Un relevamiento hecho por estudiantes de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS) en 71 organizaciones sociales asentadas en ocho municipios del conurbano bonaerense con el objetivo de “indagar lo que ocurre en los barrios a partir del cambio de gobierno y qué demandas reciben” permitió concluir que en el 95% de los casos la situación es peor (68% mucho peor y 27% peor) y que “ninguna organización percibe mejoras socio económicas en las familias” en relación a lo que recibía en diciembre de 2023. Si bien varias de las problemáticas relevadas son preexistentes a la asunción del gobierno de Javier Milei, se pudo comprobar que las mismas se agravaron en los meses recientes. Indican también que “las necesidades de las familias no solo se incrementaron, sino que además muchas de ellas recaen en las organizaciones”. Las demandas de las familias aumentaron en los últimos meses para el 82% de las organizaciones encuestadas y en relación al período inmediatamente anterior.
El trabajo, supervisado por docentes e investigadores del ICO (Instituto del Conurbano) de la misma universidad y titulado “Las organizaciones sociales no son fantasmas”, permitió constatar que los principales problemas agravados son la alimentación (94%), seguido de la pérdida del poder adquisitivo de los ingresos y la desocupación, ambos registros con el 89%. La situación habitacional (80%), los consumos problemáticos (73%) y la salud mental (72%) siguen en importancia dentro de los problemas detectados. Muy cerca en esa enumeración están también la atención de la salud (72%) y la inseguridad (63%).
Como consecuencia de los cambios producidos desde la asunción el nuevo gobierno nacional, además de sostener sus tareas diarias las organizaciones están realizando múltiples cambios en sus formas de trabajo. Así el 65% de quienes fueron entrevistados admiten que “tuvimos que reducir lo que ofrecemos a las familias (actividades, mercadería, comida, acompañamiento, etc.)” y el 44% convino que “estamos atendiendo temas que antes no trabajábamos”. Pero al mismo tiempo reconocen que “estamos tratando de acercar más familias” (49%) y que “estamos trabajando más horas” (27%), mientras buscan incorporar más profesionales, educadoras/es y capacitarse en nuevos temas. El 69% confirma que está intentando generar nuevas articulaciones con otras organizaciones y el 25% que tuvo que achicar el equipo de trabajo en función de las nuevas condiciones.
El estudio se realizó en organizaciones asentadas en los municipios de José C. Paz (35%), Moreno (24%), Pilar, Malvinas Argentinas, Hurlingham, Tigre, Morón y San Fernando. El 35% de las organizaciones encuestadas realiza labores en el propio barrio, el 35% en dos o más barrios, 7% extienden su tarea todo el municipio y 18% alcanzan incidencia en más de un municipio.
Al margen de los datos anteriores, el trabajo también permitió relevar la importancia que las organizaciones tienen para la comunidad y en bien de la calidad de vida de las personas. El impacto en el territorio es significativo y permite llegar a miles de niñas, niños y familias que habitan los barrios. El 38% de quienes fueron consultados dijo atender en forma directa a por lo menos 100 personas, un porcentaje igual a un número entre 100 y 200 personas y el 18% a una cantidad superior a 200. Indirectamente la incidencia es del 31% en hasta 200 personas, del 37% entre 200 y 500 personas y del 33% llegando a más de 500 personas.
La asistencia social y alimentaria ocupa la mayor importancia actual e histórica de las organizaciones encuestadas (83%) pero seguida de cerca por la educación (82%), la atención de la salud (76%) y la defensa de derechos (72%).
El estudio destaca que es notable “la capacidad de las organizaciones de hacer múltiples actividades para dar respuesta a las necesidades de los barrios”. La acción de estos grupos se multiplica en muchos rubros, siendo, por ejemplo, un lugar habitual para el deporte y la recreación (69%), la cultura y la comunicación (68%) y las actividades relacionadas con género y diversidad sexual (63%). Otras actividades atienden también a cuestiones de hábitat y ambiente (46%), de economía popular, social y solidaria (42%) y de discapacidad (24%).
En una carta abierta que enviaron a las organizaciones participantes una vez culminado el proceso, los estudiantes agradecen la colaboración brindada por el estudio y señalan al mismo tiempo que “nos queda un dolor al ver la deuda que tiene el Estado con los sectores más vulnerados, porque las organizaciones son las encargadas de ser un paragolpes frente a las necesidades de las familias dentro de los barrios”. Son estas organizaciones –dicen- “las encargadas de dar contención, de ser el plato de comida del día, el lugar del encuentro de los jóvenes, para algunos la escapatoria a la dura realidad encontrándose en un espacio al que sienten pertenecer, representando en muchos casos otra familia, una segunda casa”.
Un dato importante es que el 70% de las organizaciones encuestadas recibían recursos en dinero por parte del Estado nacional, pero solo un 6% de estos fondos aumentaron a la par de la inflación, el 10% se mantuvieron en el mismo monto, el 42% se ajustaron pero por debajo del índice inflacionario y el 26% recibió menos recursos. En el 6% de los casos los aportes cesaron por completo y, en general, “el 86% ve disminuida su capacidad de compra y pagos”.
A lo anterior se agrega que “el cese y la disminución de la recepción de alimentos afectó a la enorme mayoría de las organizaciones y a sus posibilidades de brindar un plato de comida cuando más se necesita”. El Estado nacional dejó de aportar alimentos al 46,9% de aquellas organizaciones que los recibían, y en el 34,4% de los casos esas contribuciones disminuyeron. El estudio refleja que solo en el 6,3% aumentaron los aportes y en el 12,5% se mantuvieron de igual manera.
“A la disminución de recursos por parte del Estado nacional se suma el impacto de la inflación y los aumentos de servicios, así como la disminución de otros recursos materiales” y la cantidad de trabajadores que cayó en 24%. En el 17% de las organizaciones trabajan entre 21 y 30 personas y en el 45% de ellas entre 10 y 20. El 75% de los encuestados hace más de cinco años que se desempeña en su organización y el 46% trabaja allí desde hace más de diez años. También se midió el impacto de la situación entre quienes se desempeñan en las organizaciones. De un total de 71 personas encuestadas, 39 mostraron preocupación por la precarización laboral y la incertidumbre que ello les genera, 26 se reconocieron afectados en su salud mental y otras 20 dieron cuenta de desgaste físico. Un grupo menor, 12 personas, manifestaron que aumentó la solidaridad y la cooperación.
En el desglose de los recursos con los que cuentan las organizaciones, el 85% marca la pérdida del poder de compra debido a la inflación, señala como un problema el incremento de las facturas de servicios (80%), pero también la disminución de la generación de ingresos propios (56%) y de las donaciones de privados (37%).
En la carta dirigida a quienes participaron del estudio, los estudiantes señalan que “en el transcurso de las encuestas en medio de este escenario político, sus organizaciones fueron atacadas, agraviadas ante discursos negacionistas de sus actividades, tanto por políticos como por medios de comunicación que llegaron a hablar de ustedes como ‘fantasmas’ ”. Por eso, sostienen los estudiantes, “creemos que es más que necesario visibilizar el gran trabajo que llevan adelante las organizaciones” dado que “al instalar estos discursos se deja desamparados a todos aquellos que reciben ayuda”.
En consecuencia, siguen argumentando las y los autores del estudio, lo hecho “nos refleja la importancia de su existencia (como organizaciones), y la necesidad de reconocerlos como trabajadores”, subrayando la importancia de que la sociedad defienda y visibilice su tarea y que “es fundamental que los gobiernos reconozcan y valoren su trabajo y el esfuerzo constante que ponen para mantenerse a flote y mantener sus actividades”.
En las conclusiones se subraya que si bien “los y las trabajadores de las organizaciones están afectadas/os por la incertidumbre que genera el gran empeoramiento de la situación socioeconómica que les impacta en forma directa, siguen sosteniendo el trabajo con los demás, que se vuelve más y más complejo” y “a pesar de todo, las organizaciones no dejan de apostar a la lucha y a la organización colectiva”.