Es un escenario distópico pero para nada imposible de hacerse realidad, teniendo en cuenta el andar del mundo en los últimos años. En pos de controlar su voluminosa reserva de litio y ante la posibilidad de que el gobierno nacional nacionalice la explotación de los recursos naturales para enfrentar una profunda crisis social y política, la provincia de Catamarca se ve envuelta en la intención independentista de un gobernador dispuesto a todo. Un trabajador del Ministerio de Información de la Nación aterriza en la provincia del norte argentino para ser testigo de un proceso soberanista en el que se entremezclan ideas mesiánicas, potencias mundiales, comunidades originarias y activistas medioambientales. Esa es la trama y el contexto de Desconexión (Editorial Brat), una novela que a partir de la tensión que emerge en la realidad actual construye una ficción tan entretenida como aterradora.
El autor detrás de esa distopía no tan lejana es Agustín Fontenla, corresponsal de Página/12 en España y Rusia durante años, que debuta en el género con una novela que no casualmente se mete de lleno en la álgida cuestión de los recursos naturales en Argentina. Una problemática de la que se habla mucho, se sabe poco y que la ficción permite abordar con una historia que concentra el detrás de escena de las decisiones políticas, el manejo de la información y el funcionamiento de las distintas estructuras de poder ante cuestiones sensibles. La novela no deja de preguntarse -aunque solapadamente- sobre la salud de la democracia actual ante intereses económicos, tecnológicos y políticos que la amenazan con nuevas herramientas.
“En la escritura de Desconexión se combinaron, al menos, dos experiencias”, le cuenta Fontenla a este diario. “Mis años de corresponsal de Página/12 en Cataluña, donde cubrí por años el proceso soberanista de esa región española, y, más tarde, mi experiencia en el área de comunicación del gobierno nacional. Luego surgió un disparador, que fue haber leído una nota de The Economist que hablaba de la existencia de un movimiento con aires independentistas en Mendoza; el “Mendoxit” titulaba la revista inglesa”, detalla quién también trabajó como analista y asesor en distintas experiencias políticas en América latina y España.
-¿Por qué decidiste escribir una ficción con el litio como protagonista y la cuestión del extractivismo como trasfondo?
-Creo que el litio y, sobre todo, la industria asociada a la energía “limpia”, son temas de relevancia estratégica para el desarrollo de cualquier país. La historia de la novela me permitía mostrar hasta qué punto podía llegar un gobierno en el intento de preservar sus recursos estratégicos. En cuanto a las denuncias sobre el extractivismo, me parecía interesante incluir la voz de esos denunciantes, hacer un intento por poner su visión en debate con aquellos que piensan que es indispensable extraer esos recursos e industrializarlos.
-¿Creés que por los intereses puestos en circulación a veces es más sencillo escribir ficción sobre recursos naturales que informar al respecto sobre políticas públicas en relación a ese tema? Desconexión se puede leer como una suerte de “ficción-denuncia”.
-No tengo a mano otros ejemplos de ficción, pero estoy seguro de que los hay. Podría ser una buena forma de llegar a un público que no quiere leer ensayos, artículos o documentos políticos. Igualmente, para poder documentarme sobre el tema fue importante la lectura de los textos de Maristella Svampa, que es una investigadora muy reconocida. En su caso, son textos totalmente accesibles, claros, incluso entretenidos.
-Desconexión se presenta como una historia distópica, en la que Catamarca pretende ser una nación soberana, independiente de la Argentina, con corporaciones y otros estados promoviendo esa idea. Sin embargo, la sensación al leer la novela es que ese escenario ficcional puede ser posible en la realidad. ¿Buscaste llamar la atención sobre qué hacer con los recursos naturales en Argentina, en un contexto político como el actual?
-Empecé a escribir la novela en el 2002 y la terminé en diciembre de 2023. No sabía que Milei ganaría las elecciones, y tampoco que se enfrentaría con las provincias al punto de que un gobernador emitiera su propia moneda y otro amenazara con restringir la entrega de petróleo. Sí creo, por otra parte, que los procesos independentistas o ultranacionalistas están en boga en distintas partes del mundo, y tarde o temprano podrían llegar a la Argentina. Al final, los intentos soberanistas enmascaran dificultades políticas o económicas con el argumento de la independencia o el enfrentamiento al gobierno nacional, o a una parte del país.
-De hecho, en la novela está muy presente la idea de que los “Estados-Nación” están desapareciendo ante la nueva estructura económica mundial.
-Las responsables de esa caída de los Estados-Nación son las clases dirigentes. Hace más de una década que las megaempresas como Apple, Tesla, Microsoft, Amazon o Mercado Libre -entre muchas otras que desconocemos- y sus dueños se enriquecen de manera obscena sin que los estados puedan cobrarles los impuestos correspondientes. Si los estados no pueden dar respuesta a los problemas económicos más urgentes de estos tiempos como la cuestión impositiva y la distribución de ingresos, no sería descabellado que las personas dejen de votar o terminen votando a personajes como Milei.
-¿Qué rol juega la virtualidad (redes, juegos, IA) en la circulación de la información, la discusión pública y en la salud de la democracia? ¿Cuánto hay de realidad y de ficción en la novela?
-Ese elemento fue creciendo de manera insospechada en la trama de la novela hasta ganar cierto protagonismo. La industria del video juego crece a una velocidad altísima y la Inteligencia Artificial no hará más que potenciar todas sus posibilidades. No me parece improbable que ante un crecimiento de la abstención electoral global, sobre todo en sectores jóvenes, la política encuentre en los video juegos un vehículo para la propaganda electoral.
-¿Considerás que la crisis de los partidos tradicionales y la emergencia de los “outsiders” están íntimamente relacionado a los nuevos espacios que la tecnología inauguró para la discusión política?
-Tengo opiniones encontradas al respecto. He trabajado como analista y asesor en distintas experiencias políticas en América latina y España. Por momentos me sorprende el nivel de sofisticación de la propaganda política y el impacto que tiene en los votantes. Por otro lado, la realidad termina imponiéndose tarde o temprano, y allí donde no haya buena política quedará el vago recuerdo de un simple discurso.