Alrededor de la maternidad hay infinitas preguntas: desde la definición del concepto, cuántas formas hay de hacerlo, qué implica para las mujeres serlo o no serlo. Todas esas preguntas y algunas mas actuaron como puntos de partida para "La piel de la tierra”, obra ganadora del premio de la institución cubana Casa de las Américas en la categoría Teatro. La obra escrita por Marina Jurberg busca dar respuestas a algunas de esas preguntas en este texto poético teatral, aunque afirma que muchas permanecen envueltas como un misterio aún para ella.

Hace muchos años que Marina vive en Cañuelas, ciudad donde brinda talleres literarios en la Biblioteca Popular Domingo Faustino Sarmiento. Es actriz, escritora y docente. Si bien reconoce que su escritura es muy urbana, haberse mudado a Cañuelas transformó su ritmo y mirada. “Por ahí suena trillado, bucólico o incluso naif, pero ver el cielo entero produjo un silencio que me permitió escuchar otras cosas, tanto en la escritura como en la docencia", afirma. 

Su mudanza la hizo cuestionarse las formas de circulación y creación a las que estaba acostumbrada en la capital. “El territorio es como un cuerpo también, un hogar, el espacio que habitamos, las personas que lo conforman, los sentidos que allí se dirimen o se construyen. En ese sentido para mí haberme ido de la ciudad por un lado y haber llegado a Cañuelas por otro, me modificaron en formas que todavía no logro dimensionar o comprender cabalmente" afirma Jurberg.

En "La piel de la tierra", su obra ganadora, se problematiza la maternidad como experiencia, institución y portal de la sexualidad humana. La obra explora las vivencias de cuatro mujeres en torno a la maternidad. A través de la ficción, se cuestiona las determinaciones sociales que influyen en el origen de la vida y la violencia médico-gineco-obstétrica presente en estas escenas. Se reflexiona sobre las numerosas intervenciones y dinámicas de poder implicadas en esos momentos cruciales de la existencia. El cuerpo de la mujer es presentado como un entramado, un tejido y un diseño esencial para la vida humana. El inicio de toda vida se vincula con el cuerpo materno. Sin el cuerpo de una mujer, la vida humana no sería posible. 

A veces, materiales como el de Marina quedan encasillados en la categoría "literatura femenina" y parecen no tener que interesarle más que a las mujeres, incluso a las mujeres que pretenden ser madres. La obra trata de ir contra esta intuición. “Empecé a escribir “La piel de la tierra” sin saber siquiera cuál sería su forma final, como una necesidad vital de poder entender la experiencia de la maternidad. Con la escritura como llave para descifrar lo que estaba encriptado en lo que había vivido y estaba viviendo", afirma. Fue en el proceso de escritura en el que se dió cuenta de que la maternidad le proporcionó una sensación de seguridad y certeza, que le permitió explorar formas alternativas en su propia creación. 

El texto germen con el que ganó el premio Casa de las Américas surgió de un taller horizontal dónde compartía con otras mujeres, en su mayoría docentes, que acababan de ser madres. Juntas decidieron pensarse como artistas desde los nuevos espacios identitarios que la maternidad les había abierto, así como todos aquellos espacios de los cuales también habían quedado excluidas por la misma condición. 

El taller era compartido con sus bebés, algunos ya caminaban, otros iban gateando, otros tomaban teta, lloraban, comían, pedían upa, corrían, se escabullían, se quedaban dormidos. “La escena era caótica, pero también recogía algo muy propio de la maternidad, que está llena de momentos que no son ni públicos ni glamorosos”, afirma. Los encuentros se interrumpieron cuando los bebés empezaron a crecer.

En 2020 completó el último taller de dramaturgia de la Maestría en Dramaturgia de la Universidad Nacional de las Artes (UNA), fue allí que su texto inicial pasó de ser un "poema largo" a convertirse en una obra teatral con la aparición de nuevos personajes. En uno de los encuentros, un compañero de taller a modo de elogio vaticinó “¡Marina, aquí tienes el próximo Casa de las Américas!”. Fue entonces cuando Jurberg se enteró del concurso y se presentó.

La popular consigna “Mi cuerpo/mi decisión” pareciera tener que aclarar lo obvio. La mujer como soberana de su cuerpo, el cuerpo como campo de batalla. Ante esta premisa, Jurberg decidió no crear conflicto deliberadamente en la obra. “En lugar de seguir las nociones clásicas de dramaturgia, exploré la idea de un mapa como estructura para la obra, inspirada en los conceptos de los iconoclasistas", afirma.

Si el cuerpo es un territorio, esta obra busca señalizar el impacto de la experiencia en los diversos cuerpos y alejarse del relato hegemónico. Marina reconoce que las exigencias diarias como la maternidad, las responsabilidades de cuidado y la búsqueda de recursos limitan su tiempo para escribir y producir y es por eso que presentarse a concursos, es una forma de autoimponerse un tiempo para dedicarle a la escritura y además de poder cerrar un trabajo, para no prolongar la corrección infinitamente.

Mientras espera la publicación de la obra y decide si la dirigirá o no, se dedica a la docencia y ve ahí un faro insumiso desde el cuál construir otras formas de relacionarse con el conocimiento. “Frente al avance de la derecha, creo que la poesía, el teatro, el encuentro, la creación nos protegen, nos permiten atravesar algo del horror y de la incertidumbre. En definitiva lo nuevo vamos a tener que inventarlo, desde acá, desde este presente y este desamparo. La creatividad y el arte, aunque estén bastardeados tienen una llave, una clave para ver cómo salimos”, concluye.