Los sustitutos y los deudos. Varias ficciones y documentales de los últimos años reflexionaron sobre la posibilidad de utilizar diversas formas de representación para sortear la tragedia de la muerte. No se trata del hallazgo de una cura milagrosa para una enfermedad, o de la prolongación artificial de la vida humana, sino de un artificio destinado a los que quedan, a los que sobreviven con la pena a cuestas. En Alps (2011) del griego Yorgos Lanthimos, una extraña compañía se dedica a sustituir a los muertos para las familias dolientes. Una representación que se vale de un trabajo minucioso de recreación pero también de la evocación de los sonidos, los olores, la mera presencia de los que se han ido. Lo importante es adormecer el dolor de los deudos, evitar a los sufrientes lidiar con sus pérdidas. Werner Herzog se fascinó con un fenómeno similar en Family Romance LLC (2019), pensada como ficción pero inspirada en una práctica real ocurrida en Japón: el alquiler de personas para sustituir a las que no están, sean padres putativos o cadáveres en un velorio. Todos podemos ser reemplazados.

En Sunny, la nueva serie de Apple TV, Suzie Sakamoto (Rashida Jones) ha perdido a su marido y a su hijo en un accidente de avión. Con dificultades para aprender idiomas por su dislexia y expatriada en Japón desde hace diez años, apenas puede comunicarse con la empleada de la aerolínea por el hallazgo de los restos del siniestro. Su suegra Noriko (Judy Ongg) insiste en que no todo está dicho, Masa (el excelente Hidetoshi Nishijima, protagonista de la premiada Drive My Car) y el pequeño Zen pueden haber sobrevivido al desastre y estar perdidos en algún lado. Pero Suzie no puede creer en soluciones mágicas, su desconcierto se mezcla con la tristeza del duelo, la soledad de no contar con una voz amiga, la dependencia de los intermediarios tecnológicos para comunicarse con los demás. De hecho, la misma compañía aérea le ofrece una terapia de encuentros virtuales a partir de llamados a los celulares de los muertos para así escuchar la voz de los que ya no están. Una ceremonia que sustituye lo sagrado por su inefable simulacro, un delegado virtual que morigera el dolor. ¿Cuál es el mejor camino para lidiar con la pérdida? ¿Aceptar el vacío o forjar un sustituto que haga llevadera la ausencia irreversible?

Sunny llega a la vida de Suzie para ofrecer una respuesta. Un colaborador de Masa aparece en la puerta de su casa con un obsequio de consolación: un robot ideado por su marido para hacerle compañía en caso de que él no esté, programado para satisfacer sus necesidades, acompañar sus angustias, mitigar su soledad. La enorme cabeza de Sunny se mueve con energía y su voz estridente asegura a Suzie una asfixiante compañía. ¿Es eso lo que estaba buscando? No, en principio. “Los odio, un robot mató a mi mamá”, explicaba frente a su suegra. “Exagera, fue un auto que se conducía solo”, replica con aire conciliador Noriko. Pese a ello, Suzie no se siente cómoda junto a la nueva adquisición: la pone a dormir, la archiva en el armario, intenta devolverla al mensajero. ¿Pero quién es exactamente el responsable del diseño de Sunny, modelada para dar respuesta a sus necesidades, comprender su soledad, acompañar su duelo? ¿Masa sabía lo que iba a pasarle? Suzie no solo descubre que su marido no trabajaba en una compañía de heladeras sino en un imperio tecnológico dedicado al diseño de robots, sino que también ocultaba gran parte de su vida, un mundo secreto que ella no había imaginado.

Creada por Katie Robbins (guionista de The Affair y The Last Tycon) y basada en la novela de Collin O’ Sullivan, Sunny explora las complejas relaciones entre la muerte y la tecnología desde el humor, tejiendo una historia de intriga y misterio alrededor de la compañía ImaTech y sus verdaderos propósitos, del pasado de Masa y sus compromisos con esa corporación, al mismo tiempo que una serie de escurridizos agentes asedian a Suzie intentando descubrir qué sabe y qué está dispuesta a descubrir. El relato nunca pierde su tono negrísimo, centrado en la contradicción entre lo inevitable de la muerte y el anhelo de trascenderla que ofrecen las nuevas tecnologías. Al comienzo resistente a Sunny, cuya apariencia mezcla la simpatía del fantasma con la inquietante autonomía de las Inteligencias Artificiales, Suzy comienza a hacerse dependiente de su presencia: los robots parecen haberse convertido en algo más que muletas de emociones o asistentes de tareas. Para la chica del bar con la que conversa mientras ahoga sus penas en alcohol, el robot que la espera en la casa es un partenaire en el sexo que no ofrece reproches ni traiciones. ¿Podrá convertirse Sunny en su compañera ideal ahora que su familia ha desaparecido?

Rashida Jones lleva el ritmo de la serie sobre sus espaldas, y gran parte del humor se hace efectivo sostenido en la ocurrencia de sus reacciones y la destreza de su comedia corporal. Al principio deambula por su casa, intentando encontrar alguna pista del pasado de Masa, durmiendo en la habitación de su hijo para recuperar su olor, bebiendo hasta el otro día para olvidar. Y luego ese mismo desajuste con lo real la lleva a introducirse en la compañía ImaTech, descubrir qué es lo que ocurre en la quinta sección que parece desmantelada, y fabular sobre los rastros de sangre que asoman en sus pesadillas. El pasado con Masa aparece en una serie de flashbacks sobre aquella vida compartida, unida por la experiencia de la soledad que ambos llevan a cuestas. Masa había sido “hikikomori” en su juventud, como casi un millón de personas en la sociedad japonesa, recluidos en sus casas como ermitaños. Suzy daba clases de matemáticas por Zoom durante la noche, como una salida laboral luego de su desencanto por la avaricia del mundo de las finanzas. Dos solitarios en Tokio, dos vidas que atesoran sus misterios.

El retrato de ese futuro de aires distópicos está signado por numerosos interrogantes. No solo parecen profundizarse algunas inquietudes que nos asedian hoy en día, como el rol de las IA en nuestra vida cotidiana, la acuciante soledad que define a la experiencia contemporánea, la capacidad para el mal de la tecnología y la imposibilidad de su control efectivo por parte del hombre, sino también una mirada divertida y desprovista de toda solemnidad sobre el concierto de miedos y ansiedades que parecen surgir día a día. Desde la intolerancia a las frustraciones y la negación del dolor hasta el intento de erradicar la muerte del horizonte humano. La dupla que forman Suzie y Sunny (con la voz de Joanna Sotomura) permiten asumir esas reflexiones con astutos artilugios de comedia, sin perder la dinámica de las películas de dúos cómicos, apoyadas en los contrapuntos de los personajes, y al mismo tiempo sin descuidar la inesperada humanidad que parece unirlas. Ya sea como dolorosa celebración o como anhelo de realización.