El Banco Central aumentó en dos semanas unos 2 puntos y medio la tasa de interés de referencia. Las Lebac alcanzaron un rendimiento del 30 por ciento en el mercado secundario, cuando a inicio del año la tasa era inferior al 25 por ciento, y la inflación sigue sin disminuir. Lo que sigue subiendo es la carga de intereses que desembolsa la autoridad monetaria por estas letras. Se agregaron por la suba de la tasa de estas semanas unos 2400 millones de pesos extra al mes, cifra que equivale al costo de construir 50 escuelas equipadas de tamaño mediano.
El uso de la tasa de interés para frenar el proceso inflacionario es uno de los elementos que genera las mayores críticas hacia el Banco Central, incluso en la logia de economistas de la ortodoxia. Uno de ellos, el economista Guillermo Rozenwurcel fue uno de los que mejor resumió la semana pasada los puntos en contra de usar la tasa como único instrumento para poner bajo control los precios del mercado interno local. En un artículo que publicó en Clarín explicó que poner en marcha un esquema de metas de inflación al mismo tiempo que se ajustan los precios relativos (tipo de cambio y tarifas de los servicios públicos) fue un error.
“Con una capacidad ociosa relativamente pequeña (en particular cuando comparamos con la alcanzada luego del colapso de la convertibilidad) es prácticamente imposible que las correcciones de precios relativos puedan tener lugar gracias a la caída de los precios nominales de los bienes no transables”, detalló. Agregó que “el régimen de metas de inflación salió del libro de texto y entró en la realidad. En la complicada realidad argentina”.
Rozenwurcel señaló que prácticamente no hay antecedentes en los que se logren bajar los precios mientras cambian los precios relativos de la economía. “No debe sorprender: en los últimos 60 años de historia argentina, sólo hubo un año, 1967, de sinceramiento cambiario y tarifario donde la inflación minorista se desaceleró. Entonces transcurría la dictadura de Onganía y el ministro de Economía era Krieger Vasena. Controles de precios, suspensión de paritarias, autoritarismo; nada de eso (por suerte) está presente hoy. En las condiciones actuales, pensar que la tasa de interés es instrumento suficiente para controlar la inflación no parece correcto”. Precisó que “más allá de la cuestión del rezago de los efectos de la política monetaria, la desconexión entre la política de tasas y el derrotero de la inflación se inscribe en esta dinámica inconclusa de corrección de precios relativos”.
Otro de los economistas de la ortodoxia que apuntó contra la obsesión de la tasa para bajar los precios fue Guillermo Calvo, quien se desempeña como profesor de la Universidad de Columbia, en Nueva York, y es invitado a muchas de los eventos académicos que organiza el Banco Central. “La tasa de interés es una herramienta muy débil. Ha sido débil en el pasado, hablando de experiencias de otros países. Lo estamos viendo también hoy en día en economías avanzadas y algunas emergentes que han llegado a fijar tasas de interés negativas (caso Israel) y no pueden parar la deflación. La experiencia muestra que la tasa de interés puede ser una herramienta indudablemente muy útil para países que transitan períodos normales, pero cuando uno se pasa de ciertas bandas es débil”, detalló en un reportaje en La Nación.
Calvo fue todavía más lejos y aseguró que subir la tasa de interés no sólo es inefectivo para la moderación de los precios sino que puede ser explosivo para la macroeconomía. “El Banco Central puede subir la tasa de interés sobre las Lebac o activos equivalentes, pero eso aumenta el déficit fiscal, debido al déficit llamado ‘cuasi-fiscal’ del Central. Eso puede terminar siendo equivalente a tirarse un tiro en el pie. Si yo quiero usar la tasa mucho, todo el tiempo, de repente me encuentro en una situación en la que genero un déficit fiscal más grande todavía”. Aseguró, en línea a su postura ortodoxa, que sin baja del déficit fiscal no hay posibilidad de moderar el proceso inflacionario.