Ayer nomás, el 4 de octubre, se cumplieron 140 años de la explosión de El Fulminante. Parte de la denominada Escuadra de Sarmiento, El Fulminante fue un vapor depósito de torpedos y minas submarinas que explotó en 1877 en el apostadero del Río Lujan, generando incluso un hongo y, según los testimonios de la época, una lluvia de esquirlas de hierro hasta diez cuadras a la redonda, destrozando incluso la mayoría de los vidrios y ventanas de San Fernando.
Encontrada por Max Gómez Canle en el Museo de la Reconquista de Tigre mientras preparaba esta muestra, Explosión de Fulminante es una sorprendente pintura de Antonio Somellera que describe con pasmosa fidelidad la explosión de la Santa Bárbara y que está incluida en el primer piso junto a sus obras: por el estilo, tranquilamente podría ser una de sus propias obras. El hecho histórico, con toda su carga conspirativa latente de que podría haber sido tranquilamente un sabotaje (aunque parece que fue un accidente mientras se manipulaban explosivos) podría ser también una de esas visiones de Lux Lindner, en las que lo político y lo literario se mezclan generando una auténtica “máquina de captura narrativa” en la que los sistemas utópicos argentinos siempre aparecen presentes.
Dice Gómez Canle: “Somellera es como una especie de Cándido López naval pero completamente olvidado. Hubo algo que nos gustó de Cándido López y que hizo que aún se lo recuerde, yo creo que los dos fueron pintores bastante ingenuos pero que a la vez manejaban mucha data técnica, algo que quizás sea por la época. Me cuesta creer que Somellera haya pintado así el hongo de la explosión: hay un detalle azul en donde nace la explosión que es increíble. Es muy sci-fi esa imagen y a la vez es como algo que creo que yo podría haber pintado”.
Paisajes ruinosos
Convocados por Milagros Noblia Galen (directora y coordinadora de Artes Visuales del municipio) con la expectativa de que Tigre los inspirara y que se involucraran con cierta ‘mística’ del paisaje del Delta y del patrimonio de sus museos, el hallazgo de esta obra de Somellera resultó clave para poder articular las investigaciones de Gómez Canle que dialogan con las obras que Prilidiano Pueyrredón (1823-1870), Carlos Barberis (1861-1913) y Horacio Butler (1897-1983) le dedicaron al Delta. “Yo conocía a los clásicos, como Pueyrredón o Butler, pero también me daba la impresión de que históricamente hay pintores que logran ser muy fantásticos desde la historia. A mí en principio me interesaba investigar el imaginario de Tigre, pero cuando apareció esta obra de Somellera funcionó como una especie de Big Bang: yo creo que la ficción también es una forma de conocimiento, me interesa porque es más abierta que algo más conceptual, mas ‘flashero’”. Así fue como surgió entonces la creación de un tigre alucinado y fantasmal: Canle cuenta que estuvo un mes en una residencia en Tigre investigando y pintando. “Prilidiano Pueyrredón tenía por un lado su pintura oficial, que es la más conocida, pero dentro de su pintura tenía dos lados b: uno era los desnudos de criadas, algo más de gabinete del señor; y el otro eran acuarelas y óleos que pintaba en sus caminatas por Tigre. Por entonces estaba deprimido porque él, que era arquitecto, había hecho un puente sobre el Riachuelo que se cayó el día de la inauguración, en 1867. Así que yo lo imaginé paseando alucinando por Tigre, con visiones apocalípticas y oscuras, porque eso lo deprimió mucho, además de que se fundió. El Tigre tiene algo que es a la vez de pantano y de paraíso, tiene esa dualidad. Mucha gente se escondió en Tigre, y los isleños encima son gente extremadamente callada”. El siguiente artista cronológicamente es Carlos Barberis que también vivió en Italia: “Barberis era un pintor plenairista, como esos pintores pre-impresionistas estilo Barbizon o Courbet, seguidores de esa escuela de salir a pintar al aire libre; y tiene esas pinturas medio oxidadas e impresionistas, no se sabe muy bien por qué estuvo viviendo ahí en Tigre. Para esas obras llamé a un amigo mío marplatense, Mauro Cruz y lo que imaginamos con él es que había unos seguidores de Barberis obsesionados con las ruinas del Fulminante que se internaron en el Tigre buscando pintar esos paisajes ruinosos llenos de limo, barro y óxido. En Tigre en 10 años cualquier cosa queda ruinosa porque hay muchísima humedad, y hay una pared con obras que se regodean en esas plantas, maderas y troncos, ahí la mayoría de las obras son de Mauro”. Por último también está la obra del pintor y escritor Horacio Butler que es bastante más conocido: “Él era contemporáneo a Berni y esa camada, y hasta fue becado y viajó a Europa, donde estudió con André Lhote y Othon Friesz; pero curiosamente a su regreso de Europa se alejó de las vanguardias y se fue a pintar al Tigre. Algunos especulan con que era gay, está esa cosa de historias tapadas y ocultas, típicas del Tigre y sus obras están hechas con un lenguaje moderno, pero con esos motivos”. Entre las investigaciones que hizo Gómez Canle por los museos tigrenses aparecieron unas litografías de Butler que llamaron su atención: “Las encontré en el Museo de Arte de Tigre, y en esas obras todos los temas tienen algo de fantasmal, y esa onda de casas embrujadas. Y ahí me imaginé a un fantasma de Butler que seguía pintando ahora, así que por ahí incluso aparece el Barrio Chino. Y en esas obras Butler aún ve esquirlas de esa explosión y de esa lluvia de escombros que cayó a varias cuadras de la redonda, así que ahí también sentí que se abría un mundo fantasioso, dramático y melancólico”.
Otro de los hallazgos que encontró Gómez Canle es una entrevista a Butler que le proporcionó el crítico y artista Santiago Villanueva: “Él ahí dice que el Delta era lo contrario a Estados Unidos, a donde él había viajado. Me interesó esa interpretación de tomar a Tigre como la retaguardia opuesta a esa idea norteamericana del progreso”. Volviendo a El Fulminante, Gómez Canle cuenta que, cuando ya se esperaba de un momento a otro la explosión final, mientras en tierra los vecinos seguían las alternativas desde una azotea alguien bromeó acerca de quién sería capaz de traer la bandera. Un joven y valiente vecino llamado Juan Gamba se lanzó heroicamente con una pequeña canoa hacia el buque en llamas, llegó a la popa del Fulminante rescatándola cuando el asta de la bandera ya ardía; la arrancó y volvió a la costa media hora antes de la explosión final. Cuenta Gómez Canle: “A raíz de esto surgió esta bandera, que tiene esos colores filtrados y en vez de un sol tiene una luna. Me vino a la mente la Noche Americana, esa técnica cinematográfica en la que, en vez de filmar de noche, que en cine es muy caro, se filma de día mientras se van superponiendo filtros azules, que es algo que genera una noche muy fantasmal. Y así surgió esta bandera, fantasmal como las obras de esa ‘noche americana eterna’ de las obras de Butler en la que la lluvia de esquirlas del torpedero nunca termina”.
Utopías vigiladas
Por su parte en el espacio dedicado en la planta baja a El Regreso del Astrólogo, mediante dibujos, performance y videos Lindner intenta descifrar el paradero de El Astrólogo arltiano: presente en Los Siete Locos (1929) y en Los Lanzallamas (1931) El Astrólogo en cuestión lidera una sociedad secreta que pretende trocar el orden social imperante a través de una cruel y terrible revolución que sería financiada por una red de burdeles distribuidos por todo el país bajo la administración del Rufián Melancólico. Explica Lindner: “La idea original, que después mutó, era hacer un intento por saber qué pasaría si el Astrólogo volviera, que es algo que Piglia y otros autores ya hicieron. En Los Lanzallamas el Astrólogo desaparece, se va con una mina y nadie sabe hacia dónde. Últimamente estuve bastante metido en pensar libretos de ópera, y se me ocurrió que volviera un poco después del golpe de Estado de 1955. No se sabe si está del lado de Perón o del lado de los revolucionarios, la verdad es que yo hago muestras para darme respuestas a estas preguntas. La idea es que en una situación similar a El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad (sobre la que Francis Ford Coppola se basó para hacer Apocalypse Now), alguien pasa el dato de que El Astrólogo podría estar en Tigre así que se arma una expedición para saber dónde está, como cuando buscan a Kurtz”.
Lindner comenta que siempre sintió una fascinación especial por los hidroaviones, que suelen aparecer en sus obras y que, acá vuelven a aparecer en un curioso video en el que surge una pelea entre los proyectos utópicos de la Vuel Villa de Xul Solar y la Ciudad Hidroespecial de Gyula Kosice. Dice Lindner: “En un momento la ciudad Hidrospecial queda averiada, y gana la Vuel Villa y la remolca; pero en el ínterin aparece justamente el Hidroavión, que sería como un principio utópico de las fuerzas de seguridad, corta el hilo con el que remolcaba la Ciudad Hidroespacial, y la Vuel Villa cae a una instalación militar que es como en una especie de estructura piramidal rodeada de tanques. A Perón en el 55 lo llevaron en el Hidroavión Catalina perteneciente a las fuerzas aéreas paraguayas. Pero en el video aparece otro tema, porque hay muchos temas, y es que creo que coincide con el crecimiento exponencial que ha habido de las fuerzas de seguridad, tanto policial como privada, que es algo imposible de no ver”.
Lindner habla de las utopías vigiladas (o vigilantes) y confiesa que, a pesar de que no tiene celular, siente que esa “paranoia sideral” de la que escribió Paul Virilio y la “industrialización de la no mirada” con un entidad no humana que nos vigila sin vernos es hoy en día una realidad tan abrumadora como innegable. Lindner: “Creo que estamos más vigilados que nunca: la otra vez pasé con el 55 por la comisaría 27, que está en la calle Camargo, y siempre pasé por ahí, durante años, y capaz que había uno o dos patrulleros. Pero ahora ves que está toda la cuadra llena de patrulleros. Yo veo que ahora está todo lleno de policías y de seguridad privada, como si esa fuera una solución al desempleo. Me fijo en eso, aunque yo nunca tuve ningún problema con la policía porque soy un ortiba de pelo corto. Pero la cantidad que hay es insoportable”, analiza Lindner que también se sorprende de cómo su imaginario lamentablemente volvió a tomar vigencia: “Yo crecí con una pila de libros sobre la Segunda Guerra Mundial, y como esas cosas me las sé de memoria en mis obras siempre aparecen esos tanques y máquinas de guerra. Hace un par de años atrás me decía a mí mismo que la tenía que cortar con eso, que eso no iba a volver más y se había acabado; pero ahora de repente eso de los tanques y los militares volvió a ser la coyuntura de este momento”.
En 1929, en Lo gótico, signo de Europa, el tucumano Juan Benjamín Terán señaló que “América es Europa sin la Edad Media”. El no haber atravesado este período histórico priva, según Terán, a nuestro arte del factor milagro. Con sus conjeturas, alucinaciones y visiones apócrifas, partiendo de una explosión olvidada que aún hoy parece ficticia o de los deseos aún latentes de una revolución, las obras de estos dos artistas apuntan a despertar ese inconsciente colectivo aún necesitado de milagros. Sean históricos, o por qué no, inventados.
Las muestras de Max Gómez Canle y Lux Lindner se podrán visitar hasta el 10 de diciembre de miércoles a viernes de 10 a 18 y de sábado a domingo de 13 a 18 en la Casa de las Culturas de Tigre, Bartolomé Mitre 370.