La nación querandí estaba en la provincia de Buenos Aires cuando llegaron los españoles. Su territorio de caza y pesca se extendía hacia el norte hasta el Carcarañá, por el este al mar y río de la Plata, por el sur iba más allá del salado de Buenos Aires y por el oeste llegaba al pie de las sierras cordobesas. En el 1500, uno de los primeros expedicionarios en encontrarse cara a cara con ellos fue Luis Ramírez, quien en su bitácora de viaje escribió sorprendido que “nos recibieron de una manera pacífica”. La tripulación al mando del cartógrafo Sebastián Gaboto había navegado el río Paraná hasta la desembocadura del Carcarañá. Los nativos corrieron a saludar amistosamente y enseguida los proveyeron de alimento. El 9 de junio de 1527 Gaboto, construyó un fortín en la desembocadura del río Paraná, al que llamó Sancti Spiritu. Este fue el primer establecimiento español en territorio argentino.

El origen de los querandíes podría ser gunün akúna, tehuelche. Según el misionero madrileño Pedro Lozano, que en el siglo XVIII formó parte de las misiones jesuíticas del Paraguay, serían pampa-araucanos.

La palabra “querandí” deriva del guaraní y significa gente con grasa o engrasada. Una teoría sostiene que la palabra es una variante de Carandaí, unas plantas de palmas que crecían naturalmente en la zona de Luján, lugar que habitaban. Otras versiones indican que se los denomina así porque su dieta era a base de grasa de pescado, pero lo más probable es que se alimentaran con la carne y usaran la grasa para untarse el cuerpo y protegerse del frío.

Lo que hoy es la zona de Ezeiza estaba poblada de vegetación achaparrada, pasto puna, ciervos de las pampas, guanacos corriendo en manada para un lado y otro, coipó o nutria, vizcachas, tatú mulita, ñandúes que también andaban en manadas por lugares atravesados hoy por autopistas, patos y aves silvestres que asentaban sus nidos en las orillas del río La Matanza.

Ruy Díaz de Guzmán en 1612 escribió que “en los llanos que van continuando Buenos Aires, los campos son anchurosos, hay muchos venados, avestruces y gran suma de perdices, hay naturales belicosos y grandes corredores que llaman Querandís”.

Los querandíes comerciaban con las demás naciones su especialidad, que era la elaboración de harina de pescado con la que preparaban tortillas al rescoldo que untaban con una pasta hecha con langostas machacadas, tal como se consume actualmente en Etiopía. Trocaban esos manjares por tejidos hechos en telar de cuatro palos verticales. Las tejedoras araucanas dejaban en la prenda un mensaje al portador, el tejido era como una carta de presentación con sus mnimiñ, su laboreo hecho con símbolos romboidales y escaleras de vida como la conocida “guarda pampa”.

Juan de Garay dejó escrito que en la expedición de 1573 a bordo de un bergantín por el río Paraná al encontrarse con los querandíes, estos “se visten con cueros, se abrigan con pieles de unos animales que hay como liebres, pero también hallamos en estos indios alguna ropa de lana muy buena que según dicen la traen de la cordillera, de las espaldas de Chile”.

Otra planta muy utilizada por ellos ha sobrevivido a la urbanización y es el mburucuyá, una enredadera silvestre que se la puede ver prendida de postes de luz y cableados eléctricos. Su flor tiene pétalos blancos coronados de azul-violeta. Los querandíes respetaron mucho esta flor y no la consumieron. Pero sí sus hojas en infusiones relajantes y sus frutos anaranjados en forma de huevo que al abrirlo tiene una pulpa dulce.

La armonía con la naturaleza siempre fue en un diálogo directo con los astros. Según escribieron los expedicionarios, “estos nativos invocan a la luna”. Para los bajados del bergantín era inaceptable que los originarios adoraran al sol y le pidieran protección a la luna. Los españoles estaban dispuestos a enseñarles a hablar su idioma y aprender la de ellos con tal de adoctrinarlos, mientras le morfaban con placer la gran variedad de platos de pescado que les convidaban diariamente los querandíes.

Las masacres, la conquista espiritual de las religiones, borraron el idioma de tal manera que según el autor Pedro Campomar en su libro sobre los querandíes, se conocen solamente setenta palabras. Los estudios lingüísticos han podido determinar que las terminaciones: “apen” o “mpen” corresponden a nombres de líderes. Pero ¿guerreros? ¿líderes espirituales? ¿jefes de familia? No se sabe, pero estos son algunos : Diciumpen, Quemumpen, Caespen, Pocaospen, Allapen, Salloampen, Escallopen, Campampen.

En los alrededores del conurbano bonaerense, gobernó el cacique querandí Telomián Condie, derrotado en 1583 por el sargento mayor Juan Ruíz de Ocaña, lugarteniente de Garay. Esa batalla sangrienta habría originado el nombre La Matanza. 

Es importante no olvidar el origen de nuestros pueblos y ciudades. La toponimia de la provincia de Buenos Aires indica la presencia indígena, que dejó su huella, sus luchas, escritas en los ríos, sierras, lagunas, para que recordemos con orgullo nuestra identidad. Hoy en día, parte del espacio que habitaron los querandíes se llama Tres Ombúes y es un lugar protegido. Bordeado por el río Matanza, el predio es un humedal sagrado. También hay otro llamado Laguna Rocha en el partido vecino de Esteban Echeverría. En esta parte de la provincia, antiguamente los muertos eran envueltos en cueros cocidos y enterrados junto con sus pocas pertenencias para su viaje al más allá. Todos están allí abajo, justo en esos predios. Actualmente disputados ilegalmente por empresarios de distintos rubros.

Tres Ombúes todavía lo habitan los coipó, esos animalitos amables que cada tanto tienen que huir por el ruido de palas mecánicas y topadoras que van modificando ilegalmente su hábitat. También ellos hacen vigilia para que los alambradores y sus alambres no avancen. Es que a veces mágicamente se corren algunos metros adentro del predio sagrado cuando nadie los ve. Pero hay otra cosa que asusta y preocupa a los guardianes del predio. La fauna nativa se ve en peligro de los emprendedores inmobiliarios que lotean territorio indígena, sitios arqueológicos, al mejor postor.

En las Primeras Naciones la transmisión oral enseña que hay que guardar respetos a los ancestros. Nunca se acostumbró meter las manos para remover enterratorios o desenterrar muertos, lugares sagrados, ceremoniales, y menos robarle sus pertenencias a los muertos por el miedo a que la muerte se quede pegada a la ropa y siga los rastros. Los originarios que caminan sobre la hierba donde se sabe hubo muertes, dicen en voz alta ¡Rupakimey pu alwe! El pedido de permiso a las almas de los difuntos para estar en ese espacio con respeto y armonía.

En ese predio se hacen ceremonias ancestrales, con sonidos y tambores. Cajas chayeras y kultrúnes se hermanan para acompañar el canto comunitario para saber que nadie está solo. Varias naciones se congregan para pedirle a la naturaleza fuerza para los suyos y buena salud. Cada primero de agosto entregan alimentos a la pacha mama, a la ñuke mapu, la madre tierra.

El 3 de mayo se realiza la ceremonia de “las tres boleadoras” o “cruz del sur”. Esa noche se puede ir al predio y observar desde allí la forma astronómica de una cruz perfecta en el cielo, conocida como “chakana” en el calendario andino, o escalera de la vida en la cultura mapuche. Todo lo que está arriba está abajo. Todo lo que está abajo puede estar arriba.

Otra fecha que se puede ir al predio es en junio, el wiñoy tripantu o vuelta del sol, el solsticio de invierno que renovará la naturaleza por completo. Se pide por la salud propia, la de la familia y las hierbas naturales que son la medicina, los bosques nativos y los recursos naturales. Los coipó, por ejemplo, cambian su pelaje entre el 21 y el 24 de ese mes, como el resto de los animales. Los brotes de las plantas comenzarán a crecer para estallar en flor en primavera.

También en el mes de las flores hay otro encuentro de naciones originarias, donde se celebra el rebrote. Se puede presentar a los bebés nacidos ese año al antu, al sol, que da luz a la vida de los pequeños. No estarán solos, los animales también presentarán a sus crías, escondidos en sus madrigueras, silenciosos, agazapados en sus nidos, siempre y cuando no se les construya un edificio encima.

Los nuevos ciclos de la naturaleza no diferencian nacionalidades ni religiones. Solo hay que estar listos para escuchar, ver, sentir en ese bello espacio verde llamado Tres Ombúes, en Ciudad Evita, al costado de la autopista Ricchieri.

La comunidad Tres Ombúes, sociedades ambientalistas, vecinos, estudiantes y artistas, cuidan y se manifiestan permanentemente para que las políticas públicas valoren la preservación y reguarden los sitios sagrados, yacimientos arqueológicos de memoria y biodiversidad de La Matanza y Esteban Echeverría. Este jueves 18 en Plaza San Justo desde las 11.00 hs. habrá charlas de concientización durante todo el día.

Lugares de memoria y biodiversidad que merecen el respeto. Ofrendas naturales para la madre tierra y para los antepasados. Dando el newén, la fuerza espiritual, para seguir de pie, porque la vida es esa chakana andina, la cruz del sur, la guarda pampa o escalera de la vida que siempre señala que es posible volver a levantarse.