Innegociable. Esa es la palabra que guia la tercera temporada de El oso (estreno el próximo miércoles por Disney+). Carmy Berzatto (Jeremy Allen White) piensa cambiar el menú de su negocio cada día y nadie dentro del staff de local culinario de Chicago puede hacerlo cambiar de parecer. El mantra inflexible, a su vez, también parece haber sido impuesto por el showrunner Christopher Storer para su propio producto audiovisual. Tras dos exitosas temporadas, los diez nuevos capítulos parecen guiados por la urgencia de la comanda y de su mismísimo creador. Atrás quedaron los días del insalvable Original Beef, ahora es momento de que el restaurante se ponga a funcionar.
Más allá de sus riesgos episódicos y estéticos, en esta ocasión no pareciera haber una idea motora que marque el rumbo de la narración. Son más bien recortes de distintos momentos, conversaciones que se suceden entre los personajes, su consabida electricidad en el montaje, las postales de Chicago, su banda sonora KO, más la presencia de su protagonista con sus tatuajes y masculinidad herida. Sydney Adamu (Ayo Edebiri) y Richard “Richie” Jerimovich (Ebon Moss-Bachrach) siguen operando en el fondo, poniéndole un sabor diferente al intenso cocinero que en cada episodio está a punto de colapsar. La cuarta temporada, posiblemente, sea la del postre y el momento para ir cerrando la cuenta.