“El teatro es una trinchera de la cultura”, definen el director Daniel Marcove y el actor Marcos Woinski. Al menos en las primeras décadas del siglo XX, se podría decir que cumplió similar función el Café Central de Viena, lugar de encuentro para muchos de los personajes de la cultura, residentes o de paso por la capital austríaca. Con dirección de Marcove y con Woinski en un rol protagónico, la obra de Mario Diament llamada precisamente Café Central (sábados y domingos en El Tinglado, Mario Bravo 948) presenta una red de conversaciones entrecruzadas que, de mesa en mesa, van componiendo un friso de la época, como si se tratara de una gran orquesta, como señalan los entrevistados en la entrevista con Página/12. Cuentan que Diament escribió la obra después de investigar la vida de los personajes que efectivamente ocuparon las mesas de ese bar notable, entre otros, los psicoanalistas Sigmund Freud y Alfred Adler, el pintor Oskar Kokoshka y la vanguardista Alma Mahler, los escritores Franz Werfel y Stefan Zweig. Según la obra, allí también intentó vender sus acuarelas un joven Adolf Hitler y se produjo la reunión entre Stalin y Trotsky, pocos años antes de la revolución rusa.

Por los comentarios de los espectadores, Marcove cuenta que, a pesar de que “un espectáculo es una botella al mar”, desde el estreno de ésta, su séptima puesta de un texto de Diament, comprueba que activa las mismas asociaciones con el presente que él encontró cuando decidió poner la pieza hacia fines del año pasado. La acción se desarrolla en dos actos: comienza en 1913 en los albores de la primera guerra y se retoma en 1933, año en el que Hitler es elegido canciller de Alemania. Además de Woinski, que interpreta al ubicuo encargado del café, integran el elenco otros 12 intérpretes que dan vida a 20 personajes: Amanda Bond, Sebastián Dartayete, Mariano Engel, Beni Gentilini, Alejo Mango, Lucas Matey, Gabriel Nicola, Junior Pisanu, Toto Salinas, Nacho Stamati, Camila Truyol y Arnoldo Tytelman. El diseño de vestuario es de Daniela Taiana, la escenografía, de Héctor Calmet, y la iluminación, de Miguel Morales.

El joven Trotski y Adler juegan al ajedrez en Viena. 

-Llama la atención un elenco tan numeroso…

Daniel Marcove: -Sí, no es muy frecuente. Tampoco que una obra independiente haga dos funciones por semana. Celebro esta realidad teatral en la que los actores se formen desde muy jóvenes, que alternen la actuación con la dramaturgia y la dirección, que estén en varias obras al mismo tiempo. Y que haya funciones en horarios que antes podrían parecer insólitos.

-El personaje de Herr Ober es una mezcla de encargado, mozo y maestro de ceremonias…

Marcos Woinski: -Sí, es un fantasma que va relatando todo lo que ocurre en el café, su “reino prodigioso”, un lugar amado por él. Es un personaje que me cuadra completamente porque mi padre estuvo en un campo de concentración y la obra me hizo revivir y elaborar mucho de mi pasado.

D.M.: -Desde siempre pensé en él para personificar a éste, uno de los pocos personajes ficticios de la obra.

M.W.: -Tanto en cine como en televisión siempre me tocó hacer personajes de malos (risas), así que estoy agradecido porque aquí no hay crueldad ni violencia, aunque sí hay drama y tragedia en lo que se cuenta.

-Además del vestuario que va marcando el cambio de época, ¿cómo sugiere la puesta el paso del tiempo?

D.M.:-En el primer acto hay un delicado humor, un clima burbujeante, mientras que en el segundo, del tono simpático se pasa a lo trágico, aunque todo se relata desde la sensibilidad y la emoción.

-¿Cuáles son las ideas que circulan en las diferentes conversaciones?

M.W.:- En lo casual de esas reuniones se da un ensamble perfecto de grandes personalidades. De allí ese hervidero de ideas y discusiones, entre las que se preanuncia que con su pensamiento Hitler iba a llegar lejos. También se habla de la muerte de la verdad. Y Alma Mahler y Adele Bloch, dos adelantadas a su época, vemos que hablan con la misma independencia de las mujeres de hoy.

-¿De qué modo habla esta obra de la actualidad?

D.M.: -Desde que la leí me conmovió una dramática asociación con el pasado, cuando los personajes comienzan a hablar acerca de la necesidad de emigrar ante la situación política. Y también la obra habla de una realidad económica semejante a la que estamos viviendo, alude al ataque a los bastiones de la cultura y a una creciente derechización.

De la música al teatro

Dice el actor Marcos Woinski que su acercamiento al teatro fue casual, ya que él estudiaba canto en el Conservatorio Manuel de Falla. Pero siguiendo a una hermana entusiasta, luego de revistar en el grupo independiente donde estaba ella, debutó en 1977 en una comedia musical en el Teatro Astral, con María Alexandra y Víctor Laplace. Y de allí pasó al cine, llevado por Adolfo Aristarain, por entonces, asistente de dirección, quien en 1981 lo convocó para interpretar al Polaco deTiempo de revancha. “Por mis características físicas hice del Yeti y muchas veces, de delincuente”, dice el actor sonriendo, satisfecho por el desquite de estar hoy interpretando al atento y bonachón Herr Ober, protagonista de Café Central.

*Café Central, en el Tinglado Teatro (Mario Bravo 948), los sábados a las 20 hs y los domingos, a las 18 hs.