A partir de la llegada al gobierno de la Alianza Cambiemos, se han producido notorias transformaciones en la política económica. Una de las más evidentes, es el giro radical hacia el liberalismo comercial, tanto en lo que respecta al funcionamiento de los mercados de bienes y servicios, como al de capitales financieros. En lo que atañe puntualmente a ese último ámbito, el desmantelamiento de los controles que formaban el sistema de regulaciones de la anterior administración fue presentado como el camino necesario para retomar la senda de la confianza de los inversores extranjeros, corregir los desequilibrios fiscales y mejorar los fundamentos de la macroeconomía, sentando así las bases para la consecución de unas finanzas nacionales más sólidas y “normales”, en términos del sesgo valorativo del establishment.
Transcurridos casi dos años desde este cambio estructural, la nueva matriz económica expone el perfeccionamiento de un modelo de aperturismo obcecado, que no logró más que dejar a contramano a la economía argentina, respecto del tránsito que se observa en el resto del mundo, en el sentido de una protección creciente. Como era de esperar, la contracara del imperio de los mercados fue la del endeudamiento crónico como principal canal para compensar los desbalances resultantes del nuevo régimen externo.
Deuda
Según datos del Indec, la deuda externa bruta total pasó de 176.271 millones de dólares en el primer trimestre de 2016 a 204.818 millones de dólares en el segundo trimestre de 2017. Por su parte, la deuda externa bruta de la Administración Central pasó de 91.529 millones de dólares a 127.559 millones de dólares en el mismo período, lo que representa un crecimiento del 39,4 por ciento en poco más de un año. En particular, los títulos públicos emitidos por el gobierno presentan un incremento del 60,5 por ciento hasta 99.958 millones de dólares. Asimismo, según informó el Ministerio de Finanzas, en los primeros nueve meses del año, la deuda pública bruta (bonos y letras del Tesoro Nacional en todas las monedas) se incrementó en 72.000 millones de dólares. Se espera que en el consolidado 2017 la deuda neta crezca en 44.000 millones de dólares, mientras que para 2018 trepe a 52.000 millones.
El diseño de política económica actual no es neutro en términos agregados. El crecimiento de pasivos externos también repercute negativamente sobre el sistema monetario general. Ocurre que, bajo el esquema vigente, el Banco Central compra los dólares que el Tesoro Nacional obtiene de la colocación de deuda. Además de sus implicancias monetarias evidentes, producto del cuantioso costo para el Banco Central por “quemar” los nuevos pesos en circulación, las divisas de la deuda y de los capitales golondrina maquillan la real situación de la hoja de balance de la autoridad monetaria. Esto se debe a que los dólares ingresados se contabilizan como reservas, pero en la práctica su probabilidad de permanencia en la economía local por un plazo amplio es mucho menor.
Lejos de ser virtuoso, el incremento de reservas por deuda y “carry trade” es muy distinto a la llega de dólares genuinos, que los distintos Estados acumulan producto de un resultado superavitario en su cuenta comercial o el arribo de inversiones para el sector real de la economía. De los datos expuestos por el Banco Central en su último informe de política monetaria, se deduce que el 85 por ciento de los dólares que la entidad compró en los últimos dos años se explican por toma de deuda en moneda extranjera.
Cuentas
En materia fiscal, las variables también muestran un deterioro. Según datos de la Secretaría de Hacienda, en 2016 el resultado primario ejecutado de la Administración Pública Nacional arrojó un déficit de 269.436,7 millones de pesos, un incremento del 62,8 por ciento respecto de 2015, mientras que el resultado financiero (que incluye el pago de interés de la deuda) fue deficitario en 481.920 millones pesos, 117,7 por ciento mayor el de año anterior. Las aplicaciones financieras, vinculadas a devolución de préstamos, aumentaron un 163,5 por ciento interanual, explicadas mayoritariamente por el incremento en el pago de intereses de la deuda pública que realiza el Tesoro Nacional que alcanzaron la cifra de 196.957 millones de pesos, unos 152.308 millones más que en 2015.
En el primer semestre de 2017 las tendencias no se modificaron. El resultado primario fue deficitario en 128.438 millones de pesos, 479 por ciento más elevado que el del mismo período de 2016, mientras que el resultado financiero fue negativo en 264.906 millones, 131 por ciento más que el de 2016.
Dólares
Los cifras que luce el sector externo, también dan cuenta de los cambios. En el primer semestre de 2017 la cuenta corriente registró un déficit de 12.889 millones de dólares, 67,2 por ciento más elevado que el de 2016. En dicho período se fueron por rentas de inversión 6889 millones de dólares, de los cuales casi 40 por ciento se corresponden con inversiones especulativas de cartera. Así, las necesidades de financiamiento externo se elevaron a 12.842 millones, que fueron cubiertas principalmente por emisiones de deuda del gobierno general. En el plano estrictamente comercial, solo en el primer semestre de 2017 la balanza de servicios presentó un saldo negativo de 5194 millones de dólares, mientras que la balanza comercial de 2017 lleva acumulado un rojo de 5200 millones de dólares en los primeros nueve meses transcurridos y se espera para todo el año un déficit de alrededor de 6500 millones, un 45 por ciento más que el proyectado en el presupuesto de 2017.
La contrapartida del endeudamiento no se signó en un auge de inversiones que expandieran la frontera de posibilidades de producción, generara inclusión social y una mejora material de los sectores populares que abarcan el grueso de la sociedad. Por el contrario, lo que se observa es una creciente fuga de capitales y de formación de activos externos, nuevamente, algo ya visto en otras oportunidades. Por caso, en 2016 la fuga de divisas fue de 9951 millones de dólares, mientras que en los primeros nueve meses de 2017 la sangría de divisas superó los 15.530 millones. Dichos guarismos representan una suba del 54 por ciento respecto del mismo período anterior y del 212 por ciento respecto del mismo período de 2015. Además, solo el 19,6 por ciento de los 9189 millones de dólares que ingresaron en materia de capitales invertidos por no residentes corresponden a Inversión Extranjera Directa (IED).
Aunque la administración de Cambiemos se presente como una superación a la hora de atraer capitales, las inversiones reales que llegaron hasta el momento se ubican 4,3 por ciento por debajo de las registradas en el promedio del período 2011–2015. En contraposición, el 80 por ciento de los dólares que llegan no tienen como destino la inversión productiva, que genera puestos de trabajo y amplía la oferta de bienes y servicios, sino la especulación financiera motivada por el importante diferencial de tasas de interés que le garantiza a los fondos ávidos de obtener ganancias especulativas. Mientras en el período 2011–2015, la inversión en cartera fue marginal, en los primeros nueve meses de 2016 alcanzó los 1437 millones de dólares, mientras que el igual período de 2017 se acerca a los 7393 millones.
Demanda
Los agentes económicos responden ante las variables observadas. Lejos de estar pensando en moneda nacional, la demanda de dólares por parte de residentes no para de crecer. En los primeros nueve meses de 2017, se fugaron por este canal unos 23.589 millones de dólares, 85,4 por ciento más que en 2016, lo que coloca entre los tres años de mayor fuga en las últimas dos décadas. En el acumulado de los últimos doce meses desde octubre 2016 a septiembre 2017 las compras de billetes ascendieron a 30.526 millones. Solo en septiembre de este año, alrededor de 900.000 personas efectuaron compras de monedas extranjeras.
Si se tiene en cuenta la salida de divisas en concepto de utilidades y dividendos y formación de activos externos desde diciembre de 2015, se fueron del país unos 32.247 millones de dólares, equivalente a 64 por ciento de las reservas del Banco Central a fines de septiembre del corriente. Si bien es cierto que las reservas han crecido respecto de 2015, también hay que tener en cuenta que el 85 por ciento de dicho incremento se explica por la toma de nueva deuda externa, lo que significa una salida futura de divisas por el pago del capital más los intereses.
La liberalización plena de los mercados financieros del último bienio ha redundado en el incremento de la deuda y su consecuente riesgo sistémico a mediano plazo, algo que muchos creían que había quedado definitivamente relegado a los libros de la cíclica historia económica argentina.
* Director de la carrera de Economía en la Universidad Nacional de Avellaneda (Undav) e integrante de EPPA.