonios diversos y hasta encontrados. Un declarante que inicialmente había señalado como culpable a Sergio Muñoz, por ejemplo, insinuó que había sido inducido por la policía a dar tal testimonio. Otro, en cambio, no sólo confirmó la acusación, sino que agregó haber sufrido amenazas del ahora único condenado cuando este recuperó la libertad tras purgar la prisión preventiva. Por su lado, Muñoz negó su participación en el hecho y dijo desconocer quién pudo haber sido el autor. Con todo, la muerte de Cynthia Filippone dejó sin respuestas muchas preguntas que siguen envolviendo de misterio un hecho aberrante.