Romina se sienta, cabizbaja, mientras espera que la llamen para declarar frente a un juez. Viste un pantalón de jean azul oscuro, un sweater finito blanco y unas botas negras con taco. Ya no lleva puesto el traje turquesa con el que solía recorrer los tribunales como abogada defensora de agresores sexuales. Hoy, le toca estar del otro lado. La víctima es ella y tendrá que demostrar, como muchas otras que tuvo enfrente, que no miente ni exagera. Aunque tiene todas las de perder.

Prima facie, la obra escrita por la australiana Suzie Miller, llegó a Buenos Aires después de agotar entradas en Londres y Madrid. Dirigida por Andrea Garrote, bajo la producción de Valentina Berger, Tomás Rottemberg y Sebastián Blutrach. El unipersonal, protagonizado con maestría por Julieta Zylberberg, deshilvana las costuras de las que está hecho el sistema penal para mostrar cómo atenta contra las mujeres que sufrieron violencia de género. Parte de una realidad preocupante: una de cada tres mujeres recibe agresiones sexuales.

“No existe la verdad real, existe la verdad legal (...) Esto no es la vida, esto es la ley”, es la frase de cabecera con la que se formó Romina en la Facultad de Derecho. Ella es una abogada joven y exitosa. Conoce a la perfección las reglas del juego judicial y las usa a su favor. Así, logró numerosas absoluciones de varones acusados por delitos sexuales. Hasta que un día, le tocó vivir un abuso por parte de un compañero de trabajo con el que tuvo una cita.

La alusión al debido proceso es el escudo con el que explica por qué los defendía: en el sistema judicial, cada actor cumple un rol que hace funcionar a todo el engranaje. Su función es dar una narración de los hechos entre tantas otras. “No importa si el cliente es culpable o no”, dice y compara su trabajo con el de un taxista: cuando una persona lo para, la sube al auto sin saber a dónde va.

La escenografía de la obra es muy pequeña: una silla con rueditas de oficinista, un vaso térmico y una carpeta roja, que después serán reemplazados por una silla de madera y una mesa en la escena del juicio. La actuación es brillante. La actriz oscila entre la narración de los hechos, la interpretación de Romina y la de decenas de personajes que el espectador o espectadora puede imaginar en detalle. Tanto esas entradas y salidas como la cantidad de voces que trae al escenario emulan, en algún punto, la disociación y el aturdimiento que puede atravesar una persona en situación de violencia. También, la revictimización: revivir y contar la escena de una violación puede ser tan doloroso como el hecho en sí.

“¿Dónde estaban sus manos cuando pasó? ¿Cuánto alcohol habían tomado? ¿Le dijiste explícitamente que no? ¿Lo empujaste?”. Las preguntas asfixian. La vivencia de la protagonista es una radiografía de las posibilidades de la escucha y del decir en un ámbito judicial marcado por sesgos de género. Una muestra de los agujeros y pliegues de la memoria a la hora de recrear abusos: “Los delitos contra la integridad sexual no encajan con la idea de ‘coherencia’ que busca la Justicia en los relatos de las víctimas”. Entonces, ¿cómo construir mecanismos de reparación que alojen esa complejidad y que, a su vez, respeten las garantías del debido proceso?

Por momentos, las reflexiones que la abogada construye sobre lo que le ocurrió están —tal vez innecesariamente— sobre explicitadas. Al mismo tiempo, terminan de decir lo que Zylberberg transmite crudamente con su cuerpo: no hay decálogos posibles sobre qué hacer y cómo vivir después de una violación. La obra cierra con un monólogo contundente el día del juicio: “Yo no voy a ganar nada con esto. Estoy acá para que no le pase a otras”. O, como escribió Alejandra Pizarnik, usando el lenguaje “para que diga lo que impide vivir”.

Autoría: Suzie Miller.
Dirección y adaptación: Andrea Garrote.
Producción: Valentina Berger, Tomás Rottemberg y Sebastián Blutrach.
Intérprete: Julieta Zylbelberg.
Vestuario: Betiana Temkin.
Escenografía e Iluminación: Santiago Badillo.
Música original y Sonido: Ian Shifres.
Sala: Multiteatro Comafi (Corrientes 1283).
Funciones: lunes y martes, a las 20.15.
Duración: 100 minutos.